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Coahuila

El Nigromante y el clero

Por Rodolfo Villarreal Ríos

Hace 1 año

Inicialmente, habíamos escogido para esta colaboración continuar con la perspectiva económica que sobre el libre cambio tenía el intelectual más brillante de LOS HOMBRES DE LA REFORMA, Juan Ygnacio Paulino Ramírez Calzada. Sin embargo, al momento en que la escritora, María Elena Laborde Pérez Treviño, amablemente, nos observara que ese era el nombre completo de El Nigromante, al tiempo que nos obsequiaba una copia de la fe de bautismo de este personaje, decidimos cambiar el tópico. Como sucede en muchos casos, independientemente de lo que sus padres hayan decidido en asuntos religiosos, El Nigromante escogió otros caminos y optó por alejarse de la clerecía y sus anatemas para convertirse en un personaje racional muy incómodo a los ojos de quienes exigían obediencia a ciegas mientras iban a Europa en busca de un príncipe extranjero que nos viniera a domesticar. En ese contexto, decidimos revisar lo que respecto al clero escribiera, en abril de 1867, aquel a quien, el 24 de junio de 1818, bautizara el cura Remigio González en la parroquia de San Miguel Arcángel en Uriangato, Guanajuato. Aun cuando nos pareciera escuchar la voz de una de las dos personas que podían amonestarnos y recomendarnos no meternos en estos tópicos, mientras nos decían, “no escribas sobre ese tema, nadie te va a leer.” Pero qué le hacemos, somos unos necios.  Ahí vamos bajo la premisa de que los asuntos de como cada uno lleve su relación con el Gran Arquitecto son del ámbito privado y muy respetables. Lo nuestro nada tiene que ver con tópicos teológicos son puramente terrenales.

Ramírez Calzada iniciaba su escrito con dos preguntas: “¿Los miembros del clero son ciudadanos? Si desean disfrutar ese carácter político ¿A qué requisitos deberán sujetarse? Estas cuestiones son interesantes para la patria, porque se versan sobre un número considerable de mexicanos que formarán por mucho tiempo una clase poderosa. Veamos, pues, si entre la constitución actual del clero y nuestras instituciones, existe un antagonismo irremediable.” Lo que viene a continuación podría incomodar a varios.

El Nigromante señalaba que “la jerarquía eclesiástica es muy sencilla: Papa, obispos y clero bajo; el clero bajo depende enteramente de los obispos, y todos están subordinados al papa. Esta clase de gobierno es una dictadura. Las facultades del pontífice dictador comprenden el dogma y la disciplina; la teoría y la práctica; las creencias y las acciones; el entendimiento y la voluntad; el hombre entero”. No olvidemos que quien entonces ejercía el cargo de jefe de la iglesia católica era el ciudadano Giovanni Maria Mastai Ferretti, el papa Pío IX.

En ese contexto, indicaba Juan Ygnacio Paulino, “el dogma no se funda en la razón, sino que supone en el oráculo autoridad, inspiración, y en los demás exige fe y obediencia. La disciplina tiene por objeto principal, asegurar la subordinación de los individuos y la independencia de la sociedad a que pertenecen. Obrando sobre la fe, el papa, ha sancionado que todos los principios de que se compone la Constitución Mexicana son una herejía. Obrando sobre la obediencia, el papa exige al clero la vida celibataria; sostener una lucha constante contra nuestras autoridades, y conspirar por la destrucción y descrédito de nuestras instituciones. Resultado de este sistema: el clero mexicano, acaudillado por el papa, y seducido por una promesa, vendió la independencia de la República a los franceses y el incienso de los altares á Maximiliano.” Como ejemplo de cuan cierto es todo lo mencionado a lo largo de este párrafo, nos encontramos que en cuanto el austriaco barbirrubio no estuvo dispuesto a someterse sin chistar a los designados de quien buscaba se nos convirtiera en un principado teocrático, pues le retiraron el apoyo y lo dejaron al garete con el segundo imperio de opereta bamboleante. En base a situaciones como esas, Ramírez Calzada planteaba la respuesta que habría de darse.

