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Coahuila

La responsabilidad de luchar contra la indiferencia

Por Irene Spigno

Hace 1 mes

Cada día es un nuevo inicio. Cada mañana, al despertar, podemos decidir qué actitud tomar ante la jornada. Es muy probable que nuestra agenda esté llena de compromisos sociales, familiares y profesionales: algunos pueden depender de nosotras y nosotros, pero otros no. Lo único que cada persona puede controlar totalmente es la actitud con la que afronta lo que está por venir.

Podemos elegir iniciar nuestro día con una actitud negativa, de mal humor, enojo o frustración. Pero no es la única vía. Aunque nadie puede vivir en un estado de felicidad continuo, también tenemos la opción de levantarnos con una sonrisa y una actitud mental positiva, visualizándonos viviendo un día enriquecedor.

Incluso intentando aplicar esta mentalidad, la realidad a menudo desafía nuestra perseverancia. Uno de los mayores retos son las noticias que recibimos. Pueden ser eventos que afectan nuestra esfera personal —la enfermedad, el accidente o la pérdida de un ser querido—, un obstáculo laboral que exige un esfuerzo extra o un resultado negativo en un proyecto. O pueden ser noticias que atañen al mundo en su totalidad.

La humanidad vive tiempos oscuros: conflictos, guerras y actos de genocidio generados por el odio y el descontrol del poder llenan nuestros sentidos. Millones de personas, entre ellas infancias y personas adultas mayores, viven situaciones dramáticas de hambre y pobreza extrema, y su vida e integridad física están constantemente en peligro. Esto resulta aún más chocante si consideramos que vivimos en una época de bienestar y desarrollo tecnológico sin precedentes.

Desde el punto de vista legal, observamos con preocupación la fragilidad de los instrumentos de derecho internacional y nacional que se desarrollaron y fortalecieron tras la Segunda Guerra Mundial. Aquellos mecanismos que respondían al grito de “Nunca más” hoy se muestran incapaces de frenar las continuas masacres que ocurren en diversas partes del mundo. La información que nos llega es sólo una fracción de lo que realmente sucede, y muchas veces está hábilmente manipulada para orientar la opinión pública.

Quizás en este contexto, la mayoría de la gente sienta que no puede hacer mucho. Los enemigos que combatir son vastos y complejos. Sin embargo, hay un adversario que toda persona tiene la responsabilidad de enfrentar: la indiferencia.

Pero ¿qué significa ser indiferente? Ser indiferente significa no tener interés, empatía o preocupación hacia otras personas o situaciones. A veces, se convierte en un mecanismo de defensa para evitar el sufrimiento propio. Pero lo más preocupante es cuando esta actitud implica no querer o no poder reconocer la gravedad de lo que les pasa a otros, simplemente porque no nos afecta directamente; es interesarnos sólo por nuestro metro cuadrado.

¿Cómo podemos luchar contra la indiferencia? Creo que el primer paso a dar es aprender a tener más empatía. La empatía nos permite sentir con la otra persona, entender su dolor y su realidad, y es vital para generar un cambio. No obstante, ser empático no implica, automáticamente, hacerse cargo de toda responsabilidad ajena; no tenemos la obligación de solucionar cada problema del mundo.

La responsabilidad de cada uno de nosotros consiste en generar conciencia, negándonos a ignorar el sufrimiento y usando nuestra voz para mantener la verdad visible. Cada persona, por pequeña que parezca su acción, puede hacer algo. Sea donando, ofreciendo una palabra de aliento, educando a nuestro círculo cercano o simplemente dejando de ser cómplices pasivos del olvido.

La indiferencia es el combustible de las injusticias. No podemos cargar con el peso total de los males del mundo, pero sí estamos moralmente obligados a no mirar hacia otro lado. Luchar contra la indiferencia, actuando con empatía, es el primer paso hacia la justicia y la dignidad humana.

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