Saltillo
Publicado el domingo, 18 de mayo del 2025 a las 06:41
Saltillo, Coah.- Cuando Victoria Quesada –mejor conocida como Victoria Victoria– ingresó en 2018 la Escuela del Sarape, lo hizo con la mente aún moldeada por las líneas rectas, las estructuras simétricas y los planos arquitectónicos. Su paso por la carrera de Arquitectura le había dado una visión analítica del espacio, pero no había encontrado ahí la emoción necesaria para ejercer. A veces la vocación no se busca, se encuentra.
Y la encontró entre hilos. El telar de pedales, emblema del sarape saltillense, le dio lo que no halló en la oficina o en la obra: una forma directa de expresar lo que sentía y veía, de contar historias, de representar sin palabras. Durante los dos años de formación que culminaron en 2020, Victoria se enamoró no sólo de la técnica tradicional, sino de lo que representaba: un puente entre pasado y presente, entre lo visible y lo simbólico.
Tejiendo identidades
En 2023 su visión encontró un impulso decisivo con el apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA).
El reto era claro: transformar la arquitectura en textil, capturar la esencia de casas antiguas del Centro Histórico de Saltillo y darles una nueva vida tejida. El proyecto debía completarse en siete meses, y ella no sólo lo logró, sino que lo convirtió en una experiencia estética y emotiva.
“ Primero tomé entre 60 y 70 fotos”, recuerda. “Después elegí sólo seis. Me interesaban las casas con personalidad propia, con paletas de colores distintas, con estructuras únicas… pero también aquellas que dijeran algo de nuestra ciudad”.
La mayoría de las viviendas que seleccionó están ubicadas sobre las calles Hidalgo, General Cepeda y algunas en el barrio del Águila de Oro, famoso por su tradición textil. “Me parecía poético que algunas de estas casas estuvieran justo en el barrio de los tejedores”, comenta con una sonrisa.
La traducción de la forma
El paso de la fotografía al telar no fue sencillo. Para lograrlo, Victoria diseñó cada tejido como si fuera un plano, considerando proporciones, líneas dominantes, detalles ornamentales y, sobre todo, la esencia que quería transmitir. La arquitectura le sirvió para pensar en el espacio, pero fue el tejido lo que le permitió emocionarlo.
Cada pieza parte de una imagen real: una ventana de cantera, un zaguán con herrajes únicos, un juego de columnas y molduras. Pero al llevarlas al telar Victoria simplificó, reinterpretó y transformó. “No quería que fueran reproducciones fieles, sino homenajes, formas que evoquen, que sugieran, que inviten a imaginar”.
La pieza más sencilla le llevó cuatro horas de trabajo. La más compleja, hasta diez. Y cada una no sólo implica tejer, sino también preparar el diseño, escoger la paleta cromática –inspirada en los tonos de las fachadas originales–, montar el telar y finalmente dar vida a la obra.
El Museo como escenario
Las piezas fueron montadas en el Museo del Sarape y Trajes Mexicanos, un recinto que, por sí solo ya simboliza la dualidad que Victoria explora: el arte textil y la identidad cultural. La exposición estará abierta hasta el 15 de junio, y puede visitarse de lunes a domingo, de 10 de la mañana a 6 de la tarde.
Cada tejido se acompaña de la fotografía original de la casa que lo inspiró. Así el visitante puede ver el “antes y después”, pero también preguntarse ¿por qué esa casa?, ¿qué historia guarda?, ¿quién la habitó? “Me interesa que la gente se detenga a mirar su ciudad. Que valore las casas, que las vea como parte de un legado, no como ruinas que estorban”, dice Victoria.
Muchas de las viviendas elegidas están en riesgo. Algunas han sido demolidas, otras están abandonadas o deterioradas. La artista busca que sus tejidos sean también un llamado: “Están ahí, en las calles. Y están vivas, si sabemos mirar”.
Lenguaje y resistencia
Victoria Victoria no pretende reinventar el sarape, pero sí expandir sus posibilidades. “Siento que es una iconografía muy rica, que puede dar mucho más si se le permite evolucionar. A mí me gusta conservar las figuras tradicionales, pero también transformarlas, darles otros significados”.
En su caso, las grecas del sarape se convierten en columnas. Los rombos en ventanas. Las franjas en techos, cornisas o muros. El resultado es una colección de piezas únicas que desafían al espectador: son sarapes, sí, pero también son planos, maquetas, edificios.
La técnica sigue siendo la tradicional: tejido en telar de pedales. El respeto por el oficio y sus orígenes es total. “No hay arte si no hay conocimiento. Lo aprendí en la Escuela del Sarape, pero también escuchando a los maestros. Por eso valoro tanto que estas técnicas se conserven y que se les dé el lugar que merecen”.
Vocación de dos tiempos
Hay quien estudia arquitectura y construye casas. Victoria, en cambio, las vuelve arte.
Su caso no es de ruptura, sino de fusión. Arquitectura y arte textil no compiten: dialogan, se fortalecen, se nutren. “Al final, las dos disciplinas me han servido para lo mismo: para ver mejor”, resume.
Y ver mejor implica reconocer el valor simbólico del espacio. Entender que una fachada también es un relato. Que los colores de un muro viejo pueden inspirar nuevas formas. Que una ciudad se cuenta no sólo con documentos, sino con hilos.
Con este proyecto, Victoria Victoria no sólo presenta una exposición. Teje un manifiesto. Una declaración de amor por su ciudad, por sus formas, por su memoria. Y, sobre todo, por esa belleza silenciosa que nos rodea todos los días, pero que a veces olvidamos mirar.
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