Todas las personas tenemos algún ámbito en nuestra vida, por grande o reducido que sea, en el que lideramos un grupo de personas. Puede ser que tengamos que hacerlo (por ejemplo, porque es nuestro rol en el trabajo, como jefes, o en la familia, porque somos padres o tutores) o porque, debido a nuestro carácter, tenemos la tendencia a serlo.
Según la astrología, por ejemplo, hay signos zodiacales para los cuales liderar es algo natural y sencillo. Para otros, puede ser más complicado. Sin embargo, prácticamente en todos los contextos (familiares, sociales como, por ejemplo, un equipo deportivo, e incluso en las amistades) hay quien tiene más carisma y consigue que las demás personas le presten más atención o lo perciban como un modelo a seguir.
No les recomiendo tratar de ser líderes en sus relaciones de pareja. Allí no puede ni debe haber liderazgos; la relación tiene que ser más equilibrada y simétrica (palabra no casual), con una armónica integración de las diferencias y características propias de cada persona.
¿Qué significa ser un buen líder y/o tener un liderazgo fuerte? Aunque haya muchos estudios, manuales e incluso cursos para ser buenos líderes (y más aún para las mujeres, que evidentemente enfrentamos más dificultades para lograr un buen liderazgo), creo que no puede haber criterios y principios universales aplicables a todas las personas. Todos somos distintos, y tratar de seguir reglas que pueden haber funcionado para los mejores líderes del mundo no necesariamente funcionará para nosotros.
Pensemos, por ejemplo, en un vestido muy elegante y hermoso que vemos en un maniquí en una tienda o incluso en una hermosa modelo o en alguna amiga. Ese vestido puede parecer lo más bonito, pero tal vez a nosotras no nos quedaría bien, simplemente porque no está hecho para resaltar nuestra belleza.
Lo mismo ocurre con el ejercicio del liderazgo. Hay técnicas de buen liderazgo que pueden funcionar muy bien para ciertas personas, pero quizá no para otras. Ser una persona líder no es sencillo: hay que prestar atención a muchos aspectos y a las distintas necesidades de las personas en nuestro equipo.Ser líder significa guiar, tolerar y respetar, y nunca dominar.
Tener liderazgo implica también tratar de ser un modelo a seguir, ser congruente con los valores que se proclaman como fundamentales, incluso mostrándose vulnerable (porque también los líderes pueden tener fragilidades).
Liderar no puede ser una permanente prueba de fuerza con los demás; significa escuchar con empatía, compartir acuerdos y explicar desacuerdos (sin que esto implique, por supuesto, justificar cada decisión que se tome).
También consiste en poner límites cuando sea necesario, aun cuando el bienestar físico, mental, emocional y profesional de las personas bajo el liderazgo sea (y así debe ser) la prioridad.
Si eres líder, habrá personas que te amarán, otras que te odiarán, y a algunas les serás totalmente indiferente. Pero en la receta para formar un buen líder, hay un ingrediente mágico que nunca debería faltar: la pasión por lo que se hace.
Para mí, el mejor líder es quien ama lo que hace y trata de contagiar esa pasión a su equipo. ¿Cómo? Para mí, hay muchas maneras; una –y quizá la más importante– es mediante la diversión.
Aunque podamos tener prejuicios de que divertirse (incluso en el trabajo) le resta profesionalismo y seriedad, no hay mejor terapia para el alma y el corazón que disfrutar lo que hacemos.
No, las personas líderes no son ni comediantes ni payasos, pero reír y disfrutar lo que hacemos es la más eficaz de las terapias y es garantía de éxito. Y no hay nada más contagioso que un corazón que sonríe.
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