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Coahuila

El olvido de las fechas cívicas entre junio y agosto 

Por Rodolfo Villarreal Ríos

Hace 1 año

Si uno se atuviera a las celebraciones y conmemoraciones que prevalecen en el ambiente público en relación con  el calendario cívico nacional, pareciera que durante el período comprendido entre los meses de junio y agosto nada hubiera sucedido. Es como si, aprovechando el verano, todo es entrar en una etapa de sopor y nadie buscara acordarse de que durante ese periodo hubo eventos de trascendencia singular en el proceso de construcción de la Nación. Nosotros, mal pensados que somos, estimamos que mucho de esto se debe a que las fechas más sobresalientes tienen que ver con la separación del Estado y la iglesia y pues como por ahí abundan monaguillos de closet, tanto entre los historiadores como en los que presumen serlo sin haber pisado jamás un aula para obtener el grado, pues prefieren jugar a los olvidadizos no vaya a ser que el domingo les incrementen la penitencia. Ante lo anterior, este escribidor decidió dar un repaso brevísimo sobre aquellos acontecimientos y en torno a ellos mostrar un ejemplo de la relación que existía en aquel año de 1859 entre la curia y un  personaje impresentable, pero eso sí, muy devoto.  Partamos a los hechos acontecidos ayer que hoy se colocan al margen. Cívicas 

Pareciera que de pronto se ha olvidado como el 12 de junio de 1859, se promulga la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, misma que venía a complementar la de Desamortización de Bienes Eclesiásticos, expedida por Miguel Lerdo De Tejada y Corral en 1856. En forma similar, pareciera haber sido enviado al baúl de los trebejos el recuerdo de que el 23 de julio de 1859, se emite la Ley del Matrimonio Civil mediante el cual este pasa a convertirse en un contrato. Suerte análoga ha corrido el recuerdo de que el 28 de julio de 1859, se publica Ley Orgánica del Registro Civil y el 31 de ese mismo mes y año, el decreto mediante el cual se secularizaban todos los cementerios y camposantos de la República. Otra fecha omitida es el 11 de agosto de 1859 fecha en que se prohibió la existencia de claustros y conventos mediante la promulgación de Ley de Exclaustración de Monjas y Frailes. Todas esas medidas legales  formaban parte, no fueron todas, de las llamadas Leyes de Reforma. Como era de esperarse la reacción negativa no se hizo esperar.

La replica a cada una de ellas estuvo encabezada por el arzobispo de México, el neolonés José Lázaro De La Garza y Ballesteros, lástima que la inteligencia vasta que poseía haya sido  encausada mal en pro del retroceso y no del progreso.  Muestra de esto es el contenido de lo que Lázaro expresó en cinco cartas, cuatro de ellas emitidas entre julio y agosto, que envío al estadista en ciernes de apellidos Juárez García.  Al respecto, el 30 de enero de 2016, publicamos un artículo titulado “Las cartas que Lázaro le escribió al estadista futuro, Juárez García. De manera sucinta resumiremos el contenido de aquellos documentos epistolares. El primero, del 29 de julio, negaba cualquier participación de la curia en el Plan de Tacubaya, calificaba de ilegitimo el gobierno de Juárez y argüía que el poder de la iglesia le había sido investido directamente por el Gran Arquitecto (el lo menciona de otra forma). Sin dar descanso a la pluma, el dia 5 emitió la segunda  arguyendo que era imposible separar los negocios de la iglesia y el estado, además de rechazar el matrimonio como un contrato civil calificándolo de ser un atentado. Para el dia 12, sacaba una tercera misiva reclamando que se les acabara el negocio del monopolio religioso mientras indicaba que permitir otras versiones de la profesión de la fe sería una desgracia. En la cuarta, fechada el 19, rechazaba la eliminación de claustros y conventos, y se quejaba de que ya no iban a permitirles seguir adquiriendo propiedades. La quinta, fuera del rango que revisamos, apareció el 7 de septiembre, y en ella se quejaba del monto en que fueron tasados los bienes de la iglesia. Como es posible apreciar, todo era espiritualidad, los asuntos materiales no le preocupaban. Lázaro, sin embargo, no era el único quien se mostraba indignado porque había quienes tenían puesta la mira en el futuro. En esa cruzada, lo acompañaban otros entre los cuales se encontraba un católico devoto de nombre Leonardo Márquez Araujo a quien también le dio por escribir mientras se sacudía la sangre que le cubría las manos.

