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Maciel, el estafador; Flora Garza Barragán, la benefactora

Por Redacción

Publicado el lunes, 21 de septiembre del 2009 a las 14:00


Lo que parecía una visita ordinaria a Roma en los años 50, para llevar a su hija adoptiva Flora Garza Barragán

Primera de cinco partes
Lourdes De Koster | Enviada

San Pedro Garza García, N.L.- Lo que parecía una visita ordinaria a Roma en los años 50, para llevar a su hija adoptiva Flora Garza Barragán a la beatificación de una conocida monja mexicana, transformó la vida de quien fuera la principal benefactora del fundador de la Legión de Cristo, Marcial Maciel Degollado.

Doña Flora Barragán de Garza, heredó millones de pesos en 1948, cuando su esposo Roberto N. Garza falleció de una enfermedad. Viuda a los 41 años, Barragán se refugió en la Iglesia.

Fanática de la religión católica, doña Flora –quien falleció recientemente, siendo virgen, a los 95 años– decide acompañar a su hija adoptiva Flora a Roma a esta peregrinación, que definitivamente cambiaría sus vidas para siempre.

Joven, bella, distinguida y acaudalada, fue presa de Marcial Maciel, que apenas ideaba la forma de allegarse de adeptos y benefactores en un afán de iniciar lo que sería un emporio de poder y riqueza.

Maciel fue un sacerdote violador de niños, acosador de mujeres adineradas en el mundo, pero encontró su mejor momento cuando se atravesó en el camino la regiomontana Flora Barragán de Garza.

Doña Flora fue quien le abrió camino y avaló el apoyo que empresarios del norte del país, como las familias Zambrano León, o Garza Sada, que brindaron sin titubeos una buena parte de dinero y propiedades para la obra del Regnum Cristi.

La caridad de la señora Flora no tuvo límites. Abrió las puertas de su casa en la calle de Padre Mier, cerca del Obispado, en Monterrey, Nuevo León, donde Maciel junto a dos seminaristas pasaba largas temporadas, convirtiendo en el centro de operaciones y recaudación de recursos, el hogar de una familia destruida por la perversidad de este sacerdote mexicano, quien murió en enero de 2008, en medio del escándalo de abusos sexuales contra seminaristas y bajo el cuestionamiento de hijos procreados fuera de lo que marca la legislación canónica.

En entrevista exclusiva, Flora Garza Barragán, hija por adopción de la principal benefactora del padre Marcial Maciel, revela detalles y anécdotas de la vida de este sacerdote que prácticamente dejó en la quiebra a su familia. La charla fue en su domicilio en la colonia Del Valle, en San Pedro Garza García.

Zócalo presenta la primera entrega de una serie de entrevistas sobre este polémico sacerdote, fundador de la Legión de Cristo, en las que se narra la forma en que consolidó su obra, a través de mujeres acaudaladas a las que prácticamente sometía para despojarlas de sus bienes.

–Sra. Flora, ¿cuál es su percepción de esta congregación que desde hace tiempo ha sido censurada, cuestionada incluso por sus seguidores?

“Pues realmente, cuando yo conocí a Marcial Maciel, él era un joven de 31 años; creo que Marcial Maciel fue un hombre que como lo ha declarado el doctor Barba y muchísimas gentes –yo estaba muy jovencita, estaba apenas por cumplir 12 años–, pero creo que fue un hombre, muy buen tipo, y creo que eso fue un arma para él muy grande, porque así lo pude percibir yo, que era ya una señorita… creo que él se valió de esa arma tan poderosa para enamorar, vaya, a las mujeres.

“Él había estudiado, tenía un carisma como de santo, como de… una persona como con una divinidad, como con una… Tenía una manera de hablar… quizás porque era un hombre diferente, abusador de niños, que en aquel tiempo no lo sabíamos nadie, pero quizás él tenía ese carisma como elevado; hablaba poco, cuando hablaba muy, muy suavemente, hacía ademanes suaves para uno, pero hubiera sido ‘amanerado’ si no hubiera sido sacerdote.

“Quizás por su situación de sacerdote le quedaba hacer eso, no lo puedo saber, porque ya con el tiempo quizás fui captando un poquito más, por qué llegaba tanto tiempo a la casa, durante tantos años, 15 días, 20 días, yo ya estaba más grande, ya tenía 18 ó 20 años, pues fui captando un poquito más esa manera de ser tan rara”.

