Seguridad
Publicado el jueves, 31 de julio del 2025 a las 10:38
Puebla, Pue. – Después de vivir tres años en la sala de espera de la Central de Autobuses de Puebla (CAPU), María de Jesús Mundo —conocida como Doña Mary— falleció el pasado 24 de julio en el mismo lugar donde permaneció a la espera de ser reunida con su familia. Este lunes 29, cinco días después de su muerte, su cuerpo fue finalmente reclamado por una mujer que se identificó como su hija mayor y que viajó desde Cuernavaca para realizar los trámites correspondientes.
El caso de Doña Mary conmovió a miles en redes sociales. Se convirtió en un símbolo de abandono y resistencia: una mujer mayor, sola, con un bastón y una pequeña bolsa, que se negó durante años a ingresar a un albergue, convencida de que su hija Alma regresaría por ella tras migrar a Estados Unidos.
Tras su fallecimiento, los restos de María de Jesús fueron trasladados al Servicio Médico Forense (SEMEFO), donde permanecieron bajo resguardo mientras se esclarecía su identidad legal y se buscaba algún familiar. La demora en los trámites generó inquietud entre ciudadanos y colectivos que habían dado seguimiento a su situación.
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Fuentes cercanas al caso señalaron que los requisitos legales complicaron la entrega del cuerpo, aunque finalmente fue entregado el martes 30 de julio a la mujer que se presentó como su hija. No se ha confirmado de manera oficial si se trata de la misma hija que Doña Mary esperaba.
La Fiscalía General del Estado informó que no hay, hasta el momento, una investigación formal relacionada con el posible abandono que sufrió la mujer durante sus últimos años de vida.
Doña Mary llegó a la CAPU después de ser desalojada de su vivienda en Tehuacán. Desde entonces, su presencia se volvió cotidiana para comerciantes, usuarios y trabajadores de la terminal, quienes con frecuencia le ofrecían alimentos, agua o palabras de aliento.
Pese a las duras condiciones —enfermedades, frío, deshidratación y aislamiento emocional— se mantuvo firme en su decisión de no aceptar ayuda institucional. Evitaba ser grabada o fotografiada. Repetía con convicción que no necesitaba un albergue: “Mi hija va a regresar”.
El Sistema DIF estatal emitió boletines para localizar a sus tres hijos: Víctor Manuel, Marina Guadalupe y Alma. Aunque el caso generó amplia visibilidad mediática, ninguno de ellos respondió a los llamados.
La historia de Doña Mary provocó una oleada de indignación, empatía y cuestionamientos sobre el abandono de personas adultas mayores en espacios públicos. Colectivos ciudadanos han señalado la necesidad de revisar protocolos de atención a personas en situación de calle y fortalecer los mecanismos de reunificación familiar.
Hoy, la historia de Doña Mary no solo deja una banca vacía en la terminal de autobuses, sino también un profundo llamado a la reflexión sobre la indiferencia, el abandono y las deudas sociales pendientes con las personas mayores.
Doña Mary murió sentada en una banca esperando por años el rencuentro con sus hijos
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