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A ras de lona: Protagonistas de la lucha libre

Por Miguel Ángel García

Publicado el domingo, 22 de julio del 2012 a las 02:26


La capital coahuilense es un semillero de talentos en el terreno deportivo. Y la ciudad, fiel a la tradición nacional de la luch

Saltillo, Coah.- La capital coahuilense es un semillero de talentos en el terreno deportivo. Y la ciudad, fiel a la tradición nacional de la lucha libre, tiene a varios personajes que cada domingo demuestran sobre el cuadrilatero que atrás de llaves, giros y caídas, también hay un gran ingenio.

ZORRO PLATEADO: LEYENDA VIVA

Un 18 de marzo de 1953 debutó José Aguirre en la lucha libre y lo hizo bajo el nombre de “Flecha Roja”. Pero mejor conocido como Zorro Plateado, conquistó el norte de México bajo una apariencia idéntica a la del Enmascarado de Plata, por eso fue llamado “Émulo del Santo”.

Aunque su retiro de los cuadriláteros ocurrió en 1997, nunca abandonó el pancracio nacional tras ocuparse hasta sus últimos días de la Comisión de Box y Lucha libre en Saltillo. Jamás dio a conocer su identidad en sus más de 50 luchas de apuestas y se ganó el título popular de “El Profe” en el gremio.

El 20 de agosto de 2011 falleció para tristeza de familiares y aficionados. Sin embargo, su legado en el ring persiste atesorado por su propia sangre.

Los luchadores Zorro Plateado, Zorro Plateado Jr., Indio Kikapoo e Indio Kikapoo Jr. son los responsables de proteger, difundir y revitalizar la dinastía de Aguirre Quirino. Juntos han conquistado todo en el ring. Hoy los Zorros son campeones en parejas de Coahuila y, junto al Júnior de los “Jefes Indio”, también campeones estatales de tercias.

LOS SARAPEROS: DINASTÍA ARCOÍRIS

Su cariño por Saltillo les llevó a tomar una artesanía local como nombre de batalla para consagrarse en el norte de México. “En aquel tiempo no existía ni la Liga Mexicana (de Beisbol) y nació la idea”, dijo Sarapero I. “Somos de aquí, nacidos en Saltillo, y realmente es donde menos se nos ha valorizado. Tenemos hasta en el cuerpo el sarape pintado”, aclaró mostrando su tatuaje.

Capitán de meseros, el mayor del clan multicolor maneja eventos y además es referí. Aprendió el oficio en cursos para cata de vinos y reglas de etiqueta, pero cuando sube al ring olvida esa cortesía que le ha abierto puertas en eventos de la alta sociedad y políticos.

“A mí me odiaban, me escupían, me aventaban hasta tetas y pañales con popó del niño recién nacido. Pero a mí me satisfacía y nunca ofendí al público”, señaló quien tiene 40 años de respaldo.

Los Saraperos eran tres, pero el segundo o Frank Cortés falleció y dejó incompleto al grupo, pero los otros dos vivieron una gran época juntos. Incluso, el tercero del trío multicolor, con 12 años de kilometraje sobre el asfalto, fue el primer “Santa motorizado” para alegrar Saltillo cada Navidad.

‘EL POPEYE’ DE LAS TORTAS

En la esquina de Matamoros y Juárez, se prepara cada mañana como para iniciar el combate el ex rufián Escorpión Negro, quien hizo de su negocio de tortas el lugar del buen sazón en Saltillo y la cuna del luchador Popeye.

El noqueador del boxeo sanpetrino creó al famoso marinero de las tiras cómicas para no olvidar su etapa en activo y dar lustre a su puesto como promotor de box y lucha libre, porque ahí se da “La Pura Espinaca” desde hace 38 años.

“El deporte lo lleva uno en las venas. Hasta ahora, aunque no luche ni nada, sigo teniendo contacto con los muchachos de la lucha. Sería por mi inquietud, por mi deseo, por traerlo en el corazón”, enfatizó.

Don Jesús Guerrero Ortiz no deja de chambear ni su afición por el deporte desde los 14, cuando era vendedor ambulante de golosinas, hasta sus 78 años de edad.

EL LADO AMABLE DEL ‘CHÓMPIRAS’

El gusto por la bebida no era suficiente para hacer olvidar a don Alberto el sabor de la ovación y el cariño de la gente. Su pasión por la lucha libre era mayor, más fuerte que la vida bohemia.

