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Coahuila

El derecho a proteger nuestra energía

Por Irene Spigno

Hace 4 semanas

Existen personas que suelen transformar cualquier evento triste o doloroso de sus vidas en una película dramática. En algunos casos, no solamente producen una película, sino que una serie con muchos episodios y articulada en diversas temporadas. Hay personas que, cualquier cosa les pase, suelen generar una narrativa enfocada en sí mismos. Estoy segura de que, querida persona lectora, tú también conoces a alguien así. ¿O quizás tú misma eres una de ellas?

Me explico un poco más. Todas y todos, en alguno o muchos puntos de nuestra existencia, vivimos momentos difíciles. Las razones de estos momentos pueden ser infinitas, y como no se trata de una competencia para ver quién sufre más o tiene menos suerte, podemos decir que enfrentar situaciones duras es parte inherente de la vida misma.

Cada persona tiene su historia, contexto, fortalezas, debilidades, y áreas de oportunidad. Cada ser humano es único, en el sentido más amplio de la palabra. Sin embargo, hay quienes tienen la convicción de que lo que ellos viven es más grave e inclusive más importante de lo que sucede a las demás personas. Actúan como si el mundo girara en torno a ellos o como si existiera una conspiración permanente en su contra.

Querida persona lectora, te voy a dar unos elementos más para poder identificar este tipo de personas. Normalmente, son aquellas personas que tienden a monopolizar cualquier conversación, mostrando poco o ningún interés en escuchar lo que los demás puedan decir.

Esto se evidencia tanto cuando cuentan algo positivo que han hecho como cuando relatan algo que les hace sufrir, configurando siempre sus discursos en torno a su propia experiencia. Pero no se trata de una expresión genuina de emociones. Lo que hacen es descargar sus vivencias sobre quien escucha. No comparten: imponen.

Este tipo de personas se pueden identificar muy fácilmente también porque cuando reciben una posible ayuda u opciones de solución de sus problemas, suelen rechazarlas bajo el argumento que nadie más puede comprender lo que les pasa, porque su situación es supuestamente única.

En breve, utilizan a quienes los rodean de manera egoísta, como si fueran un saco de boxeo que tiene que aguantar los golpes que recibe para que la otra persona pueda desahogarse o mostrar lo bien que lo está haciendo. Así como el saco de boxeo es un objeto, este tipo de personas consideran a sus interlocutores como receptores pasivos, para absorber sus quejas o validar sus virtudes.

En ambas situaciones, este tipo de personas drenan las energías de quienes los escuchan. Drenan nuestra energía cuando nos exponen a sus dramas sin una intención real de buscar soluciones, y también lo hacen cuando nos consumen tiempo para ensalzarse a sí mismos. Son vampiros energéticos. Hablamos de este tipo de personas hace unos meses al tratar del derecho a la desconexión, para indicar todas aquellas personas que aparecen sólo cuando necesitan algo y desaparecen en cuanto han conseguido atención, consuelo o validación.

Alejarse de estas personas no es fácil, sobre todo si uno tiene la tendencia a cuidar o apoyar a los demás. Pero es necesario aprender a proteger nuestra energía. Esto no implica volverse egoísta ni negarse a acompañar a quien lo necesita sinceramente.

Tenemos que aprender a distinguir entre quienes de verdad necesitan y quieren nuestro apoyo y quienes, aunque aparenten algo distinto con sus palabras o comportamientos, en realidad no quieren nuestra ayuda. Lo único que quieren es drenar nuestra energía, porque a través de ella pueden alimentar sus dramas o exaltar sus egos. En este tipo de situaciones, una vez más, tenemos el derecho de poner un límite y alejarnos de todas aquellas situaciones y personas que nos quitan paz mental y tranquilidad.

 

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