Saltillo
Por Maru Valencia
Publicado el sábado, 2 de noviembre del 2024 a las 04:32
Saltillo, Coah.- Los mexicanos no somos polvo de estrellas, somos pétalos de cempasúchil: cada uno esencial para darle vida a esta flor de 20 flores, tal como se forman las familias.
La vida sería tan breve si sólo contáramos los años que estamos vivos, pero se extiende por generaciones a través de los recuerdos, de una anécdota, de la herencia que corre por nuestras venas.
Hoy, las escalinatas del Barrio Santa Anita otra vez se convierten en un enorme altar de 152 escalones y los vecinos ya colocaron las fotografías de sus seres queridos entre comida, panes y flores, poemas, lágrimas y canciones.
Carolina Quintana Tavitas vive desde hace más de 40 años en una casa de esta hilera de colores que se ponen bonitas para recibir a los más de 80 mil visitantes, y desde hace seis años acomoda la foto de su difunto esposo, Javier García Sánchez, para que esté a la vista de todos.
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A veces, casi de recién casados, me subía cargada en camachito desde allá hasta acá a la casa, y ese es uno de los recuerdos más bonitos, ese y cuando llegaron los hijos”, relata.
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Él está viendo y está feliz, y qué triste que no haya vivido esto, le hubiera encantado ver este altar, pero ya no estaba aquí, pero desde donde quiera que esté él está feliz”.
A montones
Bebés, niños, jóvenes, adultos, ancianos, todos sabemos que la muerte no respeta las edades, pero no puede hacer nada contra la eternidad de una fotografía: las sonrisas quedan suspendidas en el tiempo, las miradas que nos ven hacen nudo en la garganta, un instante convertido en “para siempre” que nos da la esperanza de que, quizá, si las leyendas son ciertas, bajarán a visitarnos.
Carmen Margarita Pequeño coloca con cuidado las fotos de su mamá, su suegro y su hermano; ya han pasado varios años, pero quien pierde a un ser amado sabe perfecto que esa herida nunca deja de doler.
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Me gusta poner aquí a mis seres queridos, que siempre están en nuestro corazón, y decirles que mientras uno los tenga presentes saben que ellos vivirán en nuestro corazón y nunca los vamos a olvidar, que van a existir en nosotros, que ellos van a seguir trascendiendo a través de nosotros por todo lo que ellos nos enseñaron”, expresa.
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A mi suegro aquí lo conocía toda la gente, también a mi mami, a mi hermano, porque vivieron aquí en este barrio”.
Es difícil explicar el Día de Muertos porque es, en esencia, celebrar desde la tristeza, y llorar mientras contamos un momento feliz.
Siempre es bueno, entonces, recurrir a la etimología de la palabra “recordar”, proveniente del latín recordari, donde resignifica “de nuevo” y cordis “corazón”: volver a pasar por el corazón.
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