Antes de ir al contenido de lo que pergeño, debemos de recordar que cuando derrotó al general Santos Degollado Sánchez, el 11 de abril de 1859,  Márquez ordenó asesinar a 53 prisioneros, entre los que se encontraban médicos, enfermeros y civiles quienes no estaban involucrados en la lucha. Ante ello, seguramente estimó que era necesario ejecutar un acto de contrición y nada mejor que buscar hacerlo ante un alto jerarca de la curia católica. Para ello, nada como mostrarle cuan convencido estaba de que las acciones que realizaban el estadista Juárez García, y el grupo que lo acompañaba, eran de un carácter impío intolerable para cualquiera que comulgara, confesara y cumpliera con las penitencias puntualmente.

En ese contexto, el 17 de agosto de 1859, Márquez remitió una carta al obispo de Guadalajara, Pedro Espinosa y Dávalos. Pero antes de seguir, vale la pena recordar quien era  esta persona. La propuesta para el cargo, ante Pío IX, la hizo Antonio López De Santa Anna y Pérez De Lebrón; se opuso al Plan de Ayutla; rechazó las Leyes de Reforma mientras apoyaba a Miguel Miramón y Tarelo; y, años después, Maximiliano lo condecoró comendador de la Orden de Guadalupe. Con estos antecedentes sobre su vida en la política, pasemos a revisar el texto de lo Márquez escribía al obispo de Guadalajara.

Le daba el trato de  ilustrísimo señor para después mencionar “con esta fecha  digo al señor gobernador de la mitra de esta diócesis lo que sigue: La Ley bárbara, impía e inhumana que D. Benito Juárez acaba de dar sobre exclaustración de religiosos, ha colocado a los hombres funestos de la constitución de 57 en la posición más a propósito para ejercer violencia en contra de los virtuosos sacerdotes, a quienes fingen creer sus enemigos para perseguirlos hasta su completa destrucción con el fin de apoderarse de sus bienes.” Vaya un desvergonzado tratando de aparecer como alma pía al tiempo que anotaba: “el cumplimiento de la ley a que me refiero ha presentado al mundo los escándalos que cubrirán de infamia e ignominia para siempre al partido demagógico.” Con toda certeza estaba convencido de que sus asesinatos le merecían condecoraciones. 

Para que no hubiera duda de su religiosidad fustigaba: “Y la manera brusca y salvaje con que el tirano [Jesús] González Ortega, llamado gobernador de Zacatecas, arrojó de su colegio a los MM. RR. PP. [Muy Reverendos Padres] guadalupanos, sin permitirles ni el reducido término que fija la ley, y sin dejarles aun que concluyesen los oficios religiosos que celebraban en su templo con el Divinísimo patente,  arrancándolos de sus oración sin respetar la Majestad de Dios, ni avergonzarse con la reprobación general del público, procediendo  en el acto a cometer en el templo  toda clase de desacatos , y condenando a una muerte cierta a venerables religiosos que en los últimos días de su vida carecen de la fuerza necesaria para soportar este golpe no solo excito la ira de los habitantes de Guadalupe que se opusieron vigorosamente a semejante atentado, sino que además ha lanzado  una nueva tea incendiaria en el terreno de la reacción en cuyo nombre protesto ante la nación castigar tantos ultrajes y tantos crímenes.” Un caradura buscando convertirse en el adalid de la cruzada por la preservación de la fe y el respeto a la vida, ni duda cabe buscaba redimir sus pecados, esos si muy reales. Para que no quedara duda de quien era clamaba: “Los traidores que llaman filibusteros en su auxilio para derramar la sangre mexicana y asolar al país destruyendo nuestra religión y nuestra patria expiaran su traición como merecen.” Con toda certeza la sangre que saltó a borbotones en Tacubaya debe de haber sido la de 53 foráneos y desde esa perspectiva, seguramente, el Gran Arquitecto daba su aprobación, pero se nos olvidaba que Márquez  hizo aquello para salvar  su interpretación de la fe y, además, contaba con la aprobación de sus confesores quienes encomiaban a quienes actuaban de esa  manera. O ¿Acaso se ha escuchado, de entonces a la fecha, alguna condena por parte de la curia  a esa infamia?

