Ahí por los primeros 20 años del siglo pasado, operó en esa zona una fábrica de capital y tecnología alemana, que cerró sus puertas; luego fue reabierta por el Gobierno norteamericano que aprovechó una planta desértica denominada guayule para la extracción de “hule”, que tuvo diversos usos, principalmente para la fabricación de llantas para automóvil e implementos bélicos, utilizados por el Ejército de Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial.
Doña Camila Flores Rodríguez heredó de su marido Manuel Malacara una extensa porción de tierras, como solía decirse antaño, “hasta donde alcance la vista”, y todavía daban vuelta por detrás del Cerro del Pueblo.
Desde su finca –una bella residencia campestre de tres pisos– en la granja que poseía en la Guayulera, se dominaban y sus propiedades.
El enorme rancho con granja y huerta fue adquirido por el matrimonio Malacara Flores a don Crescencio Rodríguez, otro hombre muy adinerado, quien murió ahogado en el Arroyo del Pueblo cuando la corriente se llevó su auto y en cuyo honor este sector se denomina Rodríguez Guayulera.
Doña Camilita y don Manuel Malacara procrean ocho hijos: cuatro mujeres y cuatro hombres. Entre ellos el más destacado Raúl Malacara Flores.
Esta propiedad de la Guayulera era tan extensa, que ahora sus terrenos los ocupan más de 30 colonias, entre ellas: Chamizal, El Bosque, Los Cuernitos, La Minita, La Peñita, Santa Teresa y Patria Nueva. La casa grande y la huerta de doña Camilita se ubicaba en la actual colonia Beta Centauro y en lo que fue el edificio del automercado De las Fuentes. En lo alto existió aquella otra casona, la de don Raúl. La granja llegaba hasta las colonias Del Valle, Universo, Valle de las Flores Popular, Brisas del Valle.
Doña Camila era una gran mujer emprendedora. Rentó la hacienda de Santa María en Ramos Arizpe, a finales del siglo 19 y hasta el año de 1915, año en que compró una huerta –en pleno Centro Histórico de Saltillo– que se extendía en una manzana entre las calles General Cepeda, Escobedo, Ramos Arizpe y Bravo, donde vivió con sus hijos al enviudar. Unos de sus hijos nacieron en la Hacienda de Santa María y otros en el Centro de Saltillo. Y fue en 1935 cuando compra y lleva a su familia a su granja de la Guayulera donde reside hasta morir, en 1960. Fue también, dueña de otras propiedades como la huerta de Chapultepec, donde está hoy El Chapulín.
De la Guayulera salía “el carretón de la leche”, el que se volvió parte del paisaje citadino y servía para el reparto de los productos lácteos por las calles de Saltillo, de 1942 a 1960. Las vacas y otros animales pastaban en donde ahora se levantan las colonias del poniente de la ciudad. Vendían quesos, crema, maíz, frijol, verduras, flores y frutas, pero la leche era lo fuerte. Fue Raúl Malacara Flores quien hizo posible los sueños de su madre y a quien se debe el desarrollo de la granja. Fue político, diputado, ganadero y juez civil.
En la granja había viñedos, legumbres y desde luego membrillos, duraznos, perones, naranjas, limas y limones; era su arquitectura de tipo americano y atrás de esta residencia había una gran alberca.
La Compañía Explotadora de Caucho Mexicano, S.A., conocida comúnmente como “La Guayulera”, empezó a operar en 1903 en la colonia Rodríguez para producir “hule” del guayule.
En 1918 había una planta laboral de más de 50 trabajadores. La fábrica era inicialmente propiedad de alemanes, la cual cerró en 1920 y fue reabierta en 1943 por el Gobierno estadunidense para extraer “el hule” del guayule para llantas y objetos militares utilizados en la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la contienda bélica, también acabó la Guayulera.
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