Coahuila
Hace 3 semanas
Ahí donde brotó el nombre que le dio origen a la ciudad
Artemio de Valle Arizpe, uno de los hijos predilectos de este terruño, cronista excelente oriundo de Ciudad de México, solía expresar cuando se le preguntaba que de dónde era: ¡No es por presumir, pero soy de Saltillo!
La frase fue adoptada y acoplada por Francisco Gámez Cardona “La Gallina”, comandante en jefe y primer tambor de la Danza Tlaxcalteca del barrio cuna de la ciudad Ojo de Agua, quien, además, fue el líder del Sindicato Nacional de Captores y Vendedores de Aves Canoras de la República Mexicana, afiliado al Partido Revolucionario Institucional. Gámez Cardona era el único miembro de dicha agrupación. La Gallina pregonaba: ¡No es por presumir, pero soy del Ojo de Agua! (del Saltillo) y la frase también la utilizaban otros personajes de la barriada como Perfecto Delgado Carreón, Carlos Gaytán Villanueva y hasta Óscar Flores Tapia, exgobernador de Coahuila que se identificaba ampliamente con ese conglomerado poblacional.
A pesar del orgullo de muchos ciudadanos de ser de esta patria chica, por años, como diría en su soneto Ciudad Colonial, el poeta saltillense Jesús Flores Aguirre, “la capital de Coahuila era una ciudadela derruida, silenciosa y bravía; pobre, humilde y ruinosa, no obstante, su noble prestigio de leyenda y de ser bizarra y noble, netamente española”. Otro bardo, Luis Lajous Madariaga, era más severo en su apreciación sobre Saltillo: “La ciudad es triste como todos los días, cuatro coches y un carruaje que vienen de lejos, resuenan sus hierros que se quiebran de viejos; las casas eran enanas y la desolación sólo era rota por siete parejas que humanizaban la escena. La inmensa Alameda y en los mustios hogares sobre sillas de Viena, las comadres murmuran.
Los inversionistas de la época le negaron a Saltillo tener las dos grandes fundidoras que fueron el despegue industrial de Monterrey y de Monclova, la ciudad había perdido el impulso que tuvo a finales del siglo 19 cuando un grupo de empresarios intentó inútilmente poner en marcha una etapa de industrialización.
Saltillo necesitó más de 100 años para volver a ser la ciudad de más dinamismo y desarrollo de todo Coahuila, y fue precisamente en el Gobierno de Óscar Flores Tapia. En un tiempo realmente corto, la capital del estado recuperó el tiempo perdido y entró de lleno a la era industrial internacional.
Atrás han quedado los recuerdos. Para los de mi tiempo, la frase “no es por presumir, pero soy de Saltillo”, sigue vigente.
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