De entrada, precisaba que “esto es el clero, pongamos a su frente las leyes constitucionales”. A partir de eso, planteaba disyuntivas diversas en las cuales decía: 

A) “El pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales”. El clero dice: “Los derechos del hombre están sometidos a las resoluciones del pontífice romano”. Ninguna persona, ni ayer, ni hoy, tiene porque estar sometida a los designados surgidos de los jugos gástricos de un individuo independientemente del cargo, revestido de lo que se quiera, que desempeñe.

B) “La enseñanza es libre.” El clero dice: “Está sometida al papa”. La forma única en que el individuo sea capaz de acceder al conocimiento es mediante el acceso a las diversas perspectivas que sobre un tópico especifico se presenten. A partir del análisis puede determinar que de positivo y negativo tiene cada una de ellas y de ahí construir un pensamiento propio, pero jamás aceptar como verdad absoluta nada por el simple hecho de que lo diga un fulano investido o no de supuestos poderes celestiales o terrenales temporales.

C) “La ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por causa de trabajo, de educación o de voto religioso.” El clero dice: “El papa tolera la esclavitud, mantiene los votos religiosos y no permite el divorcio en el matrimonio”. ¿Cuántos de los católicos de hoy podrían manifestarse en contra de lo que la ley mexicana establecía en 1867 y que tantos podrían justificar esa postura papal?

D) “Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia”. El clero dice: “El Papa tiene prohibidos los escritos más notables, y castigaría a sus autores si pudiera.” No olvidemos que Pío IX estableció un listado de libros prohibidos los cuales, por lo tanto, deberían de ir a la hoguera tal y como antes de él se hiciera durante el dominio del Tribunal de la Inquisición y años después fuera práctica común en la Alemania de la bestia austriaca.

E) “En la República Mexicana nadie puede ser juzgado por leyes privativas, ni por tribunales especiales.” El clero dice: “Nosotros para toda clase de negocios, no reconocemos más leyes que las del papa, ni debemos tener otros tribunales si no son los eclesiásticos”. Aun cuando hoy se oculta, la postura clerical prevalece, Si alguien lo duda, pregúnteselo al clérigo que más confianza le tenga y vera cuál es su respuesta ante la disyuntiva de cumplir con las leyes de nuestro país y la obediencia a Roma. De vez en cuando, un charalito” va a parar a las cárceles, pero a los ‘peces gordos” se les envía al retiro espiritual y la meditación.

F) “En todo juicio criminal, el acusado tendrá las siguientes garantías.” El clero dice: “Nosotros condenamos a muchos sin concederles ningunas de esas garantías.” La construcción de la nación nueva pasaba por la aspiración a la prevalencia de la justicia, lo otro fue la práctica común desde los tiempos de la Conquista hasta mediados del Siglo XIX.

G) “Ninguna corporación civil ó eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, denominación u objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces.” El clero dice: “No solamente las corporaciones eclesiásticas pueden ser propietarias de bienes raíces, sino, lo que, es más, esos bienes se espiritualizan en las manos del clero, y arden en anatemas para toda mano profana que los toque. Esto lo hemos defendido hasta en los campos de batalla.” Aquí estuvo el gran combate y la condena que hicieron a LOS HOMBRES DE LA REFORMA quienes le rompieron al clero el espinazo de sus bienes. Por ello, el arzobispo de México, José Lázaro De La Garza y Ballesteros, lástima de inteligencia desperdiciada al servicio de un poder extranjero en causas adversas a México, se manifestó en contra de las Leyes de Reforma. Claro que tiempo después, extorsión previa, el presidente Díaz Mori les permitiría recuperar lo perdido y acrecentarlo vía hombres de paja muy píos.

H) “Es obligación de todo mexicano defender la independencia, el territorio, el honor, los derechos, los intereses de la patria.” El clero dice: “Todo eso lo sacrificamos, y lo hemos sacrificado, a la independencia, bienes, honor, derechos e intereses de los eclesiásticos.” Ni para que ahondar, desde la lucha por la independencia hasta la reyerta inútil las muestras son muchísimas e innegables.