-Rara, ¿por qué?

“Como ya conocía más muchachos, ya conocía a más sacerdotes, pues ya se me hacia un poquito ‘amaneradito’, ya no se me hacía el sacerdote normal, que hace ademanes un poquito más varoniles, sino que él los hacía demasiado en pose, demasiado quizás afeminados, quizás un poquito finos o fingiditos, ¿verdad?

“Además sí le notaba, yo en lo particular, cuando estaba con nosotros, siempre, siempre llevaba a dos seminaristas a la casa y estaban mi mamá, mi abuelita Camila y yo en la casa, entonces, cuando estábamos platicando todos, él estaba callado por horas mirando fijamente algo por dos horas y con la boca ligeramente abierta, sin decir palabra.

‘A MÍ NO ME TOMABA EN CUENTA’

-¿A qué lo atribuye?

“Bueno, ahora que sé que era morfinómano, pues lo atribuyo a eso; en aquel tiempo yo no sabía, se me hacía raro que estuviera en esa forma; mamá decía que él estaba junto a Dios, pero yo decía: ‘no es posible que una persona pase dos horas junto a Dios, sin participar en una plática donde están dos seminaristas, donde está mi mamá’. Claro, a mí nunca me tomaba en cuenta, siempre me hizo a un lado porque yo nunca simpaticé con él y él lo notó desde un principio”.

-¿Por qué doña Flora?

“Pues no sé; como que nunca hubo un poquito de simpatía de parte de él para mí o de mí para él, eso es lo que no sé, trató de comprarme.

“Digo, sí me regaló supuestamente un Niño Dios italiano que se movía con música y yo, desde un principio se lo di a mamá y sí, yo lo tengo, pero luego que me lo regaló, así tal cual se lo di a mamá como diciendo ‘no lo quiero’”.

–¿Por qué ese rechazo?

“Pues no sé, quizás el celo de la hija cuando ve que la mamá está tan metida con esa obra, tan endiosada con esa persona… Quizás el celo de que la mamá no está tan pendiente de uno como quisiera”.

–¿Su mamá, doña Flora Barragán, estaba más pendiente de la llegada del padre Maciel?

“Generalmente, cuando estaba Maciel, era totalmente todo el tiempo de él; pero aun sin estarlo, pues generalmente mamá estaba escribiendo cartas para los Legionarios, estaba haciéndole cartas a Maciel, pues cosas de esas”.

–¿Qué tan largas eran las temporadas del padre Maciel en su casa?, y ¿cómo pasaban esos días?, ¿oraban?… ¿cómo eran?

“Mamá lo introdujo con toda la sociedad, le hacía citas con don Roberto Garza Sada, con don Eugenio Garza Sada, con las Zambrano León, con don Guillermo Zambrano, con las grandes familias de Monterrey; y se iban, y eran entrevistas de 4, 5, 6 horas y pues así se pasaba el día. Teníamos que comer hasta la hora en que llegara; había veces en que regresaban hasta las 5 ó 6 de la tarde y pues teníamos que ‘aguantar vara’ hasta esa hora, sin comer, y allí estábamos; mamá grande Camila sí comía”.

“Para ella sí estaba permitido que comiera antes. Pero además teníamos que comer la comida especial que Marcial Maciel le ordenaba a mamá que comiera, porque él siempre estaba enfermo; le daba la orden a mamá por teléfono qué tenía qué comer.

“Nunca se le dijo a mamá, simplemente estaba enfermo y tenía mamá que comprar cosas especiales, ya fuera de fruta o jamones especiales o cosas de esas porque el señor estaba enfermo”.

UN MENÚ ESPECIAL

–¿Qué tipo de comidas cocinaba?

“Eran frutas traídas desde México, jamones especiales”.

– ¿Algún platillo que le gustara que le prepararan?

“No recuerdo algo en especial… (pero) sí me acuerdo que las únicas veces en que mamá sacaba las charolas de plata era cuando estaba Marcial Maciel en casa, pero no recuerdo qué comidas especiales, pero sí me acuerdo que las comidas más elegantes eran cuando ese señor estaba en casa”.

