“Tengo la íntima convicción que no es culpable”, declaró con toda su contundencia el filósofo francés Bernard-Henri Levy, respecto a la condena del expresidente de Francia, Nicolas Sarkozy, de ir a la cárcel por cinco años por haber recibido 50 millones de euros del dictador autoritario Muamar Gadafi, para la campaña presidencial del entonces ministro del interior, en 2007. “Es un juicio que busca humillar. Es alucinante”.
Vestido con su eterna camisa blanca de cuello abierto, la cual hacía juego con sus canas, BHL, como se le conoce al intelectual, insistía en decir en el noticiario matutino del canal de televisión Europe 1 hace cuatro días, que los franceses están bajo el shock y que toda esta acusación no era más que un “caso kafkiano”, ya que no se ha demostrado que el expresidente Sarkozy hubiera recibido esa cantidad de dinero. “Este veredicto no hace más que crear un sentimiento de inseguridad entre los franceses de ver a su expresidente en la cárcel”.
Durante los últimos días, tanto en la prensa como en las redes en Francia, la opinión pública está completamente dividida respecto al caso de Sarkozy, unos dicen que es víctima y otros lo acusan de culpable, en lo que sí hay consenso es que para los franceses este caso no hace más que degradar al país y al Estado de Derecho de Francia. No hay duda que esta situación surge en momentos muy difíciles en que el país galo está padeciendo una terrible crisis política, pero sobre todo económica. “En el plano financiero, Francia aparece más que nunca como el mal alumno de la clase europea. Aquel que debe demostrar sus capacidades y ya no tiene derecho de indulgencia” (Le Monde). Esta imagen de gran deudor, dura más de cinco décadas. “Ya que renuncie Macron, gane Le Pen y se enfrente a la realidad de recortar gastos, no aumentarlos. Echarle la culpa a los inmigrantes desde el Gobierno no resolverá nada. Es más, ni expulsarlos resolverá nada, será peor”, claman los más decepcionados por haber votado por el actual Presidente de la República.
Curiosamente también Bernard-Henri Levy me dijo lo mismo el día que cenamos juntos con Arielle Dombasle, durante mis vacaciones en Francia. Entonces todavía no se conocía la condena a Sarkozy, quien al salir del tribunal de París y conocer su sentencia, declaró: “Lo que ha ocurrido hoy es de extrema gravedad para el Estado de Derecho y para la confianza que se pueda tener en la justicia. Si insisten en que duerma en la cárcel, dormiré en la cárcel, pero con la cabeza en alto”. Y agregó totalmente devastado, pálido y ojeroso, al lado de su esposa y de sus tres hijos: “Aquellos que me odian tanto, creen que me están humillando, pero a quien han humillado es a Francia”. Hace años que Nicolás Sarkozy, de 70 años, ha sido declarado culpable de corrupción, tráfico de influencias y de violaciones en el financiamiento de su campaña. De allí que hubiera sido despojado de la Legión de Honor, la más alta distinción de Francia. Entonces le habían impuesto tres años de prisión y un brazalete de vigilancia electrónica.
Hoy por hoy, el expresidente de Francia irá a la cárcel no obstante: “El juez dijo que no hay pruebas de que Sarkozy hiciera tal trato con Gadafi, ni que el dinero que se envió desde Libia llegara a las arcas de su campaña, aunque el momento fuera ‘compatible’ y las vías por las que pasó fueran muy opacas”. Sin embargo el juez declaró de que “Sarkozy era culpable de conspiración criminal por haber permitido que colaboradores cercanos se pusieran en contacto con personas en Libia para intentar obtener financiación para la campaña” (Reforma). Por su parte, Sandra Cossart, directora de Sherpa, un grupo de defensa que lucha contra la corrupción, calificó el castigo “como severo pero justo. Señaló que Francia había sido históricamente indulgente con los delitos de cuello blanco” (New York Times).
Bien dice Bernard-Henri Levy que el anterior es un caso kafkiano, es decir, una sentencia absurda. ¿Es o no es culpable Nicolas Sarkozy? En un mundo kafkiano él sería culpable, pero en un mundo real es inocente.
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