I) “La calidad de ciudadano se pierde: Por servir oficialmente al gobierno de otro país, o admitir de él condecoraciones, títulos o funciones sin previa licencia del Congreso federal”. El clero dice: “Nosotros en todas esas prohibiciones, obedeceremos al papa, quiera o no quiera el Congreso.” Los comentarios sobran.

J) “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo”. El clero dice: “El papa ha declarado que ese principio es una herejía. Al escuchar esa constante, sistemática, sediciosa oposición, nosotros no preguntamos: ¿por qué los eclesiásticos no pueden ser diputados? sino ¿por qué se les tolera en la República?” ¿Se imagina usted, lector amable, que nos hubiera sucedido si aquella generación de HOMBRES no hubiera tenido los redaños para realizar los cambios?

“Es innecesario examinar los títulos de la Nación y los de la Iglesia; buscaremos solamente en el terreno de la práctica, si es posible que los miembros del clero, emancipándose de la corte romana, protesten con toda solemnidad someterse a las prescripciones constitucionales y a sus consecuencias: entonces tendrían un derecho indisputable para ser ciudadanos. Más claro: ¿los clérigos, sin perder su carácter y funciones sacerdotales, han sido alguna vez ciudadanos, subordinando las prescripciones del gobierno eclesiástico a todas las exigencias de la nación a que pertenecen?” La pregunta sigue siendo válida hasta nuestros días

“La comunidad de los fieles cristianos, que se llama Iglesia, no ha sido siempre lo que es ahora: en otros tiempos ha armonizado con el clero; hoy aparece en constante lucha con sus sacerdotes, sin que éstos se atrevan ni tengan derecho para declarar que ella no es cristiana. Ha caminado de acuerdo con el clero cuando, como él, se ha sometido enteramente a las inspiraciones y dirección de los pontífices romanos; y lo que es más notable y hace a nuestro propósito, ha formado un solo cuerpo con el clero, cuando el clero y el resto de los fieles han tenido por base de su obediencia la voluntad de todos los miembros de la comunidad, expresada por medio de las costumbres y de los concilios. En este caso, lejos de ser una herejía, en lo religioso lo mismo que en lo político, era la base de todo el edificio este principio: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Entonces también, todo poder eclesiástico dimanaba del pueblo y era instituido para su beneficio”. Eso es, cuando los ciudadanos adoptan el papel de sometidos entonces es cuando forman el pueblo bueno ya sea en religión o en política.

“Confundidas en una, la soberanía del pueblo y la de la iglesia, sin otras diferencias que las determinadas por los diversos matices nacionales, el hombre veía sus derechos garantizados o perdidos, según la forma de gobierno que lo regía, y no según los caprichos o la conveniencia de un príncipe extranjero: el clero se componía de ciudadanos.”

“En tal supuesto, para la libertad del pensamiento y de la palabra y del voto, nunca se consideró como un obstáculo lo que se llama la revelación divina. El hombre que habla frente a frente con un Dios y recibe sus órdenes, luego que las comprende no tiene libertad para desobedecerlas; pero los miembros de la sociedad actual no se encuentran en esa clase de favorecidos: Tan desgraciadas como nosotros, han sido la mayor parte de las generaciones que han pasado sobre la tierra. Por eso en las materias religiosas, como en todas las demás, todo se decide por la discusión o por la fuerza. El primero de los dioses para el entendimiento, es la razón, para la práctica, el hecho.”

“No perdiendo de vista esas verdades, que la pasión y el interés se complacen en desfigurar para presentarlas a los ojos de los pueblos, resulta que es más fácil que el clero se someta a la nación y no que la nación se entregue maniatada y vendada al clero. Pudo éste explotar la situación en su favor cuando se apoderó de reyezuelos bárbaros y la muchedumbre se componía de numerosas tribus conquistadas; entonces el gobernante se conformaba con el brillo del trono, y la amplia libertad de satisfacer todos sus apetitos, mientras que el gobernado aceptaba como bienhechora cualquiera mano que le ayudaba a sostener sus cadenas, o que a lo menos se las doraba. Pero hoy, en este mundo, donde la imprenta, los clubes, las instituciones democráticas, la competencia entre las religiones, los intereses del comercio, armados del vapor y del telégrafo, se han apoderado de la inteligencia y de la conciencia humanas y no toleran el altar sino en un rincón de los hogares; en este siglo más ilustrado que la Roma donde tuvo su cuna el cristianismo político, no es posible resucitar el cristianismo de la edad media, que, como un monumento gótico, se está arruinando en la Roma de Pío IX”. El contenido entero de este párrafo bien podría aplicarse a situaciones actuales que nada tienen que ver con asuntos teológicos y si muchísimo de terrenales.

