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Coahuila

Fausto Z. Martínez -parte II-

Por Otto Schober

Hace 2 años

La figura del Profr. Fausto Zeferino Martínez Morantes se agiganta, tras 39 años de desempeñarse como director de la escuela secundaria, tiempo no superado por sus predecesores ni a la mitad. Cuántas veces nos deleitamos escuchándolo en las mañanas, cuando cruzaba el auditorio del viejo plantel y los alumnos se ponían respetuosamente de pie a su paso firme y cadencioso, siempre con la vista al frente, ceremonioso y elegante en el vestir, tomaba el micrófono con gran seguridad, callando las inquietas voces con gran facilidad, con tan solo golpear una pluma el pedestal del micrófono, su clara voz vibraba en el espacio y su capacidad de comunicación directa con el alumnado lograba el efecto deseado, tenerlos al tanto del avance de las actividades de la escuela, al finalizar, bajaba del escenario con el mismo garbo y abandonaba el auditorio por el largo pasillo y los jóvenes aprendieron que había que esperar a que él abandonara el recinto, para poder salir y acudir a las aulas, se le veía como un gigante y que para dirigirse a él, se tenía que hacerse con gran respeto. 

Esa era su manera de estar a diario con todos y al mismo tiempo, estar tan cerca, le valió el respeto y la admiración de quienes tuvimos el gran privilegio de conocerle. Los éxitos del profesor Fausto Z. Martínez fueron producto de su tesón y arduo esfuerzo, desarrollado con pundonor y extrema calidad. Supo combinar los factores a su alcance, con su capacidad de trabajo, con su profesionalismo y entrega, al arduo esfuerzo por enseñar; que a falta de recursos económicos, implementó su fecundo e inigualable ingenio, creando herramientas contundentes para consumar sus objetivos. Si una gota de agua cuando cae sobre una piedra, deja huella, sin duda el maestro la dejó, preparando a nuestros jóvenes para el mágico momento en que pudieran volar solos, como lo hacen sabiamente las aves. Finalizó su tránsito por la vida el 9 de abril de 1984, cuando su cuerpo retornó al origen, aunque su espíritu, continúa perdurando con su obra trascendente al servicio de la educación. 

Sin duda, fue un ejemplo de uno más de nuestros consumados artistas magisteriales, combinando las bellas artes a sus brillantes capacidades, porque fue un pintor de sueños que parecían imposibles, fue un compositor poeta en el difícil arte de organizar instituciones educativas; fue un gran actor, porque supo definir como un auténtico líder la emoción de los caminos a seguir, siempre colocándose como el principal protagonista; fue un sobresaliente escultor, porque mantuvo cincelando con su mano firme, delineando la valiosa herencia de la sabiduría; fue un brillante arquitecto, porque supo improvisar y diseñar escuelas y un consumado músico, porque pudo contagiar con sus armoniosos tonos y notas sus grandes ideas. La ciudad que lo adoptó, le dio su nombre a una importantísima vialidad, pero aún, no es suficiente, comparado con el tamaño de su obra: 10 instituciones educativas fue su mejor legado a la comunidad y le hemos regresado, casi nada.

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