Vida
Por Siboney Alvarado
Publicado el sábado, 2 de noviembre del 2024 a las 13:02
Piedras Negras.- Llega noviembre y con este mes, la celebración de una tradición ancestral. Esa que fusiona el misticismo, herencia de culturas prehispánicas, con el catolicismo, que en el día uno recuerda a “todos los santos”, y en el día dos, a “los fieles difuntos”.
Es momento de altares que con cada uno de sus elementos evocan en sus ofrendas a personas que pasaron a un camino sin retorno, “la muerte”.
Pero, además del colorido del papel picado o crepé que da forma a las flores de cempasúchil, las coronas, las visitas al panteón, la música tradicional o las catrinas, hay una etapa de la que poco se habla, es el preámbulo de alguien que muere y cuyo cuerpo en estado inerte es alistado para el último adiós.
Es conocida como la tanatopraxia, una técnica realizada por expertos que consiste en la preservación física y estética de cadáveres; coloquialmente se refiere al “embalsamamiento”, una actividad de origen milenaria, restringida a personas que para su práctica deben tener una licencia que es renovada con periodicidad.
“ Todos estamos llamados para algo en la vida, la de embalsamador es una labor poco convencional, pero que alguien debe hacer y personalmente es lo que elegí”, dice Rito Valdez García, que heredó el oficio de su padre y su abuelo paterno.
En 1934, comenzó el negocio funerario de su familia en Zaragoza, Coahuila; 20 años después en 1954, su padre Rito Valdés Salinas, (f) –expresidente municipal de Piedras Negras de 1990 a 1993-, continuó el legado que se ha mantenido vigente hasta la cuarta generación.
Para trabajar como embalsamador, actividad que comenzó a los 15 años de edad, en 1976, Rito Valdez García
“ Para ejercer recibimos una licencia estatal que se renueva cada dos años, se aprueban exámenes escritos y físicos ante tres sinodales, te llevan hasta los cadáveres y te dicen sácame la arteria carótida, (es considerada el conducto principal por donde pasa la sangre hasta la cabeza) o te piden sacar la femoral, que irriga la sangre hacia las extremidades inferiores.
Aplicar la técnica para conservar el cuerpo en un estado físico óptimo implica el manejo de formaldehído o formol, que es inyectado en cavidades del tórax y abdomen una vez que ha sido drenada la mayor parte de la sangre.
La experiencia más difícil
Para Rito Valdez, que ha dedicado la mayor parte de su vida a los servicios funerarios, reconoció que embalsamar el cadáver de un menor de 15 años cuando tenía un hijo de esa edad o sus hijos pequeños, ha sido de las experiencias más difíciles al realizar su trabajo.
“ Es algo para lo que uno tiene que estar preparado, en mi caso, crecí en la funeraria, a los 15 años vi a la primera persona embalsamar y a esa edad comencé, mi papá -que había tomado la capacitación en la Ciudad de México con personas que vinieron de California-, me enseñó, así aprendí la técnica de Estados Unidos”, dijo.
“ Te acostumbras como en cualquier otra actividad, sin embargo, la diferencia entre un enfermero o un médico es que la persona se queja y contigo no; trabajas más tranquilo, es una labor que alguien tiene que hacer”, reiteró.
Embalsamar comprende un conjunto de métodos que inician con la desinfección del cadáver, se preserva el tejido corporal y el propósito es que quede lo más parecido a cómo la persona era en vida.
“ Hay diferentes técnicas que se aprenden con el tiempo y nuestra función es presentarlos con un semblante tranquilo, que se suavice la rigidez o inexpresividad que se pierde al morir y esto se puede lograr con masajes, aplicación de productos como ceras, cremas, colorantes y algodón para absorber los fluidos e incluso botox, para que familiares y amigos se queden con el mejor recuerdo de su ser querido”.
“ Al fallecer toda persona comienza a perder a partir de los primeros minutos temperatura y la oxigenación y da paso al proceso de descomposición del cuerpo, lo que hacemos es drenar la sangre por la yugular y comenzamos a inyectar formol directamente”.
Para lograr el aspecto natural con la tonalidad adecuada, se utilizan sustancias específicas; el proceso de preparación puede variar entre una hora y media y dos, de acuerdo a la condición física y de salud que la persona haya tenido en el momento de su muerte.
