Desde que llegué a París, en todas las librerías a las que he entrado, se encuentran pilas de libros de más de 30 novelas de la autora belga de la que todo el mundo habla: Amélie Nothomb, cuya obra titulada El libro de las hermanas me tiene de verdad totalmente atrapada, porque como dice la crítica Raphaëlle Leyris, del diario Le Monde, es “una novela intensa que aborda el amor fraternal con una pluma tan ligera como incisiva”.
La escritura de Amélie Nothomb es de una originalidad apabullante, maneja los diálogos magistralmente y sus personajes son tan sencillos como excéntricos, pero sobre todo atípicos. La narrativa de Nothomb, aunque parezca muy ligera, es profunda, sus planteamientos filosóficos nos hacen reflexionar sobre la familia, el amor, la envidia entre hermanos y los silencios llenos de secretos.
Nothombe, nacida en Kobe (Japón), tiene 58 años y los ojos azul turquesa, la tez blanca como de porcelana, el cabello muy negro y siempre se pinta los labios de un rojo muy encendido. Bien podría ser la madre de Blanca Nieves, su semejanza es notable. En sus entrevistas aparece frecuentemente con un sombrero de copa negro como los que usaba George Sand cuando se vestía de hombre.
La autora de más de 30 libros “se levanta a las 4 de la mañana y se pone a escribir durante horas acompañada de un té negro. Escribe a mano en cuadernos de papel reciclado. No tiene ordenador, ni televisor, ni teléfono móvil. Cuando termina su trabajo, se viste de negro, se pone sus mitones y alguno de sus sombreros, y se dirige, como si acabara de salir de una película de Tim Burton, a la editorial Albin Michel de París, en el barrio de Montparnasse. Allí, en una habitación sin ventanas y repleta de libros, se dedica durante horas a responder a las cartas que le envían sus lectores” (Cristóbal Villalobos, The Objective).
La autora evoca constantemente a Japón ya que su padre fue embajador en ese país durante muchos años. No obstante, los japoneses no quieren a Amélie, miembro de la Real Academia de la Lengua y de la Literatura Francesa de Bélgica, porque la acusan de “exorcizar” la cultura japonesa, y no le perdonan una de sus frases que causara tanta molestia: “Un japonés no se excusa con verdadera sinceridad, si llegara a ocurrir, sería una vez cada siglo”. Además le atribuyen el ser xenófoba. “Yo era la única blanca en la escuela”. Hay que decir que habla japonés y trabajó como intérprete en Tokio. Y desde 1992 ha publicado una novela cada año, siempre en los meses de agosto.
A todos mis amigos y amigas francesas que les he preguntado acerca de Amélie Nothombe, con mucho entusiasmo coinciden en decirme: “es espléndida”.
Tienen razón porque como reseñan en el blog Monsieur La Fontaine: “su manera única de combinar la ligereza y la profundidad hacen constantemente un homenaje a la literatura así como la creación de sus personajes memorables hacen de ella una autora inevitable”. Para los lectores apasionados o novatos, concluyen, las obras de Nothombe ofrecen siempre algo nuevo que descubrir.
Amélie adquirió gran popularidad desde su primera novela, Higiene del asesino; su obra es prolífica y ha ganado múltiples premios. En la solapa de mi libro leo: “El sabotaje amoroso (Premios de la Vocation, Alain-Fournier y Chardone), Estupor y temblores (Gran Premio de la Academia Francesa y Premio Internet), Metafísica de los tubos (Premio Arcebispo Juan de San Clemente), Cosmética del enemigo, Diccionario de nombres propios, Antichrista, Biografía del hambre, Ácido sulfúrico, Diario de Golondrina, Ni de Eva ni de Adán (Premio de Flore), Ordeno y mando, Viaje de invierno, Una forma de vida, Matar al padre, Barba Azul, La nostalgia feliz, Pétronille, El crimen del conde Neville, Riquete el del Copete, Golpéate el corazón, Los nombres epicenos, Sed, Los aerostatos y Primera Sangre (Premio Renaudot)”.
Títulos que, a decir del doctor en filología Javier Aparicio Maydeu, dan cuenta de “una frenética trayectoria prolífera de historias marcadas por la excentricidad, los sagaces y brillantes diálogos de guionista del Hollywood de los cuarenta y cincuenta, y un exquisito combinado de misterio, fantasía y absurdo siempre con una guinda de talento en su interior” (El País). Por el conjunto de su obra, en 2006 se le otorgó el Premio Cultural Leteo y en 2008, el Gran Premio Jean Giono.
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