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Coahuila

Los momentos de la felicidad

Por Irene Spigno

Hace 4 meses

Querida persona lectora, en las últimas semanas dedicamos este espacio a un tema de fundamental relevancia: el “dónde” y el “quién” de la felicidad. Primero, hablamos de todos aquellos lugares que para cada una de nosotras y nosotros representan un refugio donde el alma encuentra paz y calma: los “lugares de la felicidad”. Posteriormente, nos concentramos en las “personas de la felicidad”, esos faros que aportan luz a nuestra vida de manera incondicional.

Hoy reflexionaremos sobre el “cuándo” de la felicidad, pensando en todos esos momentos e instantes que, por la razón que sea, nos llenan el corazón. Más allá de identificarlos, ¿no tenemos acaso el derecho y la libertad de elegir y vivir esos instantes que, respetando a los demás, nos regalan tranquilidad y calma, sin la coacción de obligaciones impuestas?

Por mucho tiempo nos creímos el cuento de que la felicidad es un destino que sólo podremos alcanzar tras largas travesías de todo tipo. Por eso, quizá muchas personas tienden a buscarla en el futuro, condicionándola al logro de algo que tanto anhelan, perdiéndose el presente. Tampoco debemos esperar que la felicidad sea un estado permanente y constante de euforia.

Quizá la felicidad sea algo mucho más sencillo y que está completamente en nuestras manos: el derecho a elegir, entre otras cosas, los momentos e instantes que deseamos vivir. Quizá sean momentos breves, probablemente fugaces, como destellos. Y a lo mejor es precisamente su fugacidad lo que los hace aún más valiosos.

La gran mayoría de las personas vivimos en el contraste entre el deber y el querer: ¿cuántas de nuestras acciones diarias están dictadas por el “debo” en lugar del “quiero”? La sociedad, la familia, el trabajo, las expectativas, a menudo nos empujan a cumplir una rutina constante de obligaciones que no elegimos.

Los verdaderos momentos de felicidad suelen emerger cuando nos permitimos escapar de esa jaula y comenzamos a elegir, de manera consciente, cómo y cuáles momentos vivir. Por ejemplo, ya en algunos textos anteriores les he confesado no ser una morning person. Para mí, la primera taza de café del día debe tomarse en silencio, porque ese instante es para mí, para conectar conmigo misma, con la realidad que me rodea y, especialmente, para poder elegir, con la calma y tranquilidad que corresponde, el día que quiero vivir.

También tenemos derecho a elegir cuándo y cómo interactuar con alguna amistad o familiar: deberíamos mantener una conversación profunda o simplemente echarnos unas cuantas risas porque sentimos el deseo de conectar, y no por obligación social o para no quedar mal. Asimismo, deberíamos hacer algún tipo de actividad física por el simple placer de sentirnos bien y no por cumplir con una cuota de ejercicio, así como leer un libro, escuchar música o simplemente mirar el cielo sin sentir culpa por no estar haciendo algo que la mayoría de la sociedad, y probablemente nosotros mismos también, no consideraría productivo.

Quizá deberíamos aprender a ser más conscientes para capturar estos “momentos de la felicidad” y, más importante, para elegirlos activamente, especialmente en un contexto donde las obligaciones y el “deber ser” eclipsan la elección de nuestro bienestar, la importancia de vivir en el presente y el reconocimiento de nuestras verdaderas necesidades.

Priorizar estos momentos no es un acto egoísta, sino el reconocimiento de nuestra propia dignidad y una forma de autocuidado esencial para poder vivir una vida plena, en equilibrio entre las obligaciones que tenemos que cumplir y el espacio para el ser.

Tenemos el derecho a identificar, elegir y coleccionar nuestros propios momentos de felicidad. Es en la suma de estos pequeños instantes, a menudo imperceptibles, donde se teje la verdadera trama de la felicidad.

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