Arte
Por Agencia Reforma
Publicado el lunes, 8 de agosto del 2022 a las 03:36
Ciudad de México.- Se trata de un departamento modesto en una unidad habitacional al sur de la Ciudad de México, pero Adolfo Castañón lo llama, con gran tino, “la fábrica de libros”.
La materia prima de un libro, como sabe el poeta y editor mejor que la mayoría, son otros libros anteriores. Por eso ahí, en ese reducido -pero bien aprovechado- espacio, cientos de ellos pueblan el lugar.
El suelo de una habitación, por ejemplo, está ocupado por la obra completa de Pedro Henríquez Ureña. Un mueble entero en otro cuarto, retacado y con volúmenes en doble fila, lo habitan Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, Jorge Cuesta y las iconografías del Fondo de Cultura Económica (FCE).
Ningún otro librero, sin embargo, se mira tan pletórico de ejemplares como el que fue situado, intencionalmente, en el mero centro de la sala, y está dedicado a un autor que Castañón, como ha escrito en varios sitios, considera una literatura completa por sí mismo.
“ Aquí está todo Alfonso Reyes. Y cuando digo ‘todo’, es todo, eh”, explica en un tour guiado por su fábrica que, tan sólo con poner un pie adentro, se antoja inevitable.
Hoy, 8 de agosto, Adolfo Castañón llega a los 70 años como uno de los más entrañables hacedores de libros que han nacido en México.
Poeta, narrador, ensayista, traductor, editor icónico del Fondo de Cultura Económica y Siglo XXI Editores, además de productor de la serie Los maestros detrás de las ideas para TV UNAM, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y ganador del Premio Nacional de Artes y Literatura 2020, Castañón pareciera no haber dejado intocada ningún área del quehacer literario.
Con su infaltable saco de pana, corbata y chaleco, la melena blanca y la barba despreocupadamente arregladas, el autor y editor de más de un centenar de volúmenes habla sobre sus libros con un humor espléndido y la amabilidad por la que es reconocido.
En ese departamento en Copilco, una de las tres bibliotecas que resguarda con esmero -“soy una suerte de terrateniente urbano”, dice sobre su hacienda librera-, quedan cifrados los empeños de una vida.
“ Tengo el privilegio de ser una especie de ‘francotirador de la investigación’, que ha andado cruzando fronteras y ha andado explorando territorios con una gran libertad”, explica, siempre con una metáfora a la mano.
Jiribilla alfonsina
Cuando Castañón pone el ojo en un libro que se le ocurre, ahí mismo pone la bala, con la paciencia de quien entiende bien que, del manuscrito a la imprenta, pueden pasar varios años.
“ Uno sale a la calle y no sabe si va a regresar, y uno escribe un libro, se lo da al editor, pero tampoco sabe cuándo va a salir el libro”, pondera.〞
Así pasó, por ejemplo, con Alfonso Reyes en una nuez (El Colegio Nacional), el libro que presume antes que cualquier otro y en el que, con una minuciosidad producto del cariño genuino, presenta el índice consolidado de nombres propios, personajes y títulos de la obra completa del titán regiomontano.
“ Yo los llamo ‘libros abrelatas’, porque yo le doy a usted este libro y ya usted podrá hacer su propia cocina”, explica.
Actualmente, en su fábrica, prepara un nuevo volumen con el mismo tipo de índice, pero ahora para los diarios de Reyes, en una labor inagotable de fidelidad hacia el escritor.
Que en todo el departamento no se exhiba en un sitio protagónico ningún libro firmado por Castañón dice mucho sobre su vocación. En este año, cuando cumple 70, su propio libro abrelatas, el que presenta su producción completa, hace un guiño a uno de sus escritores tutelares.
“ Yo como que me he dilapidado la herencia de Alfonso Reyes, incluso este libro hasta en el título trae la jiribilla de Reyes, la jiribilla alfonsina’“, expone.
En una nuez: guía de mis libros (1977-2022) reúne en 270 páginas los títulos e índices de todos los libros que ha escrito y editado.
Publicado por Bonilla Artigas, el volumen da cuenta de sus libros de poesía, narración y aforismos, de ensayos, sus traducciones, antologías y ediciones, y algunos de los cientos de artículos que ha escrito para publicaciones de diversos países.
“ Por una parte, me da un poco de asombro la energía que se fue aplicando en distintos momentos, en distintos lados, que pudo hacer una construcción como ésta. Y no sólo eso, sino la idea de que hay que organizar esta construcción y darle forma”, apunta.
En ese libro, Castañón ha podido utilizar su conocimiento de organización bibliográfica hacia su propia obra, en un título que juzga un tanto inédito en la tradición cultural mexicana.
“ Hasta donde sé, sólo los historiadores como Silvio Zavala o Eduardo Matos hicieron un intento de bibliografía propia, y este gesto de, digamos, audacia, es un gesto que también tiene una carga didáctica, de ‘miren todo lo que yo he hecho’, pero no sólo lo que yo he hecho, sino cómo lo voy presentando”, reflexiona.
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