Tras su paso por Alcohólicos Anónimos, el retorno al ring fue inmediato a sus 40 años de edad, luego del mal trago de una década, y fue maestro de 56 discípulos, alejando a jóvenes de los vicios, en la arena improvisada en el patio de su casa, en la colonia La Güayulera.

Su Alma Negra, primer personaje, quedó en el olvido y nació otro para los infantes de Saltillo: El Chómpiras. Su oficio era ser policía de Saltillo, pero en el ensogado se convertía en el socio del Botija y ladrón más querido por la gente al regalar dulces y antifaces a los niños.

“Este deporte es para niños de uno a cien años. Si no vas con alma de niño, no puedes disfrutar de un programa de lucha libre. Si quieres ver sangre y golpes rectos y directos, está el box”, explicó.

GREEN DEMON I, REY DEL CLAN DIABLOS

Patriarca de la familia de Saltillo con mayor número de miembros en la lucha libre, Juan Renato Lomelí fue el primero de su línea de sangre en portar máscara y equipo para encabezar años después la hegemonía del Clan Diablos.

Su dinastía supera los diez elementos vestidos con los colores vivos de las llamas del averno y hace del cuadrilátero su propio círculo del infierno.

Con trayectoria de 33 años, el Diablo Mayor triunfó entre los cuatro ángulos ante dignos rivales. Hoy lleva tres años de maestro en la capital coahuilense con 38 discípulos en la Arena Pavillón del Norte.

“Me siento feliz por estar aún en activo, (la lucha) es parte de mi vida y es lo que me gusta más hacer”, confesó el también chofer de máquinas pesadas y Campeón Semicompleto de Coahuila.

Frente a oponentes como Metamorfo (su primera tapa), ganó en luchas de apuesta 28 y las más cotizadas son las “tapas” de los Hermanos Espanto IV y V, obtenidas junto a Green Demon II.

EL JUDICIAL: SU REDENCIÓN

“La máscara yo la perdí con Cristo. Pero hoy lucho una lucha mejor”, comentó Mariano Manzanares, ex luchador y ministro del Centro Evangelístico “La Esperanza”. El rudo de antaño, El Judicial, abandonó hace 14 años sus ruindades en el ring porque no soportó más una vida inclinada al escarnio y vicios.

“Desde que me convertí, la lucha libre no la veo ni en la televisión… Yo le tengo miedo… Le huyo a eso. Mi vicio no eran las drogas o el alcohol, sino la lucha, que lo dejé todo por ella”, apuntó. “El precio de la fama y popularidad es renunciar a todo, trabajo y familia”.

“Una porción en la Biblia dice: ‘Es imposible que camines en el lodo sin ensuciarte’. No fuimos exentos”, dijo. “La máscara te hace aparentar. Aparentas una felicidad que no tienes y dices lo que no sientes”.

Era altivo y vanidoso. Tenía más de 10 equipos diferentes, era considerado el luchador más elegante de Saltillo y valuó en 1 millón de pesos su colección. “Me sentía bordado a mano”, afirmó.

“(La lucha) fue algo que amé mucho, lo tengo en mi corazón”, refirió. Hoy el pastor evangelista se dedica a dar testimonio enmascarado desde el púlpito, cargando fotos y recuerdos como evidencia.

EL MAESTRO PÁJARO AZTECA I

En un local de reparación para televisores y otros aparatos, allí recuerda las gestas del pasado el Pájaro Azteca I, retirado del ring por un infarto sucedido años atrás. Rufián por tres décadas, su carácter obstinado no aceptó dejar la lucha libre, pero se repuso gracias al apoyo del gremio y sus alumnos.

Malo hasta los dientes, Matías de la Rosa se mofó de los técnicos con sus gestos y castigos. Era ave de mal agüero para todos los estetas. “Llegaba haciendo mis payasadas y desgarres como rudo que era. Hacía mi trabajo sanguinario”, dijo.

Aunque tenía habilidades de esteta como el que más, nunca corrompió la esencia del rufián ni privó al público de su grito de batalla: “¡Arriba yo!”. “El técnico se luce a todo su esplendor. El rudo debe de darle la oportunidad”, confesó.

Después de exponer siete veces su máscara, Pájaro Azteca la perdió contra Red Man, pero ganó la tapa del Sarapero I en récord de entrada y desenmascaró a su contraparte Pájaro Azteca II, Manuel Estrada Nuncio. También presume ser el único indultado en Saltillo en un duelo cabellera contra cabellera.

PILOTO 2000, ÍDOLO LOCAL

Eduardo Encina interrumpió la charla para tallar sus párpados. Los ojos irritados por el polvillo que suelta la cantera le pican y le han atraído las burlas de los rudos, que no lo bajan de borracho, pero sabe que no hay remedio. Las bravatas son parte del folclor en la lucha libre.

Piloto 2000 no puede dejar el trabajo con el cual solventa su familia y compra los equipos de lucha. Empezó de ayudante, albañil y obrero; hoy tiene su propio negocio para instalar cantera.

“Mi trayectoria ha sido constante, excepto por una fractura que tuve en mi columna y por la cual estuve a punto de quedar inválido”, recordó. “Cuando andas luchando nunca mides el riesgo. Tú te ciegas, haces el todo por el todo, no te importa la vida. Eso te llena el corazón y un aplauso que se oiga, se oye bien bonito dentro”.

Pero levantó con sus propias manos una carrera de 23 años en las arenas saltillenses. Es ídolo nato, de los pocos que enciende a la afición en la APN o la Obreros del Progreso.

TIBURÓN JR., MARIACHI Y LUCHADOR

“Tiburón, a la vista”, previene la canción que podría anunciar la entrada del gladiador saltillense a la arena. Pero Tiburón Jr. prefiere oír rock durante su ascenso al ring, aunque también podría escuchar música vernácula.

Sabe que es muy bueno y no sólo para las tostadas de ceviche. Por ello el escualo convirtió sus aletas en alas y desde el ring retó la gravedad para atacar con las fauces abiertas. Dando saltos al vacío y serenatas, Tiburón Jr. quiere comerse a Saltillo.

José Eulalio creció entre dos mundos, únicos para el folclor mexicano; pero ambos fueron vinculados por su padre Max, fundador del mariachi San Juan en Saltillo y primer Tiburón de la familia González Luna.

José creció como “El Charalito” desde los 6 años al lado de su papá en la Arena Obreros del Progreso, como la mascota. También aprendió a tocar instrumentos a los cinco años, sus favoritos son la trompeta y el violín.

DESTRUCTOR, MÉDICO RUDO

Su mirada en tinieblas, cada gesto y palabra suya, emanan odio. Pero bajo esa otra máscara de mentiras y su pulcra bata de doctor, nadie imagina que hay un rudo de la peor calaña. No lo sospechan sus pacientes ni los niños del centro médico que atiende día y noche.

Su conflicto está en esa personalidad dividida entre el joven doctor del ISSSTE y el malvado rufián, Destructor. Para colmo no busca remedio a su mal. Es en Saltillo un dos caras, explota el complejo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Contrastan la bondad de uno y la maldad del otro.

”Con la máscara es más divertida la arrogancia. Se pierde mucho, uno deja de ser esa persona cuando se quita la máscara”, dijo. “(Soy rudo) sólo por mi ego, por ser alguien diferente, para hacer, decir y verme como quiero”.

METEORITO, TÉCNICO DE ALTURA

Por su estatura, complexión, estilo de lucha y máscara, es comparado con reyes del aire a nivel nacional como Valiente y Súper Astro. De hecho, el segundo es su ídolo junto a Lizmark Sr. Incluso le conocen en las arenas como “El Pequeño Valiente”.

Meteorito es uno de los pocos gladiadores de Saltillo con una carrera de 20 años hecha por los aires. Sin embargo, entre manchas de aceite, autos y herramienta, admite que debe dejar la magia del pancracio entre semana para volver al trabajo que da alimento y sustento a su familia.

Su sello arriba del ensogado es enfrentar a la muerte en cada salto al vacío y reta a la gravedad cuando hay opción. Despliega sus brazos para surcar el firmamento cual cometa, aunque hecho de carne y hueso, es el único astro que ha sido roto por una mala caída y retirado del cuadrilátero por cinco años.

A la par del azotón y catorrazo, el gladiador domina también desde hace dos décadas otro oficio igual de noble en el taller mecánico. De llaves a llaves, prefiere las de la lucha, pero es un experto en hallarle los defectos a cualquier motor.

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