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La noche de bodas

Por Elia Martínez Rodarte

Hace 2 años

Esta festividad de los matrimonios es un momento importante, no porque vayan a realizar el coito por primera vez, lo cual no es cierto, sino que es la ocasión en la que frente a amig@s y la familia, se va a performar la idea de que lo harán por primera vez.

No gastaron tanto dinero en todo el ritual como para que la gente piense que se invirtió en una mujer no virgen, mucho menos la muchacha que ya vivía con el novio o que hayan tenido un contacto sexual de alguna índole porque, si no, a santo de qué el vestido blanco “carítsimo” y de una sola puesta.

Las noches de boda en sí son tan pesadas por el estigma que conlleva, aunque ahora realmente no signifique nada, y porque por fortuna muchas personas ya van a la vida matrimonial habiendo tenido al menos, un breve periodo de práctica con su acompañante sexual y de vida.

Y creo que por fortuna ya las parejas ensayan antes de casarse y ocultan su actividad sexual a sus padres, y hasta se van de viaje todos juntos haciendo la simulación de que duermen en cuartos separados.

Al menos las personas ahora se toman el tiempo de conocerse en la actividad sexual antes de que otra cosa suceda. Hace poco me escribió, después del noticiero, una mujer que literalmente me dijo: “empodéreme, ya me voy a casar, quiero satisfacer al que va a ser mi esposo”. Cuando le comenté que lo primero que debe hacer es empoderar su ser sexual, ahí fue en donde empezó el problema.

Me aseguró que haría cualquier cosa, menos tocarse a sí misma, porque como que “qué cochino” acariciarse el cuerpo propio. El primer amor de nuestra vida sexual debe ser nuestro propio cuerpo, en la procuración de su placer y de su vitalidad sanguínea, gracias al proceso de la respuesta sexual humana, al excitarse, tener orgasmos y buscar más.

La masturbación es nuestra escuela personal de la actividad sexual porque nos enseña a mapear nuestras zonas de placer, e incluso a dar direcciones para obtenerlo. Es preciso primero empoderar el placer propio y luego con esa seguridad y autoconocimiento, lograr el de nuestras parejas sexuales.

Entonces una buena noche de sexo, de boda o no, requiere conocimiento del cuerpo y de preferencia, de la persona.

En las bodas de antaño, en especial las que se pactaban por intereses económicos o territoriales, la cuestión de la noche de boda era algo horrible porque no conocían a la persona con quien se acostarían después de recibir las bendiciones religiosas.

Parejas de históricos matrimonios arreglados como Catalina la Grande y Pedro III de Rusia, no la armaron la primera noche, ni nunca juntos, porque Pedro prefería jugar a los soldaditos. Enrique IV de Castilla fue un rey español que sufría de gigantismo y además era estéril. Jamás triunfó en ninguna noche, en ninguna de sus dos bodas. A María Josefa Amalia de Sajonia le tuvieron qué explicar qué hacer en su tálamo nupcial y aun así tampoco la hizo, porque la novia se orinó de los nervios, dejando a Fernando II, su marido, muy enojado. En realidad, las que siempre derrapaban en las primeras noches de matrimonio eran las chicas, por lo general vírgenes preservadas para ser “desfloradas” cuando su cesión estuviese bendecida.

A las personas que van a pasar su primera noche de bodas, sean una pareja con previa experiencia sexual o no, utilicen ese momento para celebrar más allá del sexo, la primera noche de sus vidas juntos más allá de lo que la actividad sexual imponga.

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