Con el propósito de seguir sumando indulgencias, Márquez mencionaba que: “…entretanto, la ciudad de Guadalajara sostenida por el primer cuerpo del ejercito abre las puertas para recibir a los RR. PP. De Guadalupe, a todos los demás sacerdotes que se hallen en su caso, y a todos los individuos de cualquier clase o condición que sean que por efecto de la crisis que atraviesa el país, se encuentran perseguidos por los enemigos de la nación.”  Ni duda cabía, Márquez quería tener juntos a toda la curia para utilizarla de escudo de sus fechorías y para exacerbarlos les decía que ellos eran los buenos y quienes miraban hacia un futuro fincado en la razón eran los enemigos de la patria.

Sintiéndose bien guarecido bajo la capa magna, Márquez espetó: “En esta ciudad, en unión del primer cuerpo del ejército, firmemente resuelto a sostener al supremo gobierno, a conservar la más perfecta unión en el partido sano de la Republica y a defender a todo trance la santa causa de la independencia, la religión y el orden, asegura a las personas que hoy llama, toda clase de garantías, porque los que sostenemos el Plan de Tacubaya no permitiremos jamás que se ultraje a nadie siempre que podamos evitarlo.” Un felón prometiendo no cometer tropelía alguna, solamente sus cómplices podrían creerle. Ninguna reprimenda se había escuchado por parte de la curia católica por la masacre de Tacubaya, eso sucedía con los pecadores rejegos que no podían ver como aquellos que empuñaban las armas con la bendición pía lo que buscaban era salvarlos de que se condenaran en los infiernos.

 Para cerrar, Márquez le escribía a Espinosa: “Así suplico a V.S. [Vuestra Santidad] sirva hacerlo presente al R.P. guardián del Colegio de Guadalupe, a su venerable comunidad  y a demás personas que he hecho referencia. Acepte V.S. mi distinguido aprecio y consideración. Lo traslado a su S.S. Ilustrísima para su conocimiento, protestándole las seguridades de mi consideración y aprecio.” Y todos contentos porque tenían a una fiera como defensor de la fe católica, no importaba los desmanes que cometiera, los realizaba en nombre de su religión y eso era suficiente para perdonarle cualquier fechoría. Estaban lejos de percatarse de que enfrente tenían a un grupo, el de LOS HOMBRES DE LA REFORMA quienes estaban curados de espanto ante amenazas y antemas. La curia y sus acólitos terminarían siendo derrotados en la Guerra de Reforma y, después, les repetirían la dosis cuando fueron a traer al principito europeo.  

Sin embargo, trascurriría el tiempo y, poco a poco, los monaguillos de closet, disfrazados de progres, se irían apoderado de la narrativa hasta el punto de que buscan que este tipo de fechas se olviden pues si las recuerdan, el domingo les pueden elevar la cuota de las penitencias. Sin embargo, aun quedamos  quienes no olvidamos  que, en aquel verano de 1859, se emitieron leyes sin las cuales no hubiera sido posible  construir la Nación. Nunca estará por demás recordarlo, en una de esas, alguien más aparte de usted, lector amable, se asoma a este espacio. [email protected] 

Añadido (22.30.118) Si la inflación sube un mes en 8.5 porciento y al siguiente, también, crece  8.5, de acuerdo con los nuevos conceptos de algunos economistas estadounidenses, la tasa inflacionaria es de cero por ciento. (¡!!!!) ¿Serán egresados de la escuela de Krugman?

Añadido (22.30.119) Lo único que faltaba, además de todo, las Fuerzas Armadas convertidas en transportadores de botargas. ¿Hasta dónde van a aceptar que se degrade el Honor Militar?

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