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Excélsior
Publicado el jueves, 24 de julio del 2025 a las 20:25
Chichén Itzá, Yucatán.- En el corazón de la majestuosa Chichén Itzá, hogar del imponente templo piramidal de Kukulkán, una singular manada de perros mestizos ha asumido un rol inesperado: el de guardianes de este patrimonio milenario.
Estos animales, muchos de ellos abandonados a su suerte durante la pandemia de COVID-19, han llegado espontáneamente al sitio arqueológico, donde son acogidos con “mucho cariño y respeto”, según María Guadalupe Espinosa, directora de la zona.
Actualmente, 20 perros conforman esta peculiar fuerza de seguridad canina. Entre ellos, destaca Cachimba, una perra de pelaje negro que llegó hace una década y es considerada la “reina” de la manada. Estos “guardianes” reciben alimento, vacunas y atención, convirtiéndose en parte integral de la esencia del lugar.
La principal misión de estos perros es vital para la conservación de las estructuras, algunas de las cuales datan de los años 500 a 800 d.C. Su bajo peso les confiere un privilegio único: son los únicos autorizados para escalar los edificios, supervisando áreas inaccesibles para los humanos y asegurándose, por ejemplo, de que no haya animales muertos que puedan deteriorar el patrimonio.
” Tienen el privilegio de subir a lugares donde ya no tenemos acceso. Me da un poquito de celos, pero es bonito verlos disfrutando del paisaje, de las ruinas, tomando el sol”, confiesa Carla Centeno, una turista mexicana de 32 años.
Para Cachimba, su lugar predilecto es el templo de Kukulkán, una estructura de 30 metros de altura desde donde, según el vigilante José Antonio Keb Cetina, suele observar la puesta de sol.
Keb Cetina, a quien Cachimba acompaña en sus rondas, siente un cariño especial por estos guardianes, ya que fueron su “único consuelo” en medio de la soledad y las “malas noticias” de la pandemia.
Los responsables de la ciudadela incluso especulan con una “conexión mística” entre estos perros y los antiguos mayas.
” Muchos creen que están acá por casualidad, pero yo no creo… ellos tienen una función”, sostiene Keb Cetina, sugiriendo un propósito más allá de la mera coincidencia.
La presencia de perros en zonas arqueológicas como Chichén Itzá, aunque no es inédita, ha cobrado particular interés. Esta manada es parte de un fenómeno creciente de fauna urbana que encuentra refugio en espacios patrimoniales, en parte debido al abandono post-pandemia.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha implementado medidas en diversos sitios para proteger tanto el patrimonio como a los animales, priorizando campañas de esterilización, vacunación y cuidado ético.
La creencia en una conexión mística entre perros y el mundo espiritual tiene profundas raíces en la cosmovisión mesoamericana. En la cultura maya, los “tzul” (perros) eran considerados guías del alma en el inframundo. Esta asociación se extiende a otras culturas prehispánicas, como los mexicas, que atribuían al xoloitzcuintle un rol similar.
El caso de Cachimba y sus compañeros va más allá de una anécdota. Ha motivado propuestas para reconocer formalmente su rol dentro del patrimonio cultural vivo del sitio. En redes sociales y medios locales, se han lanzado campañas para su adopción responsable y apadrinamiento, reflejando una tendencia global hacia el reconocimiento del valor emocional de los animales en espacios patrimoniales.
Cachimba deambulaba sola cuando llegó a Chichén Itzá para convertirse, junto con otros perros rescatados, en guardiana de la majestuosa ciudad sagrada de los mayas en el sureste de México.#Perros #México #rescatados #mayas #ELUNIVERSO pic.twitter.com/fcs2jm79Te
— El Universo (@eluniversocom) July 24, 2025
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