El atropello masivo (nueve regiomontanos lesionados y un fallecido entre una multitud que esperaba su camión de regreso a Nuevo León, en las inmediaciones de la Catedral para los laguneros: el Territorio Santos Modelo, luego de un partido de domingo por la noche) es indignante. Una estampa de barbarie y salvajismo en pleno 2024. Primitivo.
Ir a un espectáculo en un estado vecino como plan de fin de semana, y no regresar a casa. Haz turismo en Torreón (bajo tu propio riesgo).
No es la pasión desvirtuada, concebida como energía mal canalizada, por un evento deportivo de semicontacto. Fanatismo, por definición. No es el alcohol en exceso (cuánto es suficiente para considerarlo excesivo, por lo demás; qué parámetros médicos usar y cómo evaluar las reacciones en la sique que ocasionará su consumo). No es un acto incívico aislado, producto de una sicopatía detonada en público.
Es algo más profundo. Atávico. Tenemos al elefante en la habitación y no queremos verlo ni mucho menos reconocerlo.
Es el regionalismo en su máxima expresión. Una pugna social no resuelta que, guardadas las proporciones, renació como resentimiento con la transición del Gobierno del Estado: Torreón vs. Saltillo, en este caso. Guerra de castas.
¿Pero existe, en realidad, esa rivalidad a ras de suelo?
El saltillense, por lo general, al despertar no piensa qué andarán haciendo los torreonenses. Tampoco lo hace durante su jornada cotidiana. Aunque al contrario sí sucede (sin generalizar, por supuesto).
En el mundo existen fenómenos de separatismo e independencia política. No es un tema ultramoderno sino de ultramontanos. España invertebrada, de Ortega y Gasset, libro publicado en 1921, es paradigma de lo anterior.
Ahora bien, entre la matanza de chinos y el intento de homicidio a los aficionados de un equipo de futbol por odio irracional hacia lo foráneo, hay pocos grados de separación. La casa del dolor ajeno, como amenazante lema de batalla.
“No queremos que vengan”, se dijo en su día y se dijo ahora.
Entre ser competitivo y animadversión a los extraños hay una delgada línea de separación. ¿Es exagerado? ¿Algo qué reflexionar? ¿Nada qué declarar?
En defensa de su terruño, alguien -lagunero, naturalmente- podrá argumentar que, en otro momento, han ocurrido episodios de violencia en las calles de Monterrey, a propósito de las aficiones de Tigres y Rayados, los vecinos deportivos más cercanos. Que no es, por tanto, un fenómeno exclusivo de La Laguna y no se les puede estigmatizar por ello.
Algunos más traerán a la memoria el episodio de 2022 entre Querétaro y Atlas (donde una turba enardecida provocó una riña entre barras de animación dentro del estadio Corregidora) para comparar la dimensión.
Cada uno tiene su idiosincrasia. Nada en contra de la etnología.
Si las interacciones en redes sociales fuesen un termómetro para medir las relaciones colectivas, entonces cabría preguntarse: ¿cómo puede tender sistemáticamente a la exclusión una región que se precia de ser una combinación de razas y culturas?
Torreón, particularmente, es una sociedad a la que tienen tomada la medida. Para venderles algo (una idea, un político, un producto) debe necesariamente ser recubierto este por una envoltura albiverde. Específicamente la camiseta del Santos Laguna. Y recalcar el regionalismo en la propaganda: se es uno de los nuestros, o un traidor. No existe mundo más allá del Nazas.
Es cierto: en el primer mundo, específicamente Europa, también ocurre, particularmente cuando se combinan afición deportiva y factores geográficos. Sin embargo, pasado el derby-clásico en cuestión, la tensión se rebaja y la animadversión se distiende. Acá no.
Cortita y al pie
La atenuante para quitar presión al problema concluyendo pericialmente que se trató de un accidente, evita un conflicto diplomático entre estados. La intencionalidad es la clave y le reduce muchas rayitas al volumen del ruido que afectaría, entre otros, a Grupo Orlegi, influyente dueño de Santos Laguna.
No obstante los videos publicados en tiempo real acerca de la huida y abandono de lesionados, lo cual de por sí es un delito, no dejan lugar a dudas: con alevosía y ventaja (desde un vehículo motorizado que a cierta velocidad se vuelve un bólido metálico; instrumento para infringir daño con dolo a un peatón).
Más allá de los detenidos o que por tratarse de un caso mediático habrá respuesta judicial inmediata, como suele suceder en Coahuila, el asunto no se gesta ni concluye ahí. El acicate no es justicia. Hay un trasfondo.
La última y nos vamos
Si bien lo sucedido en Torreón es una nimiedad comparada, por ejemplo, con los conflictos internacionales vigentes en Ucrania y Franja de Gaza (aunque nada tenga qué ver en estricto sentido), también es una imagen lamentable que se ofrece al mundo, pues la noticia se volvió internacional: aplastar al contrario porque sí.
El que tenga ojos para ver, que vea.
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