“ Es crucial el tiempo para la extracción de la sangre ya que al formarse un coágulo, puede provocar la autolisis que es la descomposición celular, por lo que entre más rápido se embalsame es mejor”, añadió.
“ Por ejemplo si una persona murió de hepatitis y le inyectas un colorante rosa, puede tomar un color verdoso; aunque normalmente los cuerpos son preparados para un lapso de 15 días en tanto se realizan los servicios funerarios, hay casos en los que una persona se puede conservar sin descomponerse hasta seis meses”.
Añadió que el embalsamamiento es obligatorio por disposición oficial para conservar los cadáveres si el tiempo de exposición es mayor a 24 horas, con la posibilidad de perdurar un poco más si están en refrigeración.
“ Por orden sanitaria, las personas deben ser embalsamadas o refrigeradas de no ser sepultadas en menos de 24 horas, si no se embalsaman el cuerpo se comenzará a descomponer y la misma naturaleza obligará a congelarlos o sepultarlos; se deben tomar en cuenta las cuatro horas que pueden permanecer sin el procedimiento”.
Sobre el manejo de los líquidos como la sangre que es extraída, son tratados con químicos especializados que se vacían en recipientes para su confinamiento final y evitar cualquier contaminación en el sistema de aguas residuales de la ciudad.
Un antes y un después del Covid 19
La pandemia del Covid-19 representó un antes y un después para los servicios funerarios, por el cambio en el tratamiento de las personas fallecidas, entre los más notorios sobresale el aumento en el servicio de cremación.
“ En la pandemia se tuvo la creencia que al morir las personas representaban un riesgo de contagio, después se supo que el peligro estaba en las personas que acudían a la velación; a partir de entonces se redujo el lapso de tiempo que los cuerpos permanecen en la funeraria”.
A nivel local, antes el cuerpo podía ser velado las 24 horas, mientras que en Eagle Pass el horario era hasta las nueve de la noche, en la actualidad, hay familias que deciden velar a la personas hasta por un periodo de cuatro horas antes de cremarlos o llevarlos a la sepultura.
“ Anterior al Covid, si en un mes se atendía a 40 personas, cinco eran cremados y el resto sepultados, ahora los casos en lo que se opta por la cremación se ha triplicado”, dijo.
Al recordarse este dos de noviembre el día de muertos, una fecha en la que se rinde tributo a la memoria de las personas que han fallecido, Rito Valdez no tiene empacho en asegurar que embalsamar es y ha sido su vocación.
“ Es algo que me gustó bastante hacer y hasta la fecha si puedo todos los días, lo hago, me gusta que los cuerpos de las personas presenten su mejor versión en su despedida”.
De tres hermanos, uno decidió ser médico, otro estar al frente del panteón Santo Cristo y él es el único que siguió el oficio que también ejerce Aarón, uno de sus hijos.
El entusiasmo con el que compartió desde el escritorio de su despacho, -en las instalaciones de la funeraria familiar-, el gusto por su trabajo, hace recordar la esencia de lo que el autor Robert Greene describe en su libro “Maestría” (2013).
Se trata de una reflexión sobre la misión que una persona tiene en la vida, el proceso de maestría que va más allá de lo académico, que se logra en el pleno dominio de las habilidades que lleva a las personas a hacer de su trabajo un arte.
“ Llevo atendidos más de 10 mil casos; trabajé en una funeraria en Dallas, Texas en donde atendíamos a más de 60 personas por mes; en San Antonio llegamos a recibir hasta 120 cuerpos, éramos los rockys, me tocaba embalsamar sin parar”.
Añadió que como profesión es una labor muy bonita, fuera de los mitos que puedan rodear el contacto con una persona que ha muerto.
“ Todos tenemos un ciclo en la vida, por diferentes circunstancias unos fallecen primero y otros después, sin embargo, toda persona tiene derecho a mostrar su mejor imagen aun en su último adiós”, dice Valdez, que se encargó de conservar el cuerpo de sus abuelos, su padre y hace poco a su madre Alicia García de Valdés.
“ Cuando murió mi mamá hace poco, sabía que nadie la iba a dejar tan bonita como yo, igual que mi papá, que con mis abuelos o primos, sé lo que sé hacer y que lo puedo hacer mejor que nadie”.
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