Una leyenda urbana, que, aunque usted no lo crea, ¡sucedió!
Hubo en Saltillo de la década de los 90, uno de esos lugares ahora conocidos como antro, el TexMex, propiedad de un polifacético individuo de nombre Víctor Dávila, también dueño de uno que fue un famoso restaurante, donde el platillo era una especie de pan árabe relleno de carne de res, rociado de una rica salsa.
El TexMex era un exclusivo lugar que ofrecía bebidas alcohólicas y baile, donde el atractivo principal era el toro mecánico y la famosa fiesta de rodeo, casi todas las chicas y chicos iban vestidos a la vieja usanza vaquera norteamericana.
Una noche, no recuerdo la fecha, una noticia, como dicen ahora, se hizo viral. Aunque no era aún popular el internet o el celular, pero el hecho, aunque parezca leyenda, hay muchos que aseguran que fue verdad.
Un guapo galán, dicen los que lo vieron, llegó al recinto de marras (en desuso o de antaño) y sacó a bailar a una “morrilla” de buen ver. Hicieron amistad y ella le pide al joven algunas bebidas, ya medio alcoholizados el chavo decide subirse al toro mecánico y aguantó más tiempo de lo acostumbrado.
Dejaba que el cuerpo ondeara como una bandera y se balanceaba siguiendo los movimientos del toro mecánico. Y para mantener el equilibrio levantaba la mano izquierda dominante en el aire, tal como hacen los propios cowboys.
Al finalizar el juego, al vaquero se le salió una bota, y para muchos de los testigos fue una terrorífica impresión, pues en lugar de pie el hombre mostraba una pata de cabra, lo cual, es lógico suponer, originó la expectación de los concurrentes que lo vieron. El hombre desapareció y, aunque usted no lo crea, cuenta la leyenda que la chica salió enseguida en su automóvil y dicen las malas lenguas que en el trayecto a su casa se estrelló contra un arbotante y murió, “para unirse con el diablo”.
¿Usted, cree?
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