Internacional
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Grupo Zócalo
Publicado el domingo, 11 de julio del 2021 a las 10:02
Ciudad de México.- La historia de esta mujer es conocida en Rusia bajo dos apodos: The Granny Ripper (la abuela destripadora), o Baba Yaga, un personaje folclórico de la mitología eslava que engañaba a sus víctimas para comérselas.

En 1971, Tamara y su esposo llegaron a vivir al departamento marcado con el número cuatro en una nueva construcción en la calle Dimitrov, en San Petersburgo.
Era una persona funcional y querida en su barrio, relataron vecinos. Trabajó para una agencia de viajes, y llegó a acumular una experiencia laboral de 16 años hasta que acumuló los suficientes años para jubilarse.
Para el 2015, ella volvió a dirigirse a las autoridades, en esta ocasión a la unidad de investigación del distrito de Frunzensky, donde quedó registrada una declaración sobre la desaparición de su marido y de todas sus víctimas. La realidad que la abuelita ocultó el paradero del cadáver de su marido, y hasta la fecha no han localizado sus restos.
Tras la “desaparición de su esposo” en el año 2000, Tamara comenzó a alquilar su departamento. A su hogar llegó un hombre de 44 años de edad, residente de Norilsk, quien vivió unos meses hasta que en una pelea fue asesinado por la anciana, quien luego desmembró el cadáver y lo arrojó a la calle.
Ulanova accedió a recibir a Samsonova durante varios meses, la anciana ayudaba con las tareas del hogar, y poco a poco le gustó vivir acompañada, queriendo quedarse más tiempo y negándose a mudarse.
Con el tiempo, la relación con Ulanova comenzó a deteriorarse hasta que le exigió que se fuera de su casa. Samsonova decidió envenenar a su amiga, a pesar que la recibió por mucho tiempo.
Para el 27 de julio de 2015, la prensa rusa se enteró de una historia estremecedora cuando se dio a conocer por las propias autoridades sobre el arresto de una dulce anciana de apenas 68 años, acusada de varios asesinatos.
Su arresto se logró debido a que una cámara de seguridad captó el momento Tamara sacó los restos en bolsas de su última víctima, Valentina Ulanova.
Tamara Samsonova confesó todo, cada uno de sus homicidios y los detalles más macabros: desde desmembrar hasta comerse los restos humanos de sus víctimas. Todo lo escribió en un diario: “Yo maté a mi inquilino llamado Volodya, le corté en pedazos en el baño con un cuchillo, puse los pedazos de su cuerpo en una bolsa de plástico y las tiré por diferentes zonas del distrito de Frunzensky”, se podía leer con su puño y letra.
Los asesinatos de su esposo, inquilinos y hasta vecinos ocurrieron entre el 2000 hasta el 2015, y se cuentan hasta 14 homicidios a manos de la abuela destripadora.
La mujer fue sometida a exámenes psiquiátricos forenses, los cuales determinaron que Tamara era un riesgo para la sociedad y para ella misma. Su juicio fue seguido por la prensa rusa, e incluso en una ocasión la mujer lanzó un beso a los fotógrafos.
“Lo hice para ser conocida como un asesino en serie. Todo es deliberado. Me he estado preparando para este día durante 10 años”, dijo. “Soy una persona muy mayor y ahora no tengo dónde vivir, así que decidí que debería ir a prisión”.
Un mes después de los exámenes psiquiátricos, Tamara fue enviada a un hospital psiquiátrico en Kazán para recibir tratamiento.
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