En el corazón del Bronx, en Nueva York, se localiza el Panteón de los Héroes Norteamericanos. Entre los 102 bustos de bronce que conforman este sitio -perteneciente a la Universidad de Nueva York- están los de George Washington, Benjamín Franklin y Tomás Alva Edison, entre otros célebres norteamericanos.
En la sección de autores y editores, junto a los bustos de Edgar Allan Poe y Mark Twain, está el de Henry David Thoreau, autor del célebre escrito “La Desobediencia Civil”, que llegó a ser el libro de cabecera de Mahatma Gandhi y de Martin Luther King.
Publicado en 1849, La Desobediencia Civil es un texto breve cuyos conceptos mantienen gran relevancia hasta la fecha frente a un “Estado autoritario, impositivo, que solapa la corrupción, que no proporciona seguridad a todos sus ciudadanos, que es indiferente al bienestar de la población y que mal funciona con leyes muchas veces injustas para solapar a unos cuantos”.
Para Thoreau la desobediencia civil consiste en la no cooperación y la actuación dentro de la legalidad para dificultar los planes autoritarios del Estado y el no acatamiento de aquellas leyes contrarias a la justicia.
Para este autor norteamericano, lo deseable no es cultivar el respeto por la ley, sino por la justicia. Ciertamente existen leyes injustas: “¿Nos contentaremos con obedecerlas, o intentaremos corregirlas y las obedeceremos hasta conseguirlo? ¿O las transgrediremos desde ahora mismo? Si mil hombres no pagan sus impuestos este año, esto no sería una medida violenta y sangrienta, como sí lo sería pagarlos y que el Estado pudiera cometer actos de violencia y derramar sangre inocente”.
Señalaba también Thoreau que “bajo un gobierno como el que tenemos, muchos creen que deben esperar hasta convencer a la mayoría de la necesidad de alterarlo. Creen que si opusieran resistencia el remedio sería peor que la enfermedad. Pero eso es culpa del propio gobierno. ¿Por qué no está atento para prever y procurar reformas? ¿Por qué no aprecia el valor de esa minoría prudente? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a estar alertas y a señalar los errores para mejorar su acción? ¿Por qué tenemos siempre que crucificar a Cristo y excomulgar a Copérnico y a Lutero, y declarar rebeldes a Washington y a Franklin?”
Ante la pasividad de los ciudadanos Thoreau decía que los hombres honrados dudan y se lamentan, y a veces redactan escritos, pero no hacen nada serio y eficaz. Esperarán con la mejor disposición a que otros remedien el mal, para poder dejar de lamentarse. A los sumo, depositan un simple voto y hacen un leve signo de aprobación y una aclamación a la justicia al pasar por su lado.
Por su parte, Gandhi –quien venció al poderoso imperio británico- decía que la desobediencia civil es una rebelión, pero sin ninguna violencia. Puede llegar hasta a negarse a pagar los impuestos y no recurre jamás a la fuerza ni se resiste contra ella. Si llega a descubrir que el estado obra mal, el ciudadano no puede vivir resignándose a esta situación tan lamentable. La resistencia civil es el medio más eficaz para expresar la preocupación que siente y el más elocuente para protestar contra el mantenimiento en el poder de un estado que no se comporta debidamente.
Ante los sucesos de estos días en México valdría le pena que la oposición cambie de estrategia y lea a Thoreau ya que limitarse a proferir ofensas, repetir verdades a medias, rabietas, ser catastróficos, con agresiones y sometiendo la razón a la pasión, no van a convencer al resto del país. Si realmente creen que tienen la razón habría que recordar lo que Gandhi y King llevaron a la práctica con todo éxito, no sin sacrificio, con creatividad, para conseguir lo que se propusieron.
Llama la atención que en estos hechos recientes han empezado a aparecer brotes de violencia -al igual que los porros y los anarcos encapuchados- por lo que se debe estar atentos y no abrirle la puerta a la extrema derecha para que enarbole las protestas de la oposición con sus actos xenofóbicos, fanáticos y populistas mediante la violencia extrema.
Han pasado más de 170 años de la publicación de la Desobediencia Civil, muchas acontecimientos han sucedido, sin embargo la injusticia y el abuso aún siguen ahí. Thoreau terminaba su escrito diciendo “me imagino un Estado que al menos pueda permitirse el lujo de ser justo con todos los hombres y que trate a cada persona con respeto, como a un amigo, pero esto todavía no se vislumbra por ninguna parte”.
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