En octubre pasado, los principales diarios y agencias de noticias de EU y Europa publicaron distintas versiones de una noticia. El Departamento de Estado había enviado una comunicación diplomática a más de 100 países con una advertencia: Rusia está usando espías, redes sociales y medios estatales rusos para erosionar elecciones democráticas en el mundo.
Las fuentes de esta historia eran un