Arte
Por Christian García
Publicado el jueves, 7 de noviembre del 2024 a las 06:53
Saltillo, Coah.- Es imposible no creer cuando alguien dice “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, cuando el que lo dice es Joan Manuel Serrat. A sus 80 años, pues el cantautor español ha andado con sus pies, su guitarra y su voz por prácticamente todo el mundo: desde la península ibérica hasta Asia, pasando por Sudamérica –región que homenajeó en su disco Al Sur–, y también por México, un recorrido que alcanzó una de sus metas ayer, al ser reconocido con un Doctorado Honoris Causa otorgado por la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), tras casi 60 años de trayectoria, pues el también poeta inició sus andanzas en la música en 1965.
Nacido en el barrio de Pueblo Seco, en Barcelona, e hijo de obreros, Joan Manuel Serrat se definió a su mismo como “un hombre nacido en el barrio y criado en el barrio. Mi formación se apoyó en tres pilares fundamentales: uno fue mi familia, otro fue mis maestros y otro fue el barrio, que me enseñó y me educó una parte que ha sido muy importante a lo largo de mi vida, y sobre todo me ha dado una forma muy diferente de entender las cosas”, según dijo en un video transmitido antes de la premiación, en la que agregó que esa forma es “la de entender las cosas de una forma muy cercana a los demás, muy compartida con todo lo que tengo al rededor”.
Ante el Consejo Cultural Universitario que decidió otorgarle el reconocimiento a su trayectoria enraizada en más de 300 canciones y 36 producciones musicales, Serrat agradeció a los organizadores entre los que estuvieron el secretario académico, Jaime Castillo Horizonte; el secretario de Extensión y Cultura, José Javier Villarreal; Juan Manuel José González, Secretario de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico.
Fue el rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Santos Guzmán López, quien recordó que “este reconocimiento se realiza de conformidad con un reglamento para otorgar el reconocimiento del mérito universitario. En su artículo 16, en el que se establece, el Doctorado Honoris Causa es la distinción académica que otorga la Universidad a aquellas personas físicas, nacionales o extranjeras, que han sobresalido por sus méritos y contribuciones a la educación, las ciencias o las artes, así como a quienes hayan realizado actividades para el mejoramiento de las condiciones o bienestar de la humanidad”.
Fue el rector mismo, quien con su toga y su birrete, se levantó del podio que precedía y se acercó al cantante para colocar la estola sobre sus hombros, una medalla dorada sobre su cuello y el birrete encima de su cabeza, simbolizando el doctorado del músico que ha dedicado gran parte de su vida a hablar en contra de las injusticias del mundo, así como su contribución “como autor, compositor y cantante a nivel mundial a Joan Manuel Serrat”.
Un nuevo hogar
Con la toga ondeando sobre el escenario y ya investido con el birrete y un diploma bajo el brazo, Serrat avanzó hacia el micrófono en donde se dedicó a dar su discurso de agradecimiento, en el que arrancó diciendo que “no se me va a olvidar agradecer la distinción, esta distinción que me concede esta universidad un título que acepto con humildad y con alegría y también con la responsabilidad y el compromiso que por mi parte con lleva este doctorado”.
También ahondó en su relación con México, “una tierra que siento como mía”, y en la que destaca una anécdota: cuando en 1975, estando el cantante de gira por el país, se unió junto al Papa Pablo IV, y al presidente Luis Echeverría Álvarez, a las protestas por la condena de muerte a cinco personas, a la vez que inició su exilio tras enfrentarse al gobierno franquista.
Así, México “desde hace más de medio siglo mantiene conmigo una relación de amor comprometida y correspondida. Es decir, un día me dijeron que México era mi casa y yo me lo creí. El día que llegué a este país, en otoño de 1969, todo era nuevo para mí, todo era sugestivo, hermoso y desconocido. Traía un puñado de canciones, algunas levemente conocidas, otras que aún no había grabado, otras en catalán y sobre todo unas recién estrenadas que eran los poemas de Antonio Machado”, recordaron sus palabras.
Así, Serrat estrechó aún más los lazos que hace 55 años inició con el país, que ahora le agradece su amistad con un gesto de reconocimiento hacia esa sensibilidad que lo ha acercado a la música, sí, pero también a la poesía, como muestra su amistad y admiración hacia poetas como el ya mencionado Antonio Machado, o Miguel Hernández, pero también hacia la poesía popular que el país ha dado en muchos de sus músicos los cuales lo sorprendieron en esa primera época en el país.
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Fue poco a poco que llegaron presentaciones, viajes, más presentaciones y de la mano de mis nuevos amigos, aquellos que me fue regalando la vida de a poco cuando fui entrando a esta tierra y haciendo mías las canciones de Álvaro Carrillo, de Chava Flores, de José Alfredo Jiménez, de Crí Crí. Con ellos hice camino, hice camino andando sus caminos y con ellas se me fueron desvelando sus secretos. Le entré al chile, le entré al taco, a los albures, y sin darme cuenta mi mirada iba cambiando. Mi mirada y mi vocabulario. No sé cómo ni cuándo, pero un día me descubrí llamando guajolote al pavo, clóset al armario, la rubia era la güera, la bañera era la tina. También supe que la chingada estaba muy lejos, y aprendí con rigor que sin ‘guacajote’, sin ‘guajamote’, sin cilantro y sin epazote se puede vivir, pero la vida no sabe igual”, comentó el también galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2004.
“
Así paso a paso me fui enamorando de esta tierra que rinde junto a la muerte, que se la come envuelta en dulces y baila con ella mirándole los ojos. Esta tierra de la que alguien dijo un día, no sé quién y sé dónde, que en su realismo es algo tan natural como la lluvia o la locura. Cuando llegué a México por primera vez mi corazón no sospechaba que llegaba para quedarse”, concluyó el cantautor quien también recordó el cierre de “las puertas al otro lado del mar” cuando la “dictadura franquista me empujó al exilio al igual que ocurrió con otros españoles años antes y a mí también se me abrieron de par en par las puertas de una casa mexicana. Y aquí me quedé por un tiempo, porque me dijeron que esta era mi casa y yo me lo creí”.
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