Espectáculos

Publicado el lunes, 23 de marzo del 2009 a las 21:31
México.- Nadia Haro Oliva llegó de Europa y entregó su vida a sus amores, su esposo y el teatro.
Sentada en el sofá de su sala, toda vestida de blanco, contempla con mirada melancólica la amplia estancia de su casa de la colonia Cuauhtémoc, echada a su lado, Monina, su gatita de color negro, quien ha estado con ella desde hace 10 años.
“¿Sabe? Me da pena y vergüenza ver cómo está mi casa por falta de mantenimiento. No tengo recursos para ello, imposible mantener el mismo ritmo de vida que tuve antes”. Lamenta también que, por su quebrantada salud, haya tenido que dejar de actuar.
Nadia Boudesoque Noblecourt nació en Francia en 1917. “Soy francesa de nacimiento. Yo laboraba como modelo en una casa de alta costura”, fue entonces que conoció al joven militar mexicano Antonio Haro Oliva quien, como esgrimista, acababa de competir en la Olimpiada de Berlín, de 1936. Los deberes del teniente Haro Oliva le obligaron a dejar la ciudad de París y regresar a la capital mexicana. Pero pronto le envió dinero para que lo alcanzara en México y se casaran.
El teatro, su otro gran amor Al regresar de Londres, después de su participación en las olimpiadas de 1948, Nadia se llevó una sorpresa: se entregaría con amor y pasión, al teatro.
“Un amigo de nosotros, Víctor Moya, tenía una compañía escénica, acepté su invitación para formar parte de su grupo; comencé como suplente en Los de abajo, de Mariano Azuela, y me quedé con el papel de La pintada, que me redituó el premio Xochipilli, por mi actuación.
Con Víctor Moya trabajó en muchas otras obras como Madame Bovary. Cuando se levantó por primera vez el telón del Arlequín La hora soñada fue un hito en la historia del teatro en México, le siguieron muchos otros éxitos como La bella y el cardenal y Nina.
La hora soñada rompió todos los records de permanencia en cartelera para la época.
El final de la vida artística Aún así se siente satisfecha por todo lo vivido y cómo lo ha vivido. “Agradezco mucho al público su gran apoyo. Sin él no se puede lograr nada”. La actriz vuelve a emocionarse hasta las lágrimas, al recordar que una señora de Guadalajara le comentó una noche: “Cada vez que vengo a la capital no fallo ni a La Villa de Guadalupe, ni al Arlequín”.
Teatro que da vergüenza “Me deprime pasar frente a mi teatro, me da pena y vergüenza por la obscenidad de las obras que se presentan.”
Desde hace cinco años que murió su esposo ha experimentado un declive total en su vida. “Se me ha hecho complicada, difícil por falta de dinero y mi pésima salud”.
Para Nadia Haro Oliva, toda su vida ha sido su mejor momento. “Fue bella en todos sentidos, con mucho amor. Hoy ya nada es igual, me siento aquí, en este lugar de mi casa, y veo cómo se desmorona todo: las paredes, la pintura, la fachada, mi salud. Todo lo veo con tristeza, jamás pensé que tendría un final así”.
La actriz se siente orgullosa de haber adoptado la nacionalidad mexicana. “Quiero mucho a México, desde un principio me enamoré de Antonio Haro Oliva y, por ende, de su país, con el que me identifiqué desde mi llegada”, dice con voz entrecortada.
“La hora soñada” de Nadia
Se vivían ya los 50 cuando la actriz comenzó su labor profesional escénica. “Fue en 1953 al abrirse las puertas de mi querido teatro Arlequín. Era pequeño, tenía 139 butacas”.
Lamenta la inactividad de hoy, debido a su quebrantada salud. Nadia dejó los escenarios por haberse caído en las escaleras de su casa “Fue el final de mi vida artística. Tenía 80 y tantos años, la obra que interpretaba era Esa monja no, tuvo que suspenderse la temporada”.
Para Nadia, el teatro en México ha perdido categoría.
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