Las campañas concluyeron y con ellas las descalificaciones de unos contra otros. Lo mismo de siempre, propuestas, discursos en su mayoría con una buena dosis de mentiras o verdades a medias como le quiera usted llamar, porque de antemano sabemos que habrá algunas promesas que no se cumplirán.
Se llegó el día de la elección y los ciudadanos salimos a cumplir con nuestro deber. El resultado, ya lo conocemos y como siempre sucede, hay quien se inconforma con su derrota tratando de culpar a otros.
Sin embargo, considero que, para haber sido elecciones intermedias, estuvieron muy concurridas. Por lo tanto, la jornada electoral deja una lección favorable de civismo además de al menos, tres mensajes muy claros que habría que tomar en cuenta.
1.- La participación ciudadana se elevó por una razón muy importante: La confianza hacia el Instituto Nacional Electoral.
Después de tantos ataques injustificados al instituto electoral, por parte de quien está en el poder y de sus seguidores, al grado de pretender desaparecerlo, ha quedado muy claro que los electores confiamos en el INE, por lo tanto, deseamos continúe siendo independiente del gobierno.
Mucho tiempo y esfuerzo costó a México crear una institución confiable para organizar elecciones. Aunque anteriormente si se convocaba a las urnas, recordemos que se manejaban desde la Secretaría de Gobernación; es decir, la organización corría por parte de una dependencia del gobierno. La desconfianza por los errores o abusos que se cometieron hizo posible crear un organismo autónomo para garantizar elecciones limpias y confiables.
Así nació el Instituto Federal Electoral, IFE hoy convertido en Instituto Nacional Electoral, nuestro INE al que debemos defender de aquellos que con mentiras y difamaciones pretenden destruirlo con un fin perverso: Apoderarse del sistema electoral y manejarlo a su conveniencia.
El INE es nuestro, de todos los ciudadanos, por lo tanto, debemos defender su
autonomía.
2.- La elección mostró un país dividido.
No se podía esperar otra cosa. El actual Presidente desde su campaña empezó a polarizar a los mexicanos. Es una estrategia que utilizan los populistas, lanzando mentiras y calumnias a los que considera más que adversarios, enemigos. Le resultó, por eso llegó al poder, porque jugó un juego sucio. Aprovechó el hartazgo de un pueblo por las corruptelas donde participaron no pocos políticos que cometieron traición a México.
Muchos se sumaron al proyecto de López Obrador porque creyeron que iba a cumplir con el ofrecimiento de acabar con la corrupción y quitarles a políticos y empresarios lo que se robaron para dárselo al pueblo.
¿Cuántos ladrones han sido sentenciados? ¿Cuántas “fortunas saqueadas” han sido recuperadas? Mentiras, engaños usados como distractores para confrontar, de una manera u otra a los mexicanos y para alcanzar y mantenerse en el poder.
La corrupción ni se ha acabado ni se acabará, si se observa que tiene entre sus filas y muy cercanos al Presidente, a individuos corruptos que se sirvieron con la cuchara grande durante sexenios que hoy tanto critica el inquilino de palacio.
A esos individuos no los toca, como tampoco toca sus fortunas. ¿Qué le saben? ¿Qué le dieron? Además, y como si fuera poco, se han señalado casos de corrupción de su gente y de su propia familia sin que pase absolutamente nada.
3.- La intromisión peligrosa del crimen organizado se vio más que claro. El llamado “Corredor del Pacífico” del que tanto se ha ufanado el Presidente de haberlo ganado su partido, es para dar vergüenza y preocupación.
¿Cómo es posible que un presidente se sienta orgulloso de no combatir al crimen organizado? ¿Dónde están las Fuerzas Armadas? Tal vez crea el Presidente que no nos damos cuenta del riesgo en el que se encuentra el país desde que el hijo del Chapo fue liberado cuando ya había sido capturado. El ridículo que tuvieron que pasar los altos mandos de Sedena y la Marina para explicar -inventando- el porqué dejaron libre a tan peligroso individuo.
El país no puede ni debe estar dividido. Hay un solo México, nuestra patria, nuestra casa común. Podemos convivir a pesar de nuestras diferencias ideológicas (que algunos ni conocen al brincar de un partido a otro) Que se entienda que esta tierra bendita no es sólo para políticos sino para todos los mexicanos. Que el Presidente se ponga a gobernar, algo que hasta ahorita no ha hecho. Que recuerde que fue electo para eso, para gobernar. Que deje de comportarse como presidente de su movimiento, respete las instituciones y trabaje por el bien del país no solo de sus aliados.
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