Javier Prado Galán, sacerdote jesuita, dedica su colaboración en Espacio 4 al papa Francisco por “cultivar la pureza en grado sumo”. La pureza de corazón es querer una sola cosa, así tituló uno de sus opúsculos el filósofo existencialista danés Sören Kierkegaard. Y es que desear una sola cosa obliga a no tener el corazón dividido. Es el privilegio de vivir sin dudas. De estar completamente seguros. Y eso es raro en nuestros tiempos. Tiempos marcados por la liquidez baumaniana”.
El vicerrector académico de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, advierte: “Sin embargo, en la política, las ideologías aparentemente juegan a favor de lograr dicha pureza. Nos obsesionamos con algo. Nos volvemos dogmáticos y, por lo tanto, ciegos frente a la otra perspectiva. Se nos olvida la riqueza del perspectivismo orteguiano. Ortega y Gasset sugería que sumáramos las distintas perspectivas en torno a un problema para acercarnos a la verdad. Él mismo decía que el único que contaba con todas las perspectivas o ángulos de una cosa era Dios. En nuestro caso, hemos de aceptar que ‘lo perfecto no es humano’, o bien, que ‘lo perfecto es enemigo de lo bueno’.
“MacIntyre cree en la existencia de la virtud de la integridad: ‘existe al menos una virtud reconocida por la tradición que no puede especificarse si no es por referencia a la totalidad de la vida humana. Es la virtud de la integridad. ‘La pureza de corazón —dijo Kierkegaard— es querer una sola cosa’ (p. 251). El ejemplo clásico ha sido inspirado por el Evangelio. Solemos afirmar que ‘el que a dos amos sirve, con uno queda mal.’ En Mateo 6:24 leemos lo siguiente: ‘Nadie puede servir a dos patrones: necesariamente odiará a uno y amará al otro, o bien cuidará al primero y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero’. No es posible ser leal a dos intereses opuestos. Uno inmediatamente se pregunta ‘¿se podrá cultivar hoy dicha virtud?’. Al menos en el mundo moderno y posmoderno, caracterizado por la fragmentación, parece difícil. Cito a Marx: ‘Todo lo sólido se desvanece en el aire’.
“En el ámbito de la política viene en nuestra ayuda el neopragmatista Rorty. Él subraya: ‘Cuando somos jóvenes, la mayoría de nosotros anhelamos pureza de corazón. La manera más fácil de asegurarse esta pureza es desear de verdad una sola cosa, pero esto exige verlo todo como parte de un modelo que gira en torno a esa única cosa. Los movimientos ofrecen ese tipo de modelo o proyecto y, por tanto, dan seguridad de que se obtendrá esa pureza’ (p. 101). ‘Y es verdad, uno abraza una causa política y pone toda su energía en ella. Después vendrán las decepciones y las frustraciones. Pero, por el momento, la pasión se desborda. Cuando se constata la impureza de la causa, la persona se percibe a sí misma como desencantada. Por ello algunos coloquialmente sugieren ‘no poner los huevos en una sola canasta’. Sin embargo, es preferible contar con la experiencia. El propio Kierkegaard afirmó: ‘Pierde menos quien se pierde en su pasión, que quien pierde la pasión’.
“Es quizá la vejez la etapa propicia para adquirir la virtud de la integridad. Ahí se llega a desear una sola cosa: estar bien con uno mismo, reconciliarse con todo, abrirse en serio a la trascendencia. Ya no hay nada que perder. El Salmo 24:3-4 advierte: ‘¿Quién subirá a la montaña del Señor? ¿Quién estará de pie en su santo recinto? El limpio de manos y puro de corazón; el que no pone su alma en cosas vanas, ni jura con engaño’.
“No cabe duda de que en el ámbito individual hay que aspirar a adquirir la virtud de la integridad. El secreto estriba en limpiar el corazón de la adoración de los falsos ídolos. Sin embargo, en política, hoy en día, parece que dicha virtud es imposible y poco recomendable. Es más, se podría decir que desear intensamente un proyecto y perder de vista la apertura a la pluralidad, convierte dicho deseo en un vicio. Y es que todo proyecto humano es relativo y no vale la pena desearlo en detrimento de todo lo demás. El dogmatismo asoma por todos lados y se pierde la autocrítica. En nuestro país se corre el peligro de volverse impermeable a los señalamientos objetivos de los críticos en el orden político.
“El joven rico se jactó de cumplir con todos los mandamientos desde siempre. Sin embargo, Jesús lo puso en jaque cuando lo invitó a vender todas sus propiedades y a donar a los ‘vestidos de basura y muertos de hambre’ sus bienes. (Evangelio según los Hebreos) El apócrifo añade que se rascó la cabeza y no le agradó el consejo. No era puro de corazón. No era íntegro. Cuenta la leyenda que años después este rico epulón se convirtió y se despojó de sus posesiones. Se volvió puro de corazón. Adquirió la virtud de la integridad y salvó su pellejo y el de los pobres”.
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