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Esto no es un homenaje

Por Christian García

Publicado el martes, 15 de agosto del 2017 a las 09:05


El mundo rinde hoy tributo a la vida y obra del pintor surrealista de origen belga.

Saltillo, Coahuila.- René Magritte, uno de los genios más poderosos del surrealismo, dio su último respiro hace 50 años. Su vida y obra ha sido influencia tanto de artistas como Salvador Dalí como de filósofos de la talla de Michel Foucault, que hoy, a medio siglo de su muerte, el mundo entero se vuelca para rendirle tributo al legado del hombre con bombín.

La historia de este personaje comenzó el 21 de noviembre de 1898, en Lessines, Bélgica. De sus padres y de sus infancia poco se conoce, sólo que se dedicaban a la sastrería y al comercio de telas.

De su adolescencia, se sabe que fue un periodo difícil de su vida, al estar marcado por el suicidio de su madre, Regina, quien se tiró al río Sambre cuando él tenía 14 años.

Aunque el pintor lo desmintió, algunos críticos señalan que la muerte de su madre influyó en su obra, sobre todo aquella realizada entre 1927 y 1928, en la que se discute aún si tiene que ver con la supuesta experiencia del pintor al presenciar el descubrimiento del cuerpo de su madre flotando en el río. Magritte fue firme al negar cualquier rastro biográfico en su obra.

Su inicio en la plástica fue a los 14 años, en 1912, al tomar sus primeras clases. Su punto de partida fue el impresionismo, pero la influencia de André Bretón y de Salvador Dalí le darían el impulso necesario para seguir el camino del surrealismo, movimiento en el que se convertiría en un todo un hito del arte.

“Magritte se quedó irritado por el personaje de Dalí, por su lado barroco, que no responde a esa negación de sí mismo que se ve en Magritte. Pero al mismo tiempo fascinado por el sentido de la realidad mimética que da a las imágenes, que le llevará a trabajar en ese sentido”, dijo para la agencia Efe Michel Draguet, el director del museo dedicado al artista en Bruselas.

Sus estudios formales los realizó en la Academia de Artes de Bruselas. Su primera exposición fue en 1920. Dos años después se casó en París con la francesa Georgette Berger, con quien vivió hasta el día de su muerte a causa de cáncer de pulmón.

Obra

El movimiento dadá y en especial la obra del italiano Giorgio de Chírico fue fundamental en Magritte, en especial la pintura Canción de Amor. Sobre el asombro que le provocó, De Chírico dijo alguna vez “fue la primera vez que vi el pensamiento”.

Este impacto lo llevó a tomar un estilo más cercano al surrealismo gracias a su acercamiento con varios pintores del movimiento. De esta época, su primera obra fue El Jinete Perdido (1926), pieza que muestra a un jinete que se dibuja sobre la corteza de los árboles y no en los espacios vacíos que hay detrás de ellos.

En 1929 alcanzó uno de los grandes despuntes de su carrera con La Traición de las Imágenes, la pieza en la que aparece escrita la siguiente frase en francés “Ceci n’est pas une pipe” (esto no es una pipa), en la que aborda la separación del objeto y la palabra que lo define. Pieza que influiría al filósofo francés Michel Foucault.

Es a partir de esta década que comienza la consolidación de su carrera como pintor gracias a varias exposiciones en las ciudades de Nueva York y Londres, además de diversos encargos en lugares como el casino Knokke le Zoute y el Palacio de Congresos en Bruselas.

Toma fuerza

Al final de su vida se consolidó como pintor, debido a que su obra podría definirse como un choque de opuestos, en la cual busca la confusión del espectador así como su complicidad para completar la imagen en su cabeza. Con obras en donde las botas descienden en una transformación a pies (El Problema de los Zapatos) o en donde el bosque se mantienen en penumbras mientras el cielo claro brilla sobre él (El Imperio de las Luces, 1950), el juego de paradojas es el mayor interés del pintor en su obra.

Estos juegos llegarían al colmo en su obra El Hijo de Hombre, en donde una persona se muestra de frente con una manzana tapando su rostro, o en Golconda, pieza que pinta a cientos de hombres de traje volando o lloviendo sobre una serie de casas mientras sostienen un paraguas.

“Todo lo que vemos oculta otra cosa, nosotros queremos siempre ver qué esta ocultado en lo que vemos. Hay un interés en lo que está oculto y lo visible que no se nos muestra. Este interés puede tomar la forma de un sentimiento muy intenso, una especie de conflicto, podría decirse, entre lo visible que está oculto y lo visible que está presente”, diría sobre El Hijo de Hombre.

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