Coahuila
Hace 3 semanas
El Club Campestre de Saltillo anegado hasta su campo de golf como estampa del desastre, visto desde las alturas con un drone. Las aguas de los pobres inundando las parcelas de los ricos. Pero esto no es una película de Pedro Infante ni un discurso manipulador de Morena, sino la realidad en el Municipio.
¿Qué tan atípicas pueden ser las lluvias en el semidesierto para causar caos y destrozos cuando caen, independientemente de la fecha que se trate?
Acaba de suceder en días pasados, y en los puntos focalizados de siempre; ahí donde desembocan los arroyos de respuesta rápida. El fenómeno es cíclico: pueden pasar largar temporadas con el lecho seco, pero el día que necesitan transportar agua, y han sido modificados o desviados, aquello termina en tramos cerrados a la circulación y sectores completamente incomunicados.
A contranatura y a contracorriente de otras latitudes, donde las partes altas representan el poder económico, en Saltillo sucede al revés: en las zonas bajas se ha creado una plusvalía concertada, artificial, que correspondía por derecho natural a las zonas mejor ubicadas en el valle, en el extremo opuesto, dirección a Zacatecas (donde además existe una mejor calidad del aire y hay más precipitaciones pluviales al año).
El desarrollo urbano así se dispuso a partir del Plan Director de Desarrollo Urbano de Saltillo, publicado el 5 de junio de 1990, con Eleazar Galindo Vara como Alcalde (aunque no quien tomaba las decisiones).
La cercanía con la carretera a Monterrey como principio rector del progreso. Alejarse del Centro Histórico, símbolo de decadencia, y refundar una civilización alejada de sus vicios. Adoptar un modelo de convivencia impostado sin reparar en que lo más elemental, el suelo, no era favorable.
Sin embargo esa burbuja artificial de valor agregado tiene un problema derivado del medio ambiente 34 años después: las propiedades y posesiones han sido colocadas en la parte descendiente del plano inclinado, considerando que la Zona Metropolitana del Municipio varía entre los mil 400 metros en el punto más bajo, hasta 2 mil en las faldas de la Sierra de Zapalinamé. Son inundables, pues.
No en vano desde tiempos inmemoriales la rosa de los vientos es instrumento en desuso y en lugar de puntos cardinales, sólo se conciben dos formas de identificar el territorio en Saltillo: pa’rriba o pa’bajo. La altitud es la respuesta.
Que si una barda fue la culpable, que si un vecino, que si la basura… cuando tenemos al elefante en la habitación y se llama especulación inmobiliaria. Lo mismo en Country Club, El Campanario, Villas de Guadalupe, Los Pinos, entre otros fraccionamientos afectados.
No importa el pasado, dirán algunos. Ya ni modo. Ahora se trata de resolver el presente. ¿Con dinero de todos?, es la pregunta.
La regla de oro del sistema: privatizar las ganancias y los beneficios, socializar las pérdidas y las deudas. Dicho de otra forma: desarrollos inmobiliarios para unos cuantos, y obras públicas a su disposición.
Al respecto, el 2024 dejó una lección política-electoral en Saltillo: la ciudad se dividió en dos frentes; dos bandos cortados exactamente por la mitad geográficamente, identificables en cada una de las cuatro elecciones que se desarrollaron el 2 de junio.
¿Son posturas irreconciliables, sólidas y definidas, o simplemente fue una circunstancia producto de una campaña específica?
Si bien el fenómeno se explica en parte por la migración de sureños que se han instalado de 2019 a la fecha en la zona sur de la ciudad, también por el resentimiento social que alberga un sector de la población y se sintetiza en una idea preconcebida: el desarrollo de la zona norte, en contraste con el olvido de la zona sur. O en detrimento de ésta, mejor dicho. Idea explotable y redituable electoralmente como antítesis de carácter social.
Cortita y al pie
El proyecto multimillonario de 4.7 kilómetros a realizar en Saltillo, denominado “Encauzamiento del Arroyo El Cuatro y construcción de tres puentes vehiculares de cruce”, promovido por la Comisión Estatal de Aguas y Saneamiento de Coahuila, y atornillado en la congeladora de Conagua desde 2021, sería la respuesta inmediata para paliar (no para resolver) el conflicto de los “fifis”.
El tema es el presupuesto ciudadano (comunitario, participativo) y el complejo de clase como factor determinante para la toma de decisiones, ya que los de abajo en este caso no son como los personajes de la obra homónima de Mariano Azuela que se despliega en el contexto de la Revolución. Acá no son los oprimidos ni reivindican, al contrario.
La última y nos vamos
No sólo por un asunto de justicia social e igualdad de oportunidades, sino hasta por interés electoral, la prioridad para la próxima administración Municipal (y por lo menos otro trienio más adelante) debería ser el sur de la ciudad, no el bulevar Los Pastores.
Si la atención no se centra en la mitad “mala”, eventualmente será tomado el Municipio completo. Hacer lo mismo de siempre, o no hacer nada en consecuencia, implica que, más pronto que tarde, en su salud lo hallarán.
¿O acaso por no favorecer a los “fifís” otro trienio municipal más, se arrojarán estos a los brazos de la 4T como represalia, a sabiendas de que para ellos -y para todos en general- implica un suicidio colectivo?
¿Tan irresponsables serían?
Más sobre esta sección Más en Coahuila