La movilidad es un derecho social fundamental como la educación y la salud”. L. R. Gutiérrez.
El viernes pasado el cabildo de Ramos Arizpe, del cual formo parte, autorizó el aumento de tarifas del transporte público bajo el eufemismo de llevar a cabo un ajuste y el simulacro de un convenio con los concesionarios, a quienes revisará un auto denominado consejo de transporte, anodino y opaco.
La autoridad municipal nos anuncia que habrá renovación de unidades, regularización de las mismas. Sin embargo, el convenio que al no tener sanción, es jurídicamente menos que perfecto, verá como otros años, el incumplimiento contumaz de los concesionarios. Además ignora la frecuencia del servicio y la eliminación de barreras físicas y sensoriales a las personas con discapacidad.
En esta misma casa editorial, he escrito dos artículos sobre el mismo tema, uno titulado movilidad urbana (28 de junio 2024) y transporte patchwork (28 de 2025) donde abordan la complicidad electoral entre autoridades y sindicatos corporativos y el tiempo de traslado como parte de la jornada laboral, respectivamente.
Por lo mismo, en esta ocasión, me centraré en el derecho a la ciudad.
Ese uso equitativo del espacio público que permite a todos sus habitantes participar en la creación, desarrollo y gozo de un entorno común.
Para Henry Lefebvre, la creencia en una igualdad jurídica y política de los individuos es una apariencia tramposa para el proletariado, que cuando se deshace se transforma en un instrumento de lucha en el momento que las y los trabajadores exigen terminar con esta simulación.
Uno de los puntos de esta lucha es el derecho a la ciudad para combatir la fractura entre la vida privada y pública a través del ejercicio de los derechos, entre ellos el de la movilidad.
Esta epistemología del espacio que toma de Nietzsche recupera la idea de que el espacio constituye también un lugar de lucha por recuperar nuestra capacidad de definir la forma de la sociedad en la que vivimos y exigirle al Estado la responsabilidad de financiar un transporte digno, seguro y accesible para todas.
Desde la ventana de un autobús, el mundo es una sucesión de instantes.
Que se deshojan y florecen hasta ser rutina.
Juego que no termina
hojarasca al viento.
Ruina en medio de la intemperie
amanceba valimiento y codicia
savia adentro la por la mirada
transitan estudiantes y obreras venidero y sustento donde emergerá la vida.
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