Arte
Por Christian García
Publicado el martes, 12 de noviembre del 2024 a las 04:10
Saltillo, Coah.- Para Mónica Lavín “el cuento es un formador de lectores”, una historia que encierra el mundo en unas cuantas páginas, pero que, a cambio, exige concentración del lector para ir encontrando las pistas y los símbolos que invocan y evocan esos universos particulares. Para ella, hay una tradición personal que parte de los estadunidenses Ernest Hemingway, Raymond Carver, John Cheever, Carson McCullers y Flannery O’Connor, pasa por el irlandés James Joyce y su volumen Dublineses, y se aterriza en los clásicos mexicanos como El Llano en Llamas.
Libros de cuentos y maestros del género que la llevaron a escribir su primer libro Cuentos de Desencuentro y Otros en 1986, y al que ahora regresa con El Lado Salvaje (Tusquets, 2024). Título en el que de forma taimada y tranquila, la escritora desgaja poco a poco una serie de existencias que están al borde del abismo: de la insondable maldad pero también del vacío personal. Todo ello, rindiendo un homenaje a algunos de los cuentistas que la han marcado.
Lavín apunta que ella nunca ha “dejado el cuento, porque así fue como nació mi escritura, y aunque esté escribiendo novela, el cuento es mi otra relación con las preguntas que hago. Creo que uno tiene preguntas y quiere aproximarse a alguna clase de respuesta sobre nuestras acciones, nuestras fragilidades, nuestras decisiones de la condición humana, y ante ello el cuento me permite elaborar preguntas múltiples en espacios múltiples”, comenta en entrevista con Zócalo.
Así, cada relato es una forma distinta de observar a sus creaciones, de moverlos de un forma diferente que la lleve a otras respuestas. Son, como decía Raymond Carver, pequeñas ventanas que permiten espiar el mundo sin que el otro se entere.
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En el cuento hay una exigencia del género que me pide explorar sus posibilidades, que son maneras de abordaje distintas, voces, hasta la forma dentro de lo canónico que es el cuento, pero esta sensación de que lo puedes tener redondo, en un esfuerzo de mucha fineza con el lenguaje, con la cadencia, la música.
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Todos esos elementos permiten que no sea un trabajo que te exija saber mucho del personaje, sus claroscuros, sino esos espionajes súbitos, de asomarte a cosas, y por lo tanto tiene un espíritu quizás más adrenalínico, que responde a parte de lo que yo puedo ser en la escritura”, explicó.
El Lado Salvaje consta, así, de 23 historias en las que el lector acompañara a sus personajes por situaciones que parecen cotidianas pero que, a pulso de sus mismos protagonistas, se convierten en experiencias límite que los ponen en contacto con lo oscuro en muchos sentidos: la otredad, los paisajes y su propia vida.
Un ejemplo de ello es Manglar, la historia de una escritora que se interna en un pantano de Florida y poco a poco se siente observada por un hombre que, como si fuera un caimán, acecha a la espera… ¿o es todo idea de la mente creativa de la autora? Así, Lavín juega con las ambigüedades y las extrañezas para hacer dudar al lector.
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Lo que a mí me gusta de la lectura del cuento es que son rendijas, son solamente un espacio por el que puedes meter las narices o colocar el ojo y a partir de eso lo demás es sospecha. Esa sospecha que permite el cuento, que es darle rienda suelta a la imaginación detrás de algo que es una instantánea, un instante. Entonces hay una tarea detectivesca detrás de la escritura, que en el cuento surge de manera quizás más atrevida, porque solo tienes este estrecho margen para crear algo que inquiete y que quieres revelar.
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Pero primero tienes que revelarte a ti qué es lo que te inquieta y eso te lleva a la historia en donde detrás de los gestos humanos, detrás de lo nimio, detrás de lo que no parece importante, está lo importante. Nuestra vida se parece más a los cuentos de Carver, que son gente común y corriente, y por eso a mí también me gusta tratar a los que son como uno, pero puestos en estas situaciones, o sea, saber qué pasaría si, o qué hay detrás de una mirada triste, o de un acto a veces inexplicable, o paradójico, o inusual también, o insólito, pero detrás están las vidas normales, pero ¿qué hay? Nada es vida normal, en realidad nada, eso es lo que quiere decir el cuento, nada es vida normal, nada debe pasarse por alto”, ahondó la también autora de Yo, La Peor.
Sobre el relato, ahonda Lavín, es un cuento que fue traducido y publicado primero en Estados Unidos, y apunta que es junto con el que abre el libro, un gran ejemplo de la poética de este volumen: los lados oscuros que no se quieren observar ni reconocer; aquellas palabras que no se dicen, que no rompen el silencio entre los otros, y que nació de una experiencia personal.
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El Manglar es un buen ejemplo de El Lado Salvaje, porque no sabes si el lado salvaje está afuera o está adentro de la que miras. o estuve en un lugar en Florida, es donde se me ocurre la historia, en ese paisaje, en esas caminatas, donde hay cierta desolación, donde ese espíritu gregario que tenemos los latinos, no está, en donde la violencia nos puede saltar desde cualquier ángulo, esta idea de que el otro es un enemigo, pero a veces lo otro es lo que trae uno adentro, a veces es el miedo lo otro, entonces me gustó la posibilidad de escribir ese cuento en ese paisaje entre mar y río”, además, apunta, “los manglares son ecosistemas de lo incierto, frágiles, son ecosistemas que sucumben muy fácilmente con la intervención humana. Entonces esta fragilidad del paisaje me parecía que podía hacer eco muy claro con la fragilidad de las personas, o con la fragilidad de alguien que cree que la escritura es tener todo bajo control, porque no es así, es sólo jugar a que tienes las cosas bajo control, a que tú diriges el destino de los personajes. Entonces si ese es el oficio de este personaje, la realidad le depara una sorpresa, una especie de incomodidad que no puede controlar. Esa idea de lo que se sale de control es parte de lo que subyace en muchos de los cuentos de El Lado Salvaje”.
Por ello, este nuevo libro de Lavín es, también, una propuesta reflexiva y personal sobre el género, en el que uno nunca lee el mismo cuento, según la escritora, pues el tiempo también pasa dentro de esas páginas aunque sigan siendo las mismas son, a la vez, otras.
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Me parece que un buen cuento es una pieza, no es un libro de cuentos, porque en el cuento hay que hablar de el cuento mismo. Sí, el autor puede tener numerosos cuentos en un libro, pero es un cuento, por sí mismo, el que te cimbra,y por eso lo puedo leer tantas veces para descubrir algo diferente de mí, o del texto, desde la escritura, de la técnica, de las imágenes, de la cadencia, y entonces hay una especie de banquete permanente”, concluyó la escritora.
A LEER:
El Lado Salvaje
Mónica Lavín
Tusquets, 2024
232 páginas
272 pesos
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