Arte

Publicado el viernes, 1 de agosto del 2025 a las 04:06
Ciudad de México.- Rodrigo Moya, fotógrafo, escritor y cronista de las luchas sociales de América Latina, falleció a los 91 años en su hogar en Cuernavaca, Morelos. Nacido en Medellín, Colombia, el 10 de abril de 1934, llegó a México apenas dos años después de la mano de su madre, Alicia Moreno, y su padre, Luis Moya, escenógrafo que consolidaría su carrera en el cine y el teatro mexicano. A pesar de haber intentado inicialmente una carrera en ingeniería en la UNAM, Rodrigo encontró su verdadera vocación entre luces, sombras y emulsiones: en la fotografía.
Conoció el oficio gracias al periodista Guillermo Angulo, quien lo introdujo al mundo editorial en la revista Impacto. Allí, Moya no solo comenzó a publicar, sino que también se formó como editor de fotografía. Más adelante, sería jefe de fotografía del semanario Sucesos, una plataforma desde donde daría voz a las causas populares que lo conmovían profundamente.
Retratar la verdad
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Lo que a mí me interesó fue el fluir de la vida”, afirmaba Moya según publicó Agencia Reforma, “el quehacer de hombres y mujeres, desde el amor y el juego, hasta la guerra, la muerte y la fe”. Bajo esta premisa, desarrolló una obra visual comprometida, que recorrió desde los campamentos guerrilleros en Guatemala y Venezuela hasta las barriadas marginadas de México. Cubrió con valentía momentos de violencia, represión y pobreza. Pero lo hizo desde la indignación, no desde el morbo.
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No me atemorizaban los hechos violentos. Sentía una cólera terrible”, confesó alguna vez.
En su célebre libro Foto insurrecta, publicado por Ediciones El Milagro, Moya recopiló imágenes de las décadas en que retrató los contrastes de América Latina. En él denunciaba la “vivienda infrahumana, niños abandonados, violencia social y descontento por doquier”. Su cámara fue testigo –y denuncia– de un continente convulso.
Entre sus series más emblemáticas destaca Ixtleros, un retrato profundo de las comunidades campesinas de Coahuila, y la cobertura del movimiento estudiantil de 1968, en la que, como ciudadano y fotógrafo de izquierda, se implicó emocional y políticamente.
Íconos y sombras
No todo en su carrera estuvo marcado por la lucha. También supo acercarse a la intimidad de grandes personajes de la historia cultural y política. En 1964, durante una visita a La Habana en compañía del caricaturista Rius, realizó una de las sesiones fotográficas más memorables del “Che” Guevara: retratos sobrios y humanos, capturados durante una entrevista que hoy son parte del imaginario revolucionario latinoamericano.
Doce años después, en 1976, captó otra imagen icónica: el ojo morado de Gabriel García Márquez, resultado del célebre golpe que le propinó Mario Vargas Llosa. Fue el propio Gabo quien, dos días después del altercado, acudió al hogar de Moya para que lo retratara.
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Él es muy meticuloso, quería documentar ese momento de su vida”, contaría Moya más tarde al New York Times.
En 2019, con motivo de su 85 aniversario, el Centro de la Imagen y el Palacio de Bellas Artes le dedicaron una doble exposición titulada Rodrigo Moya. México / Periferias y México / Escenas. En el homenaje, Moya declaró que, aunque su vista ya no era igual, seguía haciendo fotografías, pues para él la imagen ofrecía posibilidades que no encontraba en el arte ni en la literatura.
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Uno se transforma en lo que fotografía”, decía. “Una foto debe trabajarse con pasión”.
Memoria viva
Rodrigo Moya abandonó el fotoperiodismo en 1967.
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No podía vivir de la fotografía”, confesó, “y sentía disgusto con los directores de los medios”.
Con el auge de la tv, el gran reportaje empezaba a desdibujarse. Sin embargo, su obra nunca dejó de resonar. Desde 1998, ya retirado en Cuernavaca junto a su esposa, Susan Flaherty, se dedicó a ordenar y preservar su archivo.
También incursionó con éxito en la narrativa: su colección Cuentos para Leer Junto al Mar fue merecedora de elogios y premios, confirmando su sensibilidad literaria.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con quien colaboró en proyectos como la documentación del patrimonio y del Proyecto Teotihuacán, lamentó su partida: “Dotado de una lente tanto crítica como contundente, registró los claroscuros de la vida latinoamericana”.
Rodrigo Moya fue, como él mismo se definió, un “fotógrafo de infantería”. Uno que caminó con el pueblo, que retrató la rabia, la ternura y la contradicción del continente con una mirada honesta. Su legado, vasto y vibrante, continúa desafiando el olvido.
Mirada polifacética
Nació en Medellín, Colombia, 10 de abril de 1934.
Llegó a México en 1936.
Estudió fotografía con Guillermo Angulo.
Colaboró para las revistas Impacto y Sucesos (donde fue jefe de fotografía).
Entre sus fotos emblemáticas están: Ernesto “Che” Guevara en 1964, Cuba / Gabriel García Márquez con ojo morado (1976) / Movimiento estudiantil del 68 / Serie Ixtleros (Coahuila)
Obras notables: Foto Insurrecta (El Milagro), Cuentos para Leer Junto al Mar.
Últimas exposiciones: Rodrigo Moya. México / Periferias y México / Escenas (2019).
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