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¿Es cierto que ‘chango viejo no aprende maroma nueva’?

  Por Grupo Zócalo

Publicado el martes, 2 de agosto del 2022 a las 11:33


El psicólogo Phillip L. Ackerman considera muy necesario hacer una correcta distinción entre lo que es el conocimiento y lo que es la inteligencia

Ciudad de México.- ¿El desarrollo de la inteligencia es innato? ¿O el conjunto de experiencias que la vida nos brinda permite optimizarlo? Como veremos a continuación, el factor determinante es la edad de la persona.

La teoría más extendida sugiere que el ser humano comienza a alcanzar su máximo potencial del intelecto cuando alcanza los 18 años y va decayendo con el envejecimiento, particularmente, con las enfermedades degenerativas propias de las edades más avanzadas. Sin embargo, ¿qué pasa con nuestras experiencias? ¿No sirven de nada? Profundicemos.

El hecho de ser seres desarrollados significa que tenemos una capacidad intelectual mejorada, lo cual nos permite diferenciarnos en muchas cosas de los animales. Asimismo, esto se traduce en las habilidades que tenemos para la lógica y la comunicación con los demás.

Pero entonces, ¿significa que nacemos siendo inteligentes? En este punto, la genética se ve sobrepasada por el contexto en el que un individuo se desenvuelve. Como personas, cada una de las experiencias e impresiones que vivimos en nuestro ambiente social tienen una repercusión en nuestra esencia, bien sea de manera positiva o negativa.

Bajo esa narrativa, se puede llegar a clasificar la inteligencia en dos tipos: la fluida y la cristalizada. Conozcamos cómo funciona cada una.

Fluida: nuestro talento para aprender

Consiste, básicamente, en la capacidad con la que nacemos para adaptarnos, establecer relaciones y resolver situaciones. Dicho de otro modo, son las habilidades que tenemos para pensar, identificar problemas y patrones, y buscar una solución en consecuencia.

En líneas generales, se dice que el desarrollo de la inteligencia fluida tiene su cúspide en la juventud, cuando la edad aún no ha pasado factura.

Cristalizada: la experiencia del entorno

Los psicólogos la definen como las nociones, experiencias o situaciones que nos han dejado un conocimiento o una idea que nos hace cuestionarnos las cosas. A su vez, por medio de esta aptitud, adquirimos la capacidad de relacionarnos en cualquier contexto social.

Dicho de otro modo, es el resultado de la constante observación y aprendizaje de todo lo que nos rodea. Al final, como personas, siempre nos vemos influenciados por las circunstancias en las que vivimos.

En este caso, el desarrollo de la inteligencia sí se ve favorecido por el paso de los años, dado que permite la obtención de una mayor cantidad de conocimientos y experiencias.

La importancia del contexto

José Antonio Portellano, neuropsicólogo y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, expone en su libro Cómo desarrollar la inteligencia: entrenamiento neuropsicológico de la atención y las funciones ejecutivas las razones por las que es tan decisivo el entorno social.

En ese sentido, Portellano afirma que “la inteligencia es antidemocrática”. Explica que un individuo cuyo ambiente esté lleno de incentivos a su capacidad cognitiva, tendrá mayores posibilidades de mejorar su conocimiento.

En contraposición a lo anterior, el progreso cognitivo de alguien que posea la misma inteligencia fluida pero que crezca en un entorno escaso de estímulos, llegará a un nivel por debajo de lo esperado.

Sin embargo, Portellano argumenta que eso no impide que una persona por sí misma no pueda mejorar su capacidad intelectual por medio del aprendizaje y el entrenamiento mental.

Una evolución variable

Si algo nos ha quedado claro es que la cumbre del conocimiento va a depender de diferentes factores, los cuales varían según el ambiente en el que cada individuo se desarrolle. Por ende, se puede decir que su aprendizaje y entendimiento dependerán de la situación en que se encuentre.

Una investigación publicada por la revista Psychological Sciencie muestra que el pico del intelecto varía en edades dependiendo de sus etapas. En determinados casos, algunas personas lo alcanzaron cuando aún se encontraban en el colegio o la universidad, a diferencia de otras que extendieron su proceso y hasta los 40 o 50 años no lograron su máximo potencial.

En un estudio realizado por Joshua K. Hartshorne y Laura T. Germine, se afirma que, con el paso de los años, el cerebro tiende a priorizar ciertas zonas con respecto a otras en función de qué le es más útil bajo una situación dada. Por esta misma razón, a medida que avanza el tiempo, algunas áreas de nuestra mente dejan de ser útiles.

El poder de la experiencia

Más allá de la importancia que tiene el contexto sobre nuestras capacidades cognitivas, las cuales determinan el pico de nuestro razonamiento, un estudio del mismo ámbito publicado por Business Insider señala que la cima de nuestro intelecto se alcanza cuando llegamos a los 50 años.

En la publicación se tiene presente la memoria a corto plazo, el desempeño en el trabajo y la escala de Weschler del intelecto. En función de estas variables, se dice que las habilidades comunicativas y la comprensión lectora ven una mejoría con el paso de los años.

Sin embargo, también otras capacidades tienden a debilitarse, como las habilidades visuales que afectan a nuestra memoria y al reconocimiento de patrones.

No obstante, hay que mirar las cosas desde un punto de vista más amplio. El psicólogo Phillip L. Ackerman afirma en una investigación publicada en el Journal of Gerontology of 2016 que gran parte de las actividades intelectualmente demandantes de la vida requieren de una amplia gama de conocimientos explicativos y habilidades metodológicas. Dicho en términos prácticos: nadie preferiría a un recién graduado con el mejor promedio de su clase para realizar una operación cardiovascular antes que a un experimentado cirujano de mediana edad.

Por lo tanto, Ackerman considera muy necesario hacer una correcta distinción entre lo que es el conocimiento y lo que es la inteligencia.

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