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Expropiar la luz

Por Francisco Martín Moreno

Hace 1 año

López Obrador, ha advertido que fijará su posición en torno a la defensa de la soberanía mexicana en materia de los recursos energéticos en su malhadado discurso el 16 de septiembre.

¿Quién dijo que la soberanía estaba en juego cuando el T-MEC fue aprobado por el Senado y AMLO lo ratificó ante Trump? Lo que sí está en juego es la palabra y el futuro de México.

¿Por qué crear una torpe efervescencia política en el marco de un desfile militar, sí, militar, no deportivo, el Día de la Independencia y con un Zócalo saturado de acarreados?

¿Por qué provocar una alarma en las mesas de los consejos de administración nacionales y extranjeros, de donde dependen las inversiones, la generación de riqueza, la recaudación fiscal, la captación de divisas y la generación de empleos, entre otros rubros vitales. ¿Por qué amedrentar a aquellos de quienes dependemos?

Si los inversionistas exigen certeza jurídica y estabilidad política para exponer sus capitales, ¿por qué crear incertidumbre y atentar en contra de fuentes de prosperidad envidiadas por el mundo entero?

¿Qué mensaje quiso enviar AMLO a la nación y la comunidad de negocios, cuando invitó el 16 de septiembre de 2021 a Díaz Canel, el execrable tirano cubano, a dar un discurso en el Zócalo ante el asombro de los “intelectuales orgánicos” amantes del respeto y de la libertad. ¡Menudo atentado en contra de nuestra historia y de la investidura presidencial!

Si AMLO ha desechado, en apariencia, la posibilidad de abandonar el T-MEC, ¿su discurso del 16 de septiembre se reducirá a un nuevo mensaje verborreico para insistir en que “México no está a la venta”, o tal vez ha decidido, a saber, que emulará a Lázaro Cárdenas, el padre de la Dictadura Perfecta, cuando expropió el petróleo en 1938?

Es decir: ¿AMLO va a caer en los supuestos del Artículo 14.8.1 del T-MEC y expropiará las multibillonarias inversiones de los proveedores de energía eléctrica de Estados Unidos y de la Unión Europea?

¿Propondrá una consulta a mano alzada en el Zócalo para nacionalizar la industria eléctrica, la barata, la limpia, la moderna, la no contaminante, la competitiva, para rescatar de la ruina a la CFE?

Las indemnizaciones se elevarían a decenas de miles de millones de dólares con los que México no cuenta, por lo que los acreedores se resarcirían de los daños mediante la imposición de aranceles impagables a las exportaciones mexicanas a EU y Canadá, lo cual provocará una parálisis económica y social de insospechables consecuencias.

Si AMLO expropiara la industria eléctrica, no solo acarreará el afortunado final de la 4T, sino la ruina de México. Si ya perdió más de 20 mil millones de dólares al destruir el NAIM y construir el AIFA, ¿por qué no invitará al pueblo bueno y sabio a que pague el costo de la indemnización entregando sus animalitos y relojes, a la usanza de “Tata Lázaro”? ¿Cómo explicarles a los humildes militantes de Morena que al levantar sus manos en el Zócalo estarán suscribiendo su pena de muerte?

Ante el crecimiento de la demanda de energía, sin nuevas inversiones multibillonarias oportunas, sin nuevos proyectos de generación ni de transmisión, el Sistema Eléctrico Nacional se colapsará en 2025 con grave daño para la economía y para la nación. ¿A dónde va un país sin energía, en todo el contexto literario?

Pemex es la única empresa petrolera quebrada en el mundo con un pasivo impagable de más de 110 mil millones de dólares, al igual que lo está la CFE en ruinas con pérdidas operativas de decenas de miles de millones de pesos anuales. La 4T, la “Esperanza de México”, ¡horror!, no aprendió nada de las burocratizaciones del petróleo, de la energía eléctrica y de la educación, entre otros rubros patéticos.

A pesar de lo anterior, ¿AMLO intentará apropiarse de bienes ajenos, dicho sea eufemísticamente, para suplir las deficiencias energéticas de su Gobierno?

Al expropiar la luz nos quedaremos sepultados en la oscuridad y en la parálisis porque el disparo de los aranceles compensatorios cancelaran nuestro futuro. Nada me gustaría más que estar equivocado.

Esperar hasta el 16 de septiembre para conocer el futuro de México es un juego imperdonable en contra de los supremos intereses de la patria. ¿Por qué jugar con nuestra estabilidad?

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