En un país donde el envejecimiento demográfico avanza de forma acelerada, Coahuila revela un rostro tan firme como silenciado: el de más de 352 mil adultos mayores que representan 11.2% de su población, según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Inegi. Pero más allá de las cifras, ellos son protagonistas silentes de historias de trabajo, crianza, abandono y resistencia.
En cada hogar donde los dos padres trabajan, el equilibrio familiar suele depender de un pilar invisible: los abuelos. Son ellos quienes cuidan, educan, transmiten valores y, en muchos casos, se convierten en los verdaderos padres de “segunda vuelta”. Esta realidad, cotidiana y fundamental, no se refleja en la cobertura editorial de los medios, que reducen el Día del Abuelo –28 de agosto– a un desayuno simbólico o una mención en redes sociales.
Coahuila: una vejez que crece en silencio
La edad mediana en el estado pasó de 23 años en 2000 a 29 en 2020. Y aunque para 2050 se proyecta que 20.2% de los coahuilenses será adulto mayor –una proporción más baja que la media nacional–, el reto ya está presente y creciendo: salud digna, acceso a servicios, inclusión activa, y visibilidad real en la agenda pública.
A nivel nacional la tendencia es clara. En 2020 había 15.1 millones de adultos mayores en México; en 2022, la cifra creció a 17.9 millones (14% de la población), y para 2050 se estima que llegará a 33.4 millones, es decir, uno de cada cuatro mexicanos será mayor de 60 años. Sin embargo, su presencia en los medios y políticas públicas sigue siendo marginal.
“Lo urgente le gana siempre a lo importante”, se dice en las redacciones. Pero ya no basta. Los abuelos han sido memoria, sostén y consuelo de generaciones enteras, y es hora de que los medios cumplan su rol: verlos, escucharlos y contarlos.
Padres, no sólo abuelos
En la nueva estructura familiar, donde la crianza recae muchas veces en ellos, los abuelos son reconocidos como figuras paternas por sus nietos.
Ellos permiten que las nuevas generaciones puedan sostenerse económicamente, cuidando mientras los padres trabajan, resolviendo mientras los gobiernos fallan, y educando mientras la velocidad del mundo consume los valores.
Por eso, el llamado no es sólo a “festejar” el Día del Abuelo, sino a convertir agosto en un parteaguas, una agenda transversal que los integre en medios impresos, radio, televisión, redes sociales, y espacios públicos.
De la estadística al rostro
La cobertura debe ir más allá del dato. Los adultos mayores no son un número: son retratos humanos que merecen ser contados. La propuesta para medios y sociedad es clara:
-En la prensa: reportajes testimoniales de abuelos resilientes en zonas rurales y urbanas. Que cuidan a nietos, sobreviven con pensión mínima o luchan contra el olvido.
-En la radio: un programa como Voces que Enseñan , con boleros, música de los 40, relatos narrados por los propios abuelos y entrevistas con especialistas.
-En la televisión: documentales como El Tiempo en sus Manos, que retraten sus historias de vida, junto con mesas de diálogo intergeneracional que confronten percepciones.
-En redes sociales: campañas como #MiAbueloMiRaiz, donde los nietos compartan anécdotas, frases memorables, fotografías y consejos que hayan marcado su vida.
-En los cines: entradas gratuitas el 28 de agosto, y descuentos durante todo el mes, como se intentó hace años con Cinemas Alameda, cuando un empresario comprometido escuchó la idea y respondió: “¿Desde cuándo?”, desde ya”.
-En las iglesias y en las plazas: meriendas comunitarias, música norteña, baile y convivencia. Porque bailar también es memoria.
El valor de un “Gracias, hijo”.
En Saltillo, durante una jornada organizada para adultos mayores, un abuelo se acercó al periodista responsable y le dijo, con los ojos llenos de lagrimas: “Gracias, hijo”. Esa frase –aparentemente sencilla– resume décadas de espera por una mirada, un reconocimiento, un gesto.
Esta nota es más que una propuesta editorial: es un llamado a los medios, a las autoridades y a la ciudadanía. Los adultos mayores de Coahuila –y de México– han dado de todo. Es hora de devolverles no sólo derechos, sino también presencia.
Porque en cada abuelo que camina nuestras calles vive la historia de quienes nos hicieron posibles. Y porque, como ellos bien dicen: dar es más satisfactorio que recibir.
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