“La cuestión del clero no merece la ligereza con que el Gobierno la ha tratado en la convocatoria; para los hombres que no tienen fe en las instituciones políticas, y en cualquier oportunidad las rompen o las desfiguran, no es un obstáculo consagrar el absurdo de contar entre los ciudadanos a los que han jurado encadenar la República al solio vacilante del Vaticano: será un instrumento más para miras siniestras. Pero no lo podemos consentir, nosotros que no queremos ver sino ciudadanos extranjeros, y todos sumisos a las leyes nacionales en la clase que hubieren escogido, porque no es posible tolerarlos en un estado independiente o dudoso. ¿Extranjeros? La Nación les abre sus puertas; tienen derecho a las garantías constitucionales; y tienen obligación de contribuir para los gastos públicos de la manera que dispongan las leyes y de obedecer y respetar las instituciones, leyes y autoridades del país, sujetándose a los fallos y sentencias de los tribunales, sin poder intentar otros recursos que los que las leyes conceden a los mexicanos. ¿Son ciudadanos mexicanos? Conocidas son entonces sus prerrogativas y obligaciones; ¡No más Roma!”. Recordemos que aquello era el siglo XIX y un número significativo de sacerdotes extranjeros operaban en México y bajo esa condición se escudaban para evitar que sus riquezas fueran gravadas, a mas de que al igual que los nacionales, argüían estar protegidos por un manto divino que los colocaba por encima del común de los mortales, algo que muchos les creían.

“Es verdad que en nuestras instituciones existen mexicanos que no son ciudadanos; pero esa clase se funda en el castigo o en la impotencia: el clero no pretenderá ni una afrenta ni una tutela. Es verdad que nuestras instituciones ponen a muchos ciudadanos en circunstancias excepcionales y les dispensan de ciertos deberes; pero jamás reconocen en ningún ciudadano la facultad de servir a un príncipe extranjero y, conservando los derechos de prometerle conspirar eternamente contra las leyes e independencia nacionales: en los privilegios o excepciones se supone siempre el ciudadano”. Todo esto debería de ser una premisa perenne, pero, al trascurrir del tiempo, muchas han sido las veces que varios, ensotanados o trajeados, no han dudado en colocarse al servicio de poderes extranjeros bajo el pretexto de que cooperan. 

Como se puede observar a lo largo de esta pieza, la postura de El Nigromante con respecto a la iglesia estaba enfocada hacia el comportamiento exhibido por la clerecía, en todos sus niveles, y para nada se hacia una critica a las posturas que cada ciudadano en lo individual tuviera con respecto al Gran Arquitecto, excepto cuando indica que las circunstancias del desarrollo que se vivía “no toleran el altar sino en un rincón de los hogares.” A ello, simplemente agregaríamos y en los confines del templo al cual se acuda según la religión que cada uno practique. No sería extraño que se nos colgara el sambenito de herejes por andar reproduciendo y comentando las posturas de un excomulgado como lo fuera el intelectual más brillante de LOS HOMBRES DE LA REFORMA, Juan Ygnacio Paulino Ramírez Calzada. [email protected]

Añadido (22.16.68) Están que no caben de gusto, les dijeron que el país ya no es patio trasero.  ¿Está ahora en calidad de patio frontal? ¿Del lado de la cochera o en el jardín?

Añadido (22.16.69) ¿No les habrán enseñado en la escuela de economía a la que acudieron que la forma única de combatir la inflación es con mayor producción y un incremento en la productividad? 

Añadido (22.16.70) Los negociantes de las encuestas andan en busca de incautos que gusten de comprar espejitos. A sus patrocinadores, les urge que alguien se los adquiera para convertirlo en blanco perfecto y empezar a vaciar las arcas del crédulo. ¿Lograrán su objetivo?

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