Todavía hay en el país y en la ciudad varios de los originales radios, de enormes y bellas cajas de madera, labrada, dentro los bulbos de variados tamaños, la mayoría de tres bandas, de onda corta, onda larga y onda media, en los que sintonizaban radiodifusoras de casi todo el mundo que se oían muy bien, por ejemplo, en mi barrio, el Ojo de Agua.
Mi abuelo Santos Gaytán Álvarez, tenía en su casa de General Cepeda sur un enorme radio Philco, en un estuche de fina madera, y sostenido por cuatro patas del mismo material, con una rueda de mica color amarillo, con números y rayas horizontales en la parte frontal y en medio del mueble que denominaban “el cuadrante”, donde se localizaban las radiodifusoras, tabla o escala en la que se marcan las diferentes frecuencias de emisión radiofónica para sintonizar las estaciones correspondientes. En otras palabras, es la parte del receptor de radio donde se indica la frecuencia en la que se está sintonizando la emisora.
En mi supina ignorancia de cuatro años, yo quería introducirme al aparato para buscar a las personas que estaban hablando y los grupos o cantantes que estaban actuando.
La radio en Saltillo comenzó a escucharse en la década de los años 30 del siglo pasado. Una estación experimental instalada en la Escuela Normal del Estado, que vendría a marcar la pauta para que los saltillenses conociéramos el invento “del siglo”.
Años después, se escucharía la XEKS, pero la gente seguía las estaciones de Cuba, donde las estrellas, al menos eso era lo que escuchaban mis abuelos y a familia, eran la Sonora Matancera con sus cantantes y una en especial Celia Cruz, así como la XEW, la catedral de la radio en México, con sus programas de cantantes y músicos en vivo, los concursos y el teatro novelas.
En aquel tiempo, la empresa Electricidad y Novedades tenía vendedores casa por casa, los que de preferencia ofrecían los radios Philco, que eran más económicos que los Westinghouse, los Philips y los Telefunken.
Poco después, Saltillo contó con dos difusoras más, la XEDE y la XESJ, que vendió por un tiempo radios comerciales y baratos de la marca Majestic, a razón de 100 pesos por unidad, que “se vendían como pan caliente”; la carcaza o cubierta era de vil plástico o vinil.
Muchos años después llegó la televisión
En el año de 1968, previo a los Juegos Olímpicos, se vendieron más de 200 televisores en una semana en la ciudad, con pagos fáciles, 5 pesos de abono por semana, y 24 meses para pagar.
Don Humberto Hinojosa, Muebles Modernos de Saltillo, y Electricidad y Novedades, así como otras mueblerías tuvieron que surtirse de televisores; el invento había llegado a Saltillo y lo trajo un visionario empresario de las comunicaciones, don Alberto Jaubert Agüero, a través de su canal siete.
Dato curioso
La panadería La Perla, por iniciativa de su propietario don Jesús Guzmán, colocó un radio en uno de sus aparadores, que era la atracción de la gente, que cambió radicalmente el nombre del negocio, al mencionar que iba a comprar el pan a “El Radio”, institución
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