Ahora que se dio la noticia oficial de la construcción del tren Ciudad de México-Nuevo Laredo que pasará por Saltillo, recordé que ese mismo tren ya lo tuvimos y que era parte de Ferrocarriles Nacionales de México (FNM), empresa estatal creada a principios del siglo XX, nacionalizada por el Gral. Lázaro Cárdenas en 1937 y privatizada en 1995 por Ernesto Zedillo. Mientras fue propiedad del estado mexicano, dicha empresa siempre fue subsidiada por el gobierno hasta que fue liquidada a finales de los 90. FNM perdió su rentabilidad cuando el gobierno federal fue su propietario.
Pero el obradorismo desea revivir las empresas estatales ya fracasadas por la corrupción y la incapacidad, y aunque el nuevo tren que se piensa construir no será nada parecido a los trenes bala que alcanzan velocidades superiores a los 250 kilómetros por hora, el gobierno quiere tener otra vez un tren, para que mediante la corrupción que subsidia esos elefantes blancos tener ingresos para hacer política y enriquecer a unos cuantos, tal es el caso del tren maya que se presupuestó en 150 mil millones de pesos y al final su costo fue de 500 mil millones sin ninguna transparencia, y para no variar, seguiremos financiando el 90 por ciento del costo de la operación de dicho capricho de AMLO.
En manos del estado, FNM estuvo 58 años, y hay que señalar que cuando menos el 80 por ciento de las vías ferroviarias fueron obra del porfiriato, según lo consigna el trotskista Adolfo Gilly en su libro “La revolución interrumpida”. Sin embargo, FNM no es la única empresa estatal que el obradorismo revivirá, ya hizo lo mismo con ese barril sin fondo que es Pemex, empresa en quiebra, subsidiada y con la deuda más grande de las petroleras del mundo.
Y no conforme con subsidiar a Pemex, el obradorismo compró una refinería en Estados Unidos y construyó la de Dos Bocas, con los mismos criterios de opacidad, corrupción y con un sobrecosto del 113 por ciento, y todavía no se termina, ni tiene producción, pero al igual que el tren maya, llenó los bolsillos de los corruptos funcionarios dirigidos por AMLO.
Otra empresa estatal que pierde dinero, es subsidiada y no cumple con su cometido, que es darle al país la energía eléctrica que requiere, es la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y debido a su incapacidad energética, los apagones en las ciudades ya aparecieron igual que en Cuba, quizás por eso, los corruptos izquierdistas mexicanos insisten en emular al castrismo.
También el obradorismo quiere producir automóviles, a pesar de la ingrata y corrupta experiencia de aquella empresa Dina, de la época echeverrista que inició y terminó sus días sin ningún beneficio para los mexicanos. El entonces presidente Luis Echeverría utilizó gran parte de la producción de Dina, para otorgarle camiones a las universidades públicas, a las sociedades de alumnos que los solicitaban, pero que no tuvieron dinero ni para pagar a los choferes de dichas unidades ni darles mantenimiento.
El obradorismo está reviviendo el estatismo fracasado, corrupto y despilfarrador, para allegarse recursos y enriquecer a unos cuantos. Finalmente, la corrupción es el motivo por el que quieren revivir las empresas estatales, lo risible de la trágica situación, es que le están metiendo recursos públicos a las empresas que ya fracasaron, por ejemplo, el tren ciudad de México-Nuevo Laredo ya fue un fracaso, pero ahora hasta alabamos que se inviertan los escasos recursos públicos en un transporte que según los especialistas en estos temas advierten que no será rentable, como no lo es el tren maya, ni lo era FNM.
Hasta cuándo el inútil y corrupto gobierno federal seguirá despilfarrando los recursos de los mexicanos que trabajan y pagan impuestos, en las obras ociosas y caprichosas de un sujeto que nunca en su vida trabajó: AMLO. Nadie lo sabe, pero todos aplauden que haya un transporte, en donde las nuevas generaciones tengan la experiencia de viajar sobre vías. ¡Pobre México! Volver a un pasado de fracasos y corrupción, es volver a transitar los caminos que creímos haber superado.
Política aldeana
Al inicio del segundo año de gobierno de Humberto Moreira, en una plática que tuve con él me confió que le habían cedido la estación de ferrocarril que en Saltillo se ubica en la avenida Emilio Carranza y la calle Luis Gutiérrez. En ese entonces, Humberto acariciaba la idea de construir un tren urbano que diera servicio a Saltillo, Arteaga y Ramos Arizpe, pero posteriormente los puentes “de la gente” atraerían su atención y dejaría el proyecto del tren urbano. La sorprendente euforia que despertó en Saltillo la construcción del tren de ciudad de México a Nuevo Laredo, volverá a hacer realidad los problemas que originaban las vías que cruzaban Saltillo y que levantara en su momento el gobernador Óscar Flores Tapia. Incluso ya hay dos lugares en donde se propone que se instale la nueva estación ferroviaria: la antigua estación o en donde se encuentra el mercado Francisco I. Madero, que según algunos mal pensados, es para beneficiar a una notable familia empresarial saltillense. Las vías que retiró Flores Tapia debían muchas vidas y eran un grave problema de circulación de vehículos en el Saltillo de los años 70 del siglo pasado, y lo volverán a ser en el Saltillo de los congestionamientos. Pero no hay porque fijarse en minucias, lo importante es aplaudir los proyectos de la presidenta-gerente Claudia Sheinbaum, aunque estos causen conflictos a los ciudadanos.
Preguntas huérfanas
¿Quién puede creer que AMLO y el secretario de Marina, Rafael Ojeda, no sabían del tráfico de huachicol fiscal?
¿Será cierto que el obradorismo quiere tener nuevamente empresas estatales, para tener recursos en donde enriquecerse y hacer política?
¿Sabía usted que el mundo está tan polarizado y que en cualquier momento una chispa puede incendiar el planeta?
¿Por qué ya no se habla de los ninis, que según los que saben ya son cuatro millones de estos flojonazos?
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