Coahuila
Por JC Mena Suárez
Hace 1 semana
En pleno siglo 21, la transformación digital invade cada rincón de nuestras aulas: libres y libretas han dado paso a las tabletas; preparatoria muta a “high school”, y mientras algunos sueñan con firmar con un chip o reconocimiento facial, en la bocina suena un corrido country. ¿Hasta dónde queremos modernizar la enseñanza si, en el camino, perdemos de vista nuestra lengua, nuestra historia y nuestro sentido de pertenencia?
Del trazo a la pantalla. Hace apenas unas décadas, los cuadernos eran el templo donde los alumnos ejercitaban la caligrafía, organizaban ideas y guardaban apuntes.
Hoy, con un click, todo se escribe, borra y sincroniza, en la nube. Sin duda, las tabletas ofrecen agilidad: actualizaciones al instante, recursos multimedia y espacios colaborativos.
Pero ¿qué sacrificamos al desechar el trazo manual? Numerosos estudios señalan que la escritura a mano refuerza la memoria, la concentración y la comprensión lectora. Al despreciar la libreta, inadvertidamente relegamos habilidades cognitivas y el placer de la propia letra.
Del papel firmado al rostro escaneado. La rúbrica es más que un trámite: es un sello personal, una promesa tácita de autoría y responsabilidad. Un día, podríamos sustituirla por un escaneo facial o una huella digital; La seguridad aumentaría, pero ¿desaparecerá también la belleza de un nombre trazado con orgullo?
En la era del big data, nuestra identidad se reduce a un perfil biométrico. El desafío consiste en conjugar eficiencia y protección de la intimidad sin volver mecánica la firma de cada alumno o docente.
De preparatoria a high school. En Monterrey hoy dicen adiós a la preparatoria y saludan al high school. Una escuela de nuestra preparatoria va más allá de un nombre: es herencia de un sistema educativo forjado en español, con matices y saberes propios. Cambiar la etiqueta sin reflexionar desplaza la esencia de lo que aprendemos y celebramos.
Bilingüismo versus americanización. Cuando en los años 50 el Ateneo ofrecía clases de inglés y francés, el objetivo era formar profesionales cosmopolitas: abogados, ingenieros, médicos capaces de dialogar con el mundo sin perder su raíz.
Hoy, la enseñanza masiva de inglés en primaria y secundaria, unida a la avalancha cultural -cine, música, redes- nos expone a la hegemonía norteamericana. Aprender inglés es fundamental, pero no debe implicar que el español sea relegado a un estante secundario. La verdadera globalización es inclusiva: domina dos lenguas sin desplazar la primera, ni ningunear las historias que brotan de ella.
La banda sonora country en el recreo. No es casual que, en una cafetería estudiantil, se cuele el country en lugar del mariachi o el regional mexicano.
La música define identidades y une a las generaciones. Hoy, jóvenes corean letras de Kenny Rogers y Taylor Swift; mañana, quizá ignoren a Lucha Villa o Pedro Infante.
El riesgo no es sólo cultural, sino social; perdidas de referentes y vínculos afectivos con nuestra tradición musical. Una escuela que abraza la diversidad sonora puede invitar al country y al corrido, pero sin clausurar su propia banda sonora.
Hacia un equilibrio consciente. La innovación educativa es imparable y deseable: tabletas, apps y metodologías extranjeras nos hacen más competitivos. Sin embargo, la escuela mexicana debe encontrar un punto medio.
Propuestas
Conservar ejercicios de escritura manuscrita en todos los niveles para preservar la memoria y motricidad fina.
Mantener la rúbrica como acto simbólico y ético, aun cuando conviva con métodos digitales de autenticación.
Respetar nombres históricos como preparatoria y promover el bilingüismo real -no la simple sustitución de etiquetas.
Equilibrar la oferta cultural en los planteles: country y corridos, pop internacional y trova mexicana, en un mismo playlist que honre la pluralidad.
Sólo así podremos abrazar la modernidad sin renegar de nuestras raíces. Porque una educación verdaderamente global no clona modelos ajenos, sino los adapta con creatividad, respeto y orgullo por lo que somos.
Más sobre esta sección Más en Coahuila