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Tintín vuelve en colores, a un siglo de la Revolución Rusa

Por Agencias

Publicado el lunes, 16 de enero del 2017 a las 21:34


Dos años de trabajo fueron necesarios para pintar la historieta de Hergé; en ella Tintín y Milú visitan el país de los soviets

La Razón | Ciudad de México.- Hace treinta años, el magnate de los medios de comunicación, Ted Turner, compró los derechos de algunos clásicos del cine. Desde Humphrey Bogart a John Wayne, pensaba que sustituyendo el blanco y negro por unos colores fríos y computarizados, subiría el número de espectadores de estas producciones. Pero se echó a todo el mundo encima y la propuesta acabó muriendo, aunque no el debate sobre la conservación del estado original de las obras de arte.

El gran cuadro del siglo XX, el Guernica, cumple 80 años en blanco y negro original, sin que nadie piense que el genio malagueño será visto con mejores ojos. Picasso decidió renunciar al color y así se quedó el símbolo antibelicista por excelencia.

Pero hay ocasiones en las que se queda uno en tierra de nadie, sobre todo cuando la decisión la toman los herederos del artista. Esto es lo que sucedió con la publicación en Bélgica, de la mano de Casterman, de la primera entrega de las aventuras de Tintín y Milú.

El álbum Tintín en el país de los soviets trae a los personajes de Hergé en todo su esplendor inicial, aunque en color.

Michel Bareau, con la asistencia de Nadège Rombaux, ha sido el responsable de colorear las páginas que Hergé realizó entre 1929 y 1930. Cuando el pasado año se anunció el proyecto, ahora hecho realidad, la viuda de Hergé, Fanny Rodwell, sostuvo a través de un comunicado que de esta manera la historia mejora en su legibilidad, clarifica los dibujos y “sorprende por su modernidad, como si se tratara de un nuevo disco”.

La revolución de 1917. La nueva edición sí que permite que ganen algunos matices, como que Milú sea más blanco respecto a la primera edición en blanco y negro. Lo mismo pasa con los decorados soviéticos en los que transcurre la aventura de Tintín, paisajes nevados y cercanos a la revolución de 1917. Incluso Tintín aparece con un rubio que difiere un poco del color que tendrá su cabello y su célebre mechón en posteriores entregas.

Bareau explicó que su labor en Tintín en el país de los soviets está “por debajo del trazo de Hergé” e indicó que su trabajo ha sido “el de un intérprete”. No ha sido fácil porque para poder trabajar mejor este Tintín, Bareau y Rombaux tuvieron que buscar las planchas originales realizadas por Hergé. De esta manera se eliminaron los defectos de la primera edición.

“Nos pusimos en la piel de una persona del siglo XXI que descubre una obra de principios del siglo XX. No podíamos usar los colores de la tirada clásica de Tintín porque en los años veinte Hergé carecía de esa gama cromática, la técnica de impresión no lo permitía”, apuntó el colorista. Todo ello se ha prolongado durante dos años de muy intenso trabajo.

La nueva edición de Casterman/Moulinsart es una buena noticia para los tintinólogos de todo el mundo, los numerosos seguidores de un reportero que recupera el espíritu de las novelas clásicas de aventuras, una invitación al lector de 7 a 77 años a la evasión, a imaginar otros mundos, aunque en el caso de esta primera entrega debemos tener en cuenta algunos matices.

El 10 de enero de 1929 aparecía en Le Petit Vingtième, el suplemento juvenil de Le Vingtième Siècle, la entrega inaugural de las aventuras de un personaje destinado a ser uno de los iconos del noveno arte. Eran las dos primeras páginas de Las aventuras de Tintín, reportero en el país de los Soviets. Durante 121 semanas los lectores pudieron seguir las andanzas de este héroe de tinta china, junto con su fiel perro Milú en la recién nacida Unión Soviética, todo por obra y gracia de un dibujante belga excepcional llamado Georges Prosper Remi, aunque pasaría a la historia por su seudónimo, el de Hergé.

En una carta a un lector, Hergé explicaba mucho tiempo después cómo había nacido su criatura más famosa. Todo ocurrió en cinco minutos: “La idea del personaje de Tintín y del género de aventuras que iba a protagonizar surgió, creo, en cinco minutos, en el momento de trazar por primera vez la silueta del personaje: con esto quiero decir que el personaje no había llenado mis años de juventud, ni siquiera en la imaginación. Es posible que de niño haya fantaseado imaginándome en el papel de una especie de Tintín: en ese sentido, pero sólo en ése, Tintín sería la cristalización de un sueño, sueño que es un poco el de todos los niños y que no pertenecía en exclusiva al futuro Hergé”.

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