Coahuila
Por Paúl Garza
Publicado el lunes, 6 de marzo del 2017 a las 10:05
Zaragoza, Coah.- A un año de arribar a su centenario de vida, don Arturo Iglesias Castillo, el único sobreviviente de los fundadores del ejido Zaragoza, recuerda y goza a plenitud del cariño de sus 10 hijos, 34 nietos, 45 biznietos y cinco tataranietos.
Una fractura en la rodilla a raíz de una caída y una lesión en la cintura lo mantienen en silla de ruedas, pero eso no lo ha frenado ni lo ha desanimado para seguir dedicándose a la labranza de su tierra y al cuidado de sus chivas, como lo ha caracterizado toda su vida.
-Don Arturo, aparte de su problema en la rodilla, ¿le duele algo más, tiene alguna enfermedad?, se le preguntó.
-“No, para nada, de todo lo demás estoy bien”, fue su respuesta tan sincera y tan humilde, sin queja alguna, con la fuerza aún para agarrar el azadón con sus manos y para abrir los surcos de su parcela, como hasta la fecha lo sigue haciendo, trabajo que por cierto ha sido reemplazado por el uso de modernos tractores.
Enfermo para nada, aunque el paso del tiempo no perdona, don Arturo aún oye, aún ve y todavía puede saludar con sus dedos endurecidos y curtidos a quien se le acerca, así como aplaudir con cierta dificultad, como lo hizo durante el homenaje ofrecido por el municipio a su persona.
Muy consciente del emotivo evento, no perdió detalle y escuchó con atención la voz del locutor Eleazar Adame cuando leyó su biografía y una remembranza de la vida y obra resumida en escasos minutos, pero solamente él sabe de los años de sacrificio, del sudor, del esfuerzo, de las lágrimas, de momentos felices, del cansancio y de sufrimientos para salir adelante con su familia cuyos descendientes se lo regresan ahora con muestras de amor y cariño.
Ahí, desde su silla de ruedas, la memoria le recordó que no todo fue en vano, que deja huella en su unida y numerosa familia, que las imágenes no mienten, las cuales fueron compartidas a todos los asistentes invitados al solemne acto y que puede decir con la frente en alto: Uno cosecha lo que siembra en la vida.
Así de literal como todo hombre de campo, gente de trabajo que no necesita de la tecnología para la crianza y alimentación de sus cabras ni para la siembra de los vegetales, del maíz, del sorgo y frutas para seguir haciendo lo que le gusta, lo que ama y lo que sabe hacer bien con sus tierras y su ganado.
Don Arturo Iglesias nació el 15 de enero de 1918, actualmente celebra sus 99 años de vida, pero ya se prepara, seguramente y en grande, el festejo de su centenario de existencia para orgullo de sus hijos, nietos y todos los familiares y allegados.
En esa biografía se le recordó a don Arturo Iglesias que fue en el año 1950, a los 32 años, cuando salió del rancho de sus padres para aventurarse como uno de los pocos hombres visionarios que vieron en el campo la esperanza de vida en esa década, al sumarse a la fundación de comunidad del ejido Zaragoza y trabajar sus parcelas que le permitiera un mejor porvenir, cubrir sus necesidades y crear una familia.
Precisamente dos años después casó con la señorita Rosa Elia Coronado Ramírez en la parroquia del ejido San Fernando; de esa unión familiar procrearían 10 hijos: Elvia, Juan, José, Daniel, Uvaldo, Hilario, Hilda, Javier, Ricardo y Azucena.
Como en toda familia las adversidades y los logros son parte del crecimiento, altas y bajas forjaron el carácter de don Arturo para continuar con ese legado, con esa herencia y esos valores recibidos por sus padres Agustín Iglesias Castillo y Josefa Castillo Reyes, en el rancho Chipitin.
Un ejemplo de toda una vida de trabajo, forjada en el campo, de esos hombres en extinción y que no se ha dejado vencer por el tiempo porque sigue trabajando con el mismo entusiasmo, alegría y fortaleza desde que salió ese día de la casa de sus padres para formar una familia y trabajar su tierra.
Por todo ello le fue otorgada la Presea Zaragoza 2017 por parte del presidente municipal, Leoncio Martínez Sánchez, además de una placa con su nombre y el escudo del Ayuntamiento de Zaragoza bordado a mano, que lo convierten en un digno ciudadano y un ejemplo de hombre de campo.
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