–¿Qué le servían de beber?

“De lo que yo recuerdo, siempre había vinos especiales”.

–¿Tinto o blanco?

“De esos vinos como de consagrar; tenía gustos muy finos de caviar, de salmón; no comía nada corriente, comía comida muy especial porque él estaba siempre enfermo”.

–¿Cuántas veces por año llegaba a casa de su mamá?

“Cuando era un desconocido llegaba entre un mes, 20 días; en cuanto fue haciéndose de clientela, en cuando fue haciéndose famoso, cada vez fue menos el tiempo porque ya empezó a crecer la clientela.

“Entonces mamá le fue sirviendo menos porque terminó el Cumbres, ya la clientela en Monterrey era mucha, ya habían muchas gentes que aportaban dinero, porque mamá había hecho todo el Colegio Cumbres, por lo que la gente decía, si doña Flora hizo todo el Colegio Cumbres, si doña Flora nos presentó a este joven sacerdote, debe la señora haber confiado mucho en él.

“Además tenía el apoyo del Papa, pues ya podemos confiar en este joven sacerdote, ¿verdad?

“Tenemos cartas donde mamá ya le dice a Marcial Maciel que ella ya no puede seguir con el Colegio, que ya no tiene dinero para seguir, porque ya los millones que papá le había dejado en 1948, cuando él muere, ya se le habían terminado.

“Entonces el padre casi casi le exige que tiene que seguirle dando para terminar el Colegio Cumbres, para él poder decir que doña Flora ya le terminó el Colegio, para él poder tener ya la seguridad de decir ahora sí, la señora Flora Barragán de Garza me terminó el Colegio, ahora sí, ya deben de darme toda la gente dinero y confiar en mí.

“Porque ahora sí la señora ya me terminó todo el Colegio Cumbres, entonces yo que soy un hombre de 32 años ya pueden confiar totalmente en mí”.

RESPALDO PARA DONAR

-¿Prácticamente la señora Flora Barragán de Garza fue el aval para que los empresarios regiomontanos apoyaran a Marcial Maciel en sus planes?

“¡Claro! y de México y de Saltillo, y de toda la República, porque papá, don Roberto N. Garza, cuando murió, en 1948, era de los tres hombres más ricos de México. Mamá se quedó como una de las mujeres más ricas de todo México, apenas tenía 41 años, era una mujer joven y rica; así que, pues le llegó del cielo a Maciel ¿por qué?, porque le caímos como del cielo en el seminario de Roma, que era apenas de una planta, y entonces le cayó ahí la viudita con sus dos muchachitos y dispuesta, católica fanática y además el hombre guapo, pues le cayó allí “sanchita”, y el hombre guapo, pos…”.

–¿Cómo conoció la Sra. Flora Barragán de Garza a Marcial Maciel? Cuénteme de eso, por favor.

“Lo que pasa es que yo estaba en el Colegio Excélsior e iban a santificar a la monja María Masarello, entonces me escogieron, no porque tuviera alguna cualidad, sino porque podía ir a Roma a la santificación.

“Entonces mamá dijo ‘me voy con mi hija y con Roberto, mi hermano’, que también es adoptivo. Al irse alguien le dijo a mamá, ‘hay un curita, allá en Vía Apia, que se llama Marcial Maciel, ve con él, está muy pobrecito y él te puede indicar a dónde ir y todo; cuando vaya a la canonización, vayan a verlo’.

“Pues fue en 1951 cuando llegamos a Vía Apia y pues… ahí cayó, le mandaron hablar, él llegó muy derechito, delgado de cara, blanco, con sus ojos celestes, muy bien parecido el señor, muy guapo, eso sí”.

–¿Usted estaba con su mamá cuando llegó Marcial Maciel?

“Si, estábamos Roberto, mi hermano, y yo; yo tenía 11 años; fue en junio y en julio cumplí los 12 entonces. Ya él nos presentó a un seminarista, que había estado con los jesuitas, Miguel Díaz, muy, muy bien parecido, con él también tuvo relaciones, después él se salió”.

–¿Cómo?, ¿qué tipo de relaciones?

“Si, él fue de los seminaristas violados; entonces nos lo presentó y fue él quien nos llevó a diferentes partes, a las catacumbas con el Moisés, de Miguel Ángel, a varias partes; era un muchacho muy bien preparado. No por Marcial, sino que venía de la orden de los Jesuitas.

“Entonces estaba muy bien preparado y además muy buen tipo. Ahorita creo que vive en Oaxaca, y pues mamá quedó encantada, pues como nos presentó y todo, entonces recuerdo que mamá compró un carro Fiat, y como duramos tres meses por Europa y ya al final del viaje mamá le dejó el Fiat a Maciel”.

“Ya para eso, él había hecho una entrevista con Pío XII, para que autorizara a mamá a que le diera todo el dinero que mamá tenía”.

DE REGALO: UN FIAT

–¿Durante tres meses convivieron con el padre Marcial Maciel a bordo de ese auto Fiat?

“Nosotros hicimos un recorrido con un sacerdote que nos presentó Marcial Maciel, que no era de la orden legionaria, pero que estaba muy junto a él”.

“El padre era un michoacano que nos acompañó; él ya tenía que regresarse a Morelia en unos meses y él hablaba dos, tres idiomas. Entonces él se fue con nosotros; mi hermano tenía 13 años y yo 14, de hecho fue él quien manejó durante el viaje, recorrimos todos los pueblitos y lugares de Europa, estaba muy destruido. Eso fue en el 51”.

“Pero yo no sé si al principio o al regreso ya nos tenía la sorpresa de que fuéramos con varios Cardenales; claro que se llevaban a mamá aparte; ella les daba un cheque para que ellos apoyaran a Maciel, no en frente de nosotros, naturalmente. Nos recibía un hombre con smoking, nos pasaba a una sala y entonces llegaba el Cardenal que desde luego estaba con Maciel, porque ya Maciel le había dicho de la llegada de la señora Flora y sabía entonces que le daría dinero para su obra”.

“Cada Cardenal tiene una obra, entonces ya se llevaban a mamá a otra sala, y a Roberto y a mí nos dejaban en ese rato, nos servían galletitas en charola de plata, era en un palazzo hermosísimo el que tenía cada cardenal de los que están cerquita del Vaticano”.

“Son los más importantes, porque los cardenales están cerca del Vaticano, cuando se acaba el abrazo del Vaticano. Los palazzos principales y hermosos, es donde están los millones y millones y era allí a donde llevaban a mamá, ella les daba el cheque, entonces ya venía el cardenal y nos despachaban”.

“Yo decía ‘mentiras que Jesús vivió con pobreza, si estos viven igual que un rey’, cuál pobreza ni qué sus narices, si aquí la Iglesia Católica no es cierto que está nada pobre”.

“O es mentira lo de Jesús, o es mentira lo del Vaticano, porque a mí que no me cuentan, que pues la historia de Jesús y el Vaticano coinciden, porque yo lo viví en carne propia desde que tenía 12 años”.

–Luego de convertirse su madre en benefactora, ¿cuándo regresan a México y cuándo vuelven a tener contacto con Marcial Maciel?

“Mamá siguió después. Ya en septiembre que llegamos, porque ya habían empezado las clases, mamá sigue en constante comunicación con Maciel. Ya no termina ese contacto”.

LARGAS TEMPORADAS

-¿Cómo era el contacto?

-Pues, por teléfono, por larga distancia, ya Marcial Maciel venía continuamente a Monterrey. Ya se quedaba un mes aquí”.

“Mamá le hacía contactos con todas las gentes, con los Sada Gómez, los Garza Sada, los Zambrano, todos, entonces continuamente Marcial Maciel estaba aquí con sus dos seminaristas; muy bonitos los dos, siempre eran muy guapos cada vez eran más bonitos los seminaristas”.

“Recuerdo que mis amigas del club –porque tenemos ya muchos años de juntarnos, somos 10 amigas egresadas de la misma escuela–, recuerdo que me decían, ‘¡que bárbara, pero diles que se salgan de seminaristas, están guapísimos, los queremos para novios!’”.

“Preciosos los muchachos, guapos, bonitos, güeritos, muy guapos estaban los muchachos, siempre me acuerdo que eran dos”.

“Yo tenía que salirme de mi recámara, después la recámara de Roberto que siempre estuvo vacía, porque desde que murió papá, mi hermano estudió fuera”.

“Entonces a un seminarista lo ponían en una recámara, que era la de Roberto, al otro en mi recámara; mi mamá se salía de su recámara para que Maciel la ocupara, y mamá y yo nos íbamos a la recámara de mamá grande Camila, mi abuela”.

“Nosotras tres nos acomodábamos en la recámara de mamá grande Camila; la casa era muy grande, yo tenía que sacar mi ropa, y mamá también para que ellos estuvieran cómodos”.

–¿Dónde vivían?

“Vivíamos cerquita del Obispado, en Padre Mier 1525, a una cuadra del Obispado”.

–¿Todavía existe la casa?

“Sí, sí, ya la vendí, ya está muy cambiada; yo la vendí hace como 4 ó 5 años; mamá se la quería regalar a Marcial Maciel pero dije ‘no, no, no se la regalas, la casa es mía y va a ser mía y no se la regalas, ¡antes muerta que le regales otra cosa a Marcial Maciel!’, le dije. Ya era el colmo, ya se la había limpiado de todo a todo”.

EL SACERDOTE PECADOR, SUS INICIOS, SU LEGIÓN Y SU DOBLE VIDA

El padre Maciel, nació en Cotija, Michoacán, el 10 de marzo de 1920 y murió en EU, el 30 de enero de 2008, a los 87 años. Fue hijo de Francisco Maciel y Maurita Degollado, ésta en proceso de beatificación. Su tío, Rafael Guízar, es santo venerado por la Iglesia Católica.

Los años de su infancia transcurrieron en una crisis social y religiosa en la década de los 20.

Los alzamientos cristeros amenazaban la religiosidad en Cotija, por lo que cuando Marcial tenía siete años, fue llevado a Zamora, Michoacán, para que recibiera su Primera Comunión en forma clandestina.

Cuando acababa de completar los 15 años de edad, Maciel se fue al DF, al seminario que dirigía su tío Rafael Guízar, que operaba de manera ilegal, debido al ambiente que predominaba en ese tiempo. Se dice que el seminarista experimentó el llamado de Cristo, mientras hacía oración frente a un sagrario.

Luego, el 3 de enero de 1941 fundó Los Misioneros de Cristo y la Virgen de los Dolores, congregación que luego recibiría el nombre de Los Legionarios de Cristo, a partir de 1951.

El 26 de noviembre de 1944, Maciel fue ordenado sacerdote, en la Basílica de Guadalupe, en México.

El Papa Pío XII, en 1946 dio la bendición a la agrupación y cuatro años después, Maciel instauró el Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo, lo que marcaba el inicio de la acumulación de poder y riqueza.

Fue añadiendo planteles para instrucción básica y media superior, principalmente, en países como Argentina, Austria, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Estados Unidos, Italia, Irlanda, México, por citar algunos. Donde se incluyen temas como catecismo y formación de misioneros, que tratan de llevar la palabra de Dios y beneficios a favor de los que menos tienen.

Maciel fue cercano al Papa Juan Pablo II, que en varias ocasiones se refirió a la Legión, como un ejemplo para la juventud. Una prueba del reconocimiento de su Santidad hacia el trabajo de Maciel, fue la ordenación de 60 nuevos sacerdotes legionarios en la Basílica de San Pedro, el 3 de enero de 1991.

Fue tal la admiración por el trabajo de Maciel, que en 1994, cuando el fundador de los Legionarios completaba 50 años de vida sacerdotal, el Santo Padre envió una emotiva carta, que fue leída durante la Eucaristía.

En mayo de 2006, se confirmó que Benedicto XVI había ordenado a Maciel se retirara a la vida de oración y penitencia, prohibiéndole el ejercicio del sacerdocio tras las acusaciones de haber abusado sexualmente de seminaristas.

Murió dos años después, a los 87 años, en medio de estas acusaciones de pederastia.

Nunca recibió un castigo judicial por estos delitos, pues al menos ocho ex legionarios habían presentado sus escritos ante la Santa Sede, donde los fiscales encargados de llevar el caso concluyeron que por la avanzada edad de Maciel, habían decidido no iniciar un proceso canónico de gran escala.

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