Saltillo, como otras ciudades del país, se distinguió por tener famosas vecindades, donde habitaron notables y selectas personas.
Había (una de tantas) en Leza y General Cepeda que le decían “la ciudad de los niños”, por la gran cantidad de pequeños que invadían la calle con sus festivos e inocentes juegos.
Hoy vamos a recordar una en particular, la vecindad ubicada en el 525 de la calla De la Fuente, entre Guerrero y Arteaga, que era propiedad de doña Angélica Padilla, que ocupaba una parte de este edificio.
Cada una de las familias ahí reunidas guarda una interesante historia, como los descendientes del coronel revolucionario Pedro Alcalá Valdés, quien fue jefe del Estado Mayor del presidente Venustiano Carranza y Alcalde de Arteaga, Coahuila.
En la vecindad de doña Angélica Padilla habitaron don Ramón Alcalá García, hijo de don Pedro y su señora esposa, doña Celia Ayala Peña, ellos procrearon a 10 hijos: Vanita, Gudelia, Francisco, Manuela, Rosario, Rosa Isela, Martín, Celia, Ramón y Pedro, todos ilustres profesionistas, quienes convivieron con las personas que ocuparon diferentes espacios en ese lugar, como los Armendáriz, doña Tomasita, Lucio, don Panchito, Julia, doña Eulalia, el tío Raúl, que tocaba con la orquesta de Larry Chon; el guitarrista Juan Mejorado, don Nico el de los tacos dorados rojos de la Plaza San Francisco, y el compositor nigropetense Pablito Valdez Hernández.
Así como la hermosa Belén Hernández Ortiz, quien fue madre de Helios Federico, Francisco y Javier. Ella, mesera del famoso restaurante Guadalajara, de las calles Aldama casi esquina con Padre Flores. Los tres hijos fueron destacados luchadores, que adoptaron el seudónimo de los Saraperos.
Pasando el tiempo, Belén se hizo cargo de cobrar las rentas a los vecinos de la vecindad.
La construcción era de adobe con techos de Madera, al centro los clásicos lavaderos y a un lado los sanitarios comunitarios. Los vecinos guardaron una larga y sincera amistad, pero no podemos descartar que había gente no muy buena que digamos, como unas vecinas muy rijosas.
Las anécdotas
Cuentan algunos de los que habitaron esta vecindad que al fondo de la finca aparecía una bola de fuego y, al extinguirse, la figura del diablo.
Que el compositor de Conozco a los Dos, de Sentencia y muchas más, Pablo Valdés Hernández, le daba a guardar las partituras y letras de sus canciones a doña Celia Ayala Peña, porque su pareja era muy malvada, le daba por romperle sus obras de arte. Ahí vivió los últimos días de su existencia el famoso poeta, músico e intérprete coahuilense, originario de Piedras Negras y miembro de una familia distinguida de la mejor sociedad de entonces.
Murió en Saltillo el 31 de marzo de 1989 a los 74 años. Deja un legado de más de 300 canciones y más de 50 poesías. Actuó en los más selectos escenarios del país.
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