Arte
Por Christian García
Publicado el lunes, 16 de septiembre del 2024 a las 04:08
Saltillo, Coah.- “El día que asesinaron a mi tío Antonio…”, con esa frase corta y contundente María de Alva inicia su novela Todo lo que no Sabemos (Hachette, 2024), la historia sí, de esa muerte pero sobre todo de lo que deja detrás: la sombra oscura que acompaña a una generación cuya voz comienza a sobreponerse al silencio. Porque como dice la autora una muerte así “nos da melancolía. Nos da añoranza”.
El libro, que se presentará hoy en la Feria Internacional del Libro de Coahuila (FILC) 2024, en compañía del escritor Julián Herbert, está contada a cuatro voces: una niña que en la década de los 70 vive la muerte de su tío, y que en la actualidad rememora ese suceso buscando una explicación; la de un detective, Samuel Rodríguez, que investiga los motivos del asesinato ocurrido en medio de un ambiente social explosivo, por temas como la Liga Comunista 23 de Septiembre, y finalmente el de Cristina, una mujer que en su mediana edad, padece cáncer, y sobrelleva la muerte de su padre en la memoria. Todo ello en una “historia que tiene balas y armas de fuego, guerrilleros, un detective con un portafolio negro, jóvenes desaparecidos, algunas notas periodísticas” y “un cáncer que es metáfora pero también muy verdadero”, como dice la novela basada en hechos reales.
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Es importante decir que este asesinato ocurrió hace 50 años, cuando toda la violencia no se manejaba igual que ahora, porque hoy en día la gente habla más abiertamente si en su familia hay un feminicidio, un suicidio o una muerte como esta, de lo que antes se hacía, antes era más tabú. Eso porque siempre, después de una muerte violenta, hay una sospecha de qué habrá hecho, de si se lo merecía o por qué lo mataron; siempre habrá esas especulaciones. Creo que hoy en día, en cambio, tenemos más herramientas para tratar la violencia de forma social, hablada y normalizada en el sentido de que la gente puede ir a terapia, todo eso en lo que está en torno en un duelo”, apunta De Alva y añade que “esta novela está contada desde el silencio y en torno a una familia que padece una situación de esas, y que se siente incapaz de tratar con el tema, porque se vuelve un tabú social”.
Algo interesante de Todo lo que No Sabemos es que aunque los temas que trata son sumamente adultos, están narrados desde el punto de vista de los niños. Esto porque, como apunta, De Alva, le permite no caer en el maniqueismo del bueno y el malo, sino a establecer la narración en un terreno neutro a las ideologías que se adquieren en la adultez.
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La forma de ver de las infancias posee otros mecanismos que los adultos ocultan. Los niños, al igual que el detective, están haciendo su propia investigación porque ese mundo adulto no les revela ni les dice nada”, ese misterio evocado por los pequeños, se encuentra a su vez “en el cáncer que padece Cristina, que es también una enfermedad misteriosa. En todos los niveles de esta novela hay personas buscando respuestas, los personajes están siempre en una indagación”, comentó.
Momento álgido
Pero si la primera dimensión de Todo lo que No Sabemos es la intimidad familiar, la segunda y más amplia es lo social, pues el detonante ocurre en los años 70, un momento álgido tanto para guerrilleros como para Gobierno. Una historia que también fue silenciada hasta el año 2000, cuando el cambio de Gobierno liberó archivos que permitieron la investigación sobre esa época, y que De Alva utilizó para dar forma al Monterrey de esa época.
Según agrega, la autora regiomontana, “este tema, además, se ha polarizado de una forma absurda porque tanto los guerrilleros son víctimas, porque también fueron perseguidos, torturados y desaparecidos, tanto como la gente común, así es el personaje de esta novela, un hombre que estaba comprando algo. Hay muchas víctimas, y eso hace que ese discurso de buenos y malos no esté bien. Pero también es cierto que hubo secuestros y demás. Eso causó que la más afectada fuera la sociedad civil”, detalla.
Tras la convulsa época, agrega la autora, fue que México comenzó su camino hacia la democratización, a partir de la creación de partidos políticos de oposición. Ya que sucesos como la Matanza de Tlatelolco, en el 68 y el Halconazo, en el 71, “fueron la gota que derramó el vaso. Todo empezó a reventar en esa época que se volvió insostenible. Por eso en los 80 inicia un movimiento social que terminó en la creación de estas oposiciones”.
Mirar la oscuridad
Todo lo que No Sabemos se desarrolla en las calles de Monterrey, la ciudad industrial del norte del país, la Sultana del Norte, donde brilla el sol de Alfonso Reyes, pero que en su oscuridad hay, también, secretos para ser revelados. Es ahí en donde la novela adquiere un tono de policial o de género negro, en el sentido de que la investigación saca a relucir el lado b de esta ciudad, y en el que quizá la mayor muestra de ello es el asesinado del empresario Garza Sada a manos de guerrilleros.
Para De Alva su libro “desmitifica la idea de ese Monterrey muy conservador, empresarial, donde todo parece dar muy buena apariencia porque hay que decir que la Liga se formó por estudiantes del Tec de Monterrey y de la Autónoma de Nuevo León. Es un movimiento que surge de las universidades. La Liga Comunista, por ejemplo, se formó en Guadalajara por un estudiante del Tec que nació en Aguascalientes. Entonces hay que entender que ni Monterrey ni Guadalajara que son provincias están exentas de nada de esto, y que no sólo sucedió en la Ciudad de México, sino que incluso mucho más sucedió en estas dos ciudades”.
Es por eso que en el libro, la función de las voces diversas enriquece la mirada sobre estos hechos, creando así un mosaico de visiones a medias complementadas por los hechos. “En México era un secreto a voces el Gobierno antidemocrático que vivimos durante 70 años, esa simulación hizo que no se viera con toda su fuerza el cambio. No quería caer en un maniqueísmo que dijera que los guerrilleros son todos malos o al revés, que el Gobierno lo era. Los guerrilleros también secuestraron y asesinaron, en el caso de esta novela, dejaron a cuatro niños huérfanos; héroes no son. No puedes catalogar todo como bueno o malo, es un área gris y yo quería escribir desde lo gris, ni blanco ni negro, porque creo que ese discurso polarizante es el que hace daño”, concluyó.
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