El semanario británico The Economist publicó, en vísperas de los comicios de 2021 en nuestro país, un editorial de aliento para los adversarios del régimen y los decepcionados, titulado El falso Mesías: “Los votantes deberían frenar al Presidente hambriento de poder” por representar “un peligro para la democracia mexicana” [Infobae, 27.05.21].
Las oposiciones y los poderes fácticos se entusiasmaron, pero las mayorías permanecieron fieles a Andrés Manuel López Obrador. Morena y sus aliados obtuvieron resultados mixtos: perdieron algunas decenas de asientos en el Congreso, pero se hicieron con otras 11 gubernaturas.
Las derrotas distritales surtieron el efecto de una poda, pues este año ganaron la Presidencia con la votación más alta, la mayoría calificada en el Senado y en la Cámara de Diputados y el número de estados en la órbita de Morena se elevó a 24.
Proclive al liberalismo económico –contrario al estado de bienestar–, la revista, fundada en 1843 por James Wilson, equiparó a AMLO con el mismo “Cantinflas”, uno de los personajes más queridos de los mexicanos.
La crítica fue por la redacción de la pregunta para el referendo acerca de si se debería enjuiciar o no a los expresidentes, cuyo texto definitivo definió la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El Gobierno refutó en ambos casos los señalamientos, y su pronóstico sobre las elecciones resultó más certero que el del semanario y sus seguidores, pues Morena conservó la mayoría absoluta en el Congreso.
En el contexto de las elecciones intermedias de 2015, The Economist publicó el artículo “El pantano mexicano”, donde cita una frase lapidaria, atribuida a un alto exfuncionario: “Un Presidente (Enrique Peña Nieto) que no se da cuenta que no se ha dado cuenta” de la corrupción en el Gobierno. Sin embargo, advierte, “los mexicanos ya se dieron cuenta. El índice de aprobación de Peña Nieto cayó hasta 40%, cerca del nivel más bajo en la historia para un Presidente mexicano”.
Era apenas el principio, pues el Presidente cerró el sexenio con una popularidad de 20 puntos. En esa ocasión sí se cumplió el augurio de The Economist: “el mayor beneficiado del escepticismo” resultó ser López Obrador, “un populista mesiánico, quien ha estado a punto de ganar la Presidencia en dos ocasiones. México se merece algo mejor”.
Estados Unidos también merece mejor suerte, pero con Donald Trump al mando, ¿cómo? “La palabra de 2024” de The Economist tiene relación con la “Persona del año” de la revista Time, pues el triunfo del republicano provocó “una revolución en el universo de las palabras”. Esa y las nominaciones del Presidente electo para su Gabinete al parecer fueron la causa de que la publicación inglesa concediera al término “kakistocracia” el título de palabra del año.
“Su significado –explica La Página del Idioma Español– es antónimo de la denotación original de aristocracia ‘el Gobierno de los mejores’. Kakistocracia sería, pues, su opuesto: ‘el gobierno de los peores’”.
El predicador Paul Gosnold acuñó la palabra durante un sermón en Oxford en 1644. Kakistos significaba “el peor” y kratos “gobierno”, “poder” para los griegos de la antigüedad.
“No obstante, la Academia Española, que pretende legislar hasta sobre los emojis, ya se adelantó a dictaminar en Twitter que la grafía debe ser caquistocracia, para “ajustar mejor la palabra al sistema gráfico del español”, dice La Página del Idioma. Sobre el tema, menciona el libro La kakistocracia depredadora e inhabilitaciones políticas: El falso estado de Derecho en Venezuela, de Allan R. Brewr-Carias.
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