“Altos Hornos de México (Ahmsa) no es solo una de las empresas más grandes de México; es un símbolo de las contradicciones de la economía neoliberal, de la privatización desmedida y de la colusión entre grandes empresarios y gobiernos”, escribe el periodista Édgar London en la nueva edición del bisemanario Espacio 4. “La acerera -recuerda- fue protagonista de un auge económico que la transformó en la columna vertebral de Monclova y del norte del país.
Pero tras décadas de crecimiento, modernización y escándalos, su historia se ha teñido de controversia, corrupción y quiebra.
Desde la polémica privatización de los 90 hasta la detención de su exdueño, Alonso Ancira, Ahmsa refleja la precariedad de una industria sometida a los vaivenes de la política y los intereses de poder.
Hoy, su quiebra oficial deja a la región sumida en la incertidumbre.
“Fundada en 1942 en Monclova, Coahuila, AHMSA nació con el objetivo de consolidar la producción siderúrgica en México y reducir la dependencia de las importaciones de acero.
Bajo la política de industrialización del presidente Manuel Ávila Camacho, y con el impulso del Gobierno federal, se consideró como una pieza clave para el desarrollo económico del país.
No sólo fue una fuente de empleo para la región, sino también una oportunidad para la creación de infraestructura, hospitales y servicios comunitarios que dieron vida a Monclova y otras localidades cercanas.
“Su esplendor resultó particularmente notable durante las décadas de los 50 y 60, coincidiendo con el “milagro mexicano” -una era de crecimiento económico impulsado por el sector industrial-. La empresa se expandió rápidamente, consolidándose como uno de los mayores productores de acero en América Latina.
El Gobierno, bajo la visión de desarrollo económico autosuficiente, la veía no sólo como una entidad rentable, sino como un símbolo de independencia y autosuficiencia nacional.
Esto le otorgó un papel estratégico en el panorama industrial mexicano y fortaleció su relación con el estado.
“En la década de los 80, sin embargo, Ahmsa comenzó a enfrentar dificultades financieras a medida que las políticas de austeridad y los problemas económicos nacionales afectaban a todas las empresas paraestatales.
Los elevados costos de operación, la falta de modernización y los cambios en el mercado mundial del acero llevaron a la empresa a una crisis profunda.
Fue en ese contexto que se introdujo la idea de la privatización como una solución para salvar a la industria siderúrgica.
“El presidente Carlos Salinas de Gortari impulsó una serie de reformas económicas neoliberales en México que incluyeron la privatización de grandes empresas estatales.
En 1991, la siderúrgica fue vendida al Grupo Acerero del Norte (GAN), dirigido por Alonso Ancira. La privatización, en teoría, tenía como objetivo rescatar a Ahmsa de la quiebra, modernizar su tecnología y hacerla competitiva en el mercado internacional.
Sin embargo, el proceso estuvo rodeado de críticas debido a irregularidades y favoritismos hacia ciertos grupos empresariales cercanos al poder.
“Ahmsa, una empresa pública clave para el desarrollo industrial del país, fue vendida por apenas 125 millones de dólares, cuando su valor real estaba estimado en más de 2 mil millones.
Además, la transacción incluyó inventarios acumulados que los nuevos propietarios liquidaron fast track para recuperar la inversión realizada.
Estos hechos generaron señalamientos sobre un modelo de privatización diseñado para beneficiar a empresarios aliados al Gobierno de Salinas.
Según el senador Napoleón Gómez Urrutia, este proceso no sólo significó un remate de los activos de la acerera, sino también un saqueo de los recursos nacionales en favor de compradores privilegiados”.
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