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Expediente criminal: ‘Los Teporochos’

Por Pedro Martínez

Publicado el viernes, 6 de julio del 2012 a las 00:01


La imagen lo decía todo. José Ortiz Flores permanecía con la mitad del cuerpo afuera de su casa, con el cráneo destrozado...

Saltillo.- La imagen lo decía todo. José Ortiz Flores permanecía con la mitad del cuerpo afuera de su casa, con el cráneo destrozado y con los restos de sangre proyectados en la pared de concreto, pues la brutal golpiza que le propinaron sus amigos de parranda lo dejaron sin vida… aniquilado.

Aquel hombre de 42 años quedó ahí, con un block destrozado encima de su cráneo y con una taza de baño a un costado de su cuerpo. José, también conocido como “El Zurdo”, ya se encontraba camino al purgatorio.

“Agarré una taza del baño y se la dejé caer en la cabeza, después se rompió y se la volví a estrellar, pero también agarré un block y lo aventé en su cabeza hasta que se quebró…”, fragmento de la declaración ministerial de Juan Pablo Contreras Pérez, “El Vago”, ante la autoridad de la desaparecida Fiscalía General del Estado (65/2011).

UNA CANTINA

Una cantina, así era llamada la casa de Jesús Amaro Amaya, “La Chica”, un albañil de 50 años que por lo menos las últimas dos décadas las había dedicado al juego de la bebida.

Por eso, después de largas jornadas laborales en la construcción de casas, espacios de entretenimiento y de alguna que otra edificación, se paseaba por la colonia Analco presumiendo una botella de mezcal, “El Cubanas”, o de alguna botella repleta de cerveza, ánimos que en ocasiones deleitaba en la completa soledad o con la compañía de alguno que otro amigo.

expediente criminal“Era una persona muy tranquila, no se metía con nadie, no era de problemas”, dijo uno de los vecinos, Juan Manuel Agüero Rodríguez, de la calle Chicomostoc, en la colonia Analco, en su declaración testimonial.

Sus pasos, a veces indecisos y en ocasiones intranquilos por la elevada ingesta de alcohol, siempre lo llevaban a su domicilio, el cual se encontraba en el número marcado con el 2138 de la calle Chicomostoc, en la colonia Analco.

“Ahí nos juntábamos siempre desde muy temprano a tomar, ‘La Chica’ nos invitaba porque la verdad nos gusta la bebida”, comentó José del Carmen López Jiménez, “El Chiapas” en su narrativa de los hechos.

Pero no sólo él era una de las visitas fortuitas, sino también acudían José Ortiz Flores, “El Zurdo”; José Rodolfo Morado García, “El Mondao”; Juan Pablo Contreras Pérez, “El Vago”, y Pablo Martínez Peña, “El Boleado”.

“Sólo tomábamos y nunca pasábamos de ahí, por eso me extraña que ese día ‘La Chica’ y ‘El Zurdo’ fueran asesinados; eran personas nobles, su único vicio era el alcohol”, dijo “El Chiapas”, quien se ganó el apodo sólo por el hecho de ser originario de aquel estado.

De una sola planta, la casa elaborada de block y pintada en su totalidad de color beige, se convirtió en el albergue de los alcohólicos del barrio, de los albañiles que después de una dura labor caían en los menesteres de la bebida.

Como era costumbre, antes de ingresar al área de la sala-comedor, los parranderos, que disponían de largas horas para saborear las mieles de la cerveza o del profundo y amargo sabor del licor, se sentaban en la parte frontal de la casa e improvisaban sillas con unos blocks que se mantenían arrumbados en el lugar, claro, siempre a escondidas de los vecinos, pues éstos se mantenían cobijados por grandes tarimas de madera que hacían de portón o de bardas.

“Ahí platicábamos y tomábamos, cada uno se encargaba de llevar su bebida”, aseveró uno de los amigos que se abocaron a tomar, como todos los días, en la casa de “La Chica”.

Los días dejaban entrar la luz del sol en aquella casa, pero en ocasiones eran detenidas por los dos árboles de gran tamaño que permanecían a las afueras de ella; uno en el patio del disfrute eterno y el segundo sobre la banqueta.

“A José (“Zurdo”) lo dejó su esposa hace como 20 años por su misma enfermedad del alcoholismo; mi hermano tiene dos hijos, pero ya no los ve desde que su esposa lo dejó”, dijo Josefina Ortiz Flores, en el momento que interpuso su denuncia en contra de los presuntos responsables del penoso y salvaje crimen.

ANTES DEL CRIMEN

Eran las 9:00 horas de un 23 de septiembre del 2011 y “La Chica” (Jesús Amaro), aturdido por la resaca de un día anterior, se levantó de su cama individual y se instaló en la cocina, abrió el refrigerador y tomó la primera cerveza del día… era una “Tecate”.

Tan sólo habían pasado unos segundos y los mililitros se esfumaron, la sed que mantenía el hombre de 50 años le otorgaba un simple momento de alegría, lo exaltaba, pero lo obligaba a querer más, a pedir un sorbo de lo que fuera.

Mientras tomaba la segunda cerveza, “La Chica” se dirigió al sanitario, entró, pero de pronto se detuvo, el pequeño espejo que utilizaba de vez en cuando para rasurarse lo puso pensativo, miró que los años ya le estaban cobrando factura.

El hombre se convirtió en un ermitaño y sólo transitaba en las pláticas si la bebida le hacía segunda, por eso la única forma de presentarse ante los vecinos era de esa manera; ellos le ayudaban a vivir el día con algunos rezagos de comida.

Los minutos pasaron y por las puertas de madera que hacían de portón a las afueras de su casa, José Ortiz Flores, “El Zurdo”, se presentó acompañado de los amigos eternos: “El Boleado”, “El Chiapas” y “El Mondao”.

Pero los ojos de “La Chica” no recibieron de buena manera a “El Boleado”, su extrañeza de que acudiera a su casa lo sacó de órbita, sus eternos roces siempre le habían dejado sabores amargos.

Dicha situación la dejó atrás casi de inmediato, “La Chica” dispuso sus improvisadas sillas y los dejó que se sentaran para evitar que se generara un problema. Los hombres se complacieron ante el fresco líquido que caía por sus gargantas.

En eso, con una botella de mezcal sostenida por su mano derecha entró Juan Pablo Contreras Pérez, “El Vago”, un hombre de poco más de 1.75 metros de estatura, de tez aperlada y de complexión delgada, su característica era sin duda la pronunciada barba de candado.

“Su único vicio es el alcohol, él era un borracho, mas nunca un asesino”, argumentó su mamá en su declaración testimonial, de nombre Raquel Pérez.

Ahí, “El Vago” inició una conversación oportuna, abrió la botella de mezcal, “El Gran Cubanas”, y comenzaron a tomar, a perderse entre los vasos cargados de su elíxir.

Entre ellos, estaba otro de los personajes de la película de terror que sería filmada horas más tarde, era José Ortiz Flores “El Zurdo”, conocido por su fuerte manera de tomar, pero que a sus 42 años parecía que la vida lo había tratado mal y lo hacía parecer un viejo olvidado, sin esperanza.

“Era una persona de más de 40 años que a consecuencia de su enfermedad (alcoholismo) estaba muy debilitado, no tenía la fuerza suficiente; los que lo conocíamos sabíamos de su debilidad era obvia, sólo al verlo o tratarlo”, aseguró su hermana Josefina Ortiz, ante la autoridad.

Enrolado en su papel de tomador compulsivo, José no hacía caso de su actuar pensativo y quedaba atrapado en la elocuencia de sus palabras, sentía que eran las correctas y que todo lo que hacía era bueno.

De pronto, los amigos de la bebida pasaron al interior de la casa y utilizaron los sillones color negro para seguir con su charla perdida, resquebrajada por el alcohol. Corrían las 11 de la noche del 23 de septiembre.

LA MATANZA

Las manecillas del reloj seguían su paso, se escurrían de sus manos ante la somnolencia de sus actos, por tal motivo ya no eran aquellos hombres que podían entablar una conversación fluida, se tambaleaban en el mismo sillón de aquella humilde casa.

En ese momento, con los sentidos aturdidos, Jesús, “La Chica”, se puso en pie y comenzó a entablar una charla con “El Boleado” (Pablo), una que terminaría por aniquilar por completo la vida de uno ellos.

“Le dijo que se fuera de su casa, ‘La Chica’ se lo pidió de mala manera, pero ‘El Boleado’ le decía que no se quería ir, que de favor lo dejara quedarse en su casa, porque su papá no lo iba a dejar entrar; ‘que estaba corrido’”, argumentó Juan Pablo Contreras, “El Vago” (Exp. 62/2011).

En ese instante y con los ánimos de acabar con la vida misma, Pablo se puso en pie y se lanzó en contra de ‘La Chica’, le dio un puñetazo certero que lo llevó a caer en plena sala-comedor, así y ante la mirada de los demás presentes, lo cargó y lo azotó de manera violenta en el piso.

“’La Chica’ le pedía que no lo golpeara, pero ‘El Boleado’ tomó más valor y agarró un pedazo de block, azotándoselo en la cabeza”, contó en su declaración ministerial “El Vago”.

A pesar de saber que la pelea ya la había ganado y que sólo quedaba esperar a que se le bajara lo borracho, Pablo no soportó ser humillado y le volvió a dejar caer un block; lo partió en dos.

“Estaba todo ensangrentado, ya no se movía, fue cuando lo tomó de los hombros y lo sacó al patio”, comentó Juan Contreras (Exp. 65/2011).

Pero no paró ahí, de pronto “El Zurdo” reclamó la nula participación de los demás, le exigió a “El Vago” que se levantara del sillón y acudiera al auxilio de “La Chica”, un clamor que aquel ignoró por completo.

“Yo le dije que eran sus problemas y que no me iba a meter, pero se paró del sillón y me dio un puñetazo en el ojo izquierdo”, dijo “El Vago”.

Mientras “El Mondao” permanecía sentado en un bote, Juan Pablo se paró del sillón repentinamente y se fue en contra del “Zurdo”, tomándolo por sorpresa al asestarle un puñetazo en el rostro, uno que lo noqueó, que lo dejó sin fuerza, sin conciencia.

Al verlo indefenso, “El Vago” se transformó en un animal, en un siniestro sujeto que buscó de todas las formas posibles aniquilar la vida de su enemigo, por eso, en un momento de bajeza, tomó del piso la taza de un sanitario y con brutal rudeza se la estrelló en la cabeza.

“Vi cómo se partió porque se la quebré en la cabeza, después levanté uno de los pedazos y se lo volví a azotar, pero en eso ‘El Mondao’ (José Rodolfo) también tomó un pedazo y se lo aventó en la cabeza, partiéndose otra vez”, aseguró frente a la autoridad ministerial que logró su captura días después del asesinato.

En eso, “El Boleado” ingresó al domicilio y de manera salvaje cargó al hombre que sólo intentó exigir justicia por la vida de “La Chica” y lo aventó hacia la puerta, quedando su cabeza fuera de la casa y sus piernas en el interior.

“En eso lo veo tirado, es cuando me voy hacia él; le doy varias patadas en la cara y luego en la espalda”, contó con simpleza.

Parecía que todo había terminado, que las cosas sólo iban a quedar así: dos personas asesinadas brutalmente en el interior de una casa en la colonia Analco, pero no, “El Vago” se envalentó y tomó uno de los blocks que todavía permanecían en el área de la cochera, en los que horas antes se sentaron, y le volvió a hacer daño en el cráneo.

Las vidas ya estaban perdidas, los suspiros ya se habían esfumado, inclusive se transformaron en delirios del más allá. “La Chica” y “El Zurdo” dijeron adiós a unos metros de distancia; sus cráneos estaban destrozados.

“‘El Boleado’ volvió a tomar el cuerpo del ‘Zurdo’ y lo arrastró hasta una casa vecina, como dos casas”, informó.

Así, mientras el cuerpo destrozado de “La Chica” permanecía en olvido en el patio de su casa en el 2138, en el 2146 de la calle Chicomostoc fue dejado, tras un camino de sangre, “El Zurdo”, en una casa deshabitada, con rasgos de vandalismo en cada una de las paredes de sus cuartos.

El paso de las horas siguió, los cuerpos de los hombres que vivían para el alcohol se esfumaron y quedaron como una simple fotografía para las portadas de los periódicos rojos de la región sureste de Coahuila… “Asesinan a amigos de parranda” decían algunas portadas el 25 de septiembre del 2011.

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