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Publicado el lunes, 20 de octubre del 2025 a las 17:04
Ciudad de México.– El rock and roll, hoy un pilar de la cultura musical mexicana, fue en el pasado un género estigmatizado y sistemáticamente prohibido. Un país donde era casi imposible escuchar o asistir a un concierto de este género “rebelde” no es una ficción, sino el México posterior al Festival de Avándaro de 1971.
Tras este evento multitudinario, apodado el “Woodstock mexicano”, el gobierno de Luis Echeverría, junto a sectores conservadores y medios de comunicación, desató una campaña que tildó al rock como un “escándalo moral” y cultura de decadencia.

El Veto Formal: 1973
El punto de inflexión y formalización de la censura se consolidó en 1973, cuando se ejecutó la prohibición de conciertos de rock en escenarios de gran formato y se endurecieron las sanciones para las estaciones de radio que emitieran el género.
Este cerco cultural provocó que muchas emisoras retiraran el rock de su programación, forzando al género a desaparecer de los espacios mediáticos oficiales. Músicos enfrentaron la cancelación de proyectos, el exilio o el cierre forzoso de sus lugares de presentación.
¿Por qué el Miedo Oficial?
El contexto político de los años setenta estaba marcado por la inquietud oficial ante cualquier manifestación cultural que pudiera movilizar a la juventud o cuestionar el orden establecido.
Avándaro, celebrado en septiembre de 1971 en el Estado de México, fue el detonante. Los reportes de la época, amplificados por la prensa, hablaron de nudismo y consumo de drogas, utilizando el evento masivo como argumento para señalar al rock como un “riesgo social”.
A partir de ese momento, la música fue vinculada al desorden y a fenómenos contraculturales fuera del control del Estado.
Durante el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), las restricciones gubernamentales fueron palpables, haciendo riesgoso tocar o transmitir rock, lo que fomentó la disidencia y la pérdida de valores tradicionales, según la visión oficial.

La Resistencia Clandestina: El Nacimiento del Underground
A pesar del veto, el rock mexicano no murió; se refugió en la clandestinidad. Surgieron los llamados “hoyos fonky”: espacios improvisados en casas, fábricas o clubes pequeños donde las bandas podían tocar lejos del escrutinio público.
Esta resistencia forjó una fuerte identidad propia: desarrollo de letras en español, fusión con ritmos locales y una red artística basada en la promoción “de boca en boca” y la difusión de grabaciones caseras. Esta lucha clandestina fue esencial para su posterior resurgimiento.
El Resurgir en los Ochenta
Las restricciones comenzaron a aflojarse gradualmente tras el sexenio de Echeverría. Las radios retomaron las listas de reproducción, los conciertos públicos reaparecieron y el rock en español emergió con fuerza. La década de 1980 marcó el inicio de una de las etapas más prolíficas del rock nacional, con nuevos grupos, festivales masivos y un reconocimiento público que hoy incluye museos y proyectos de preservación dedicados a honrar esa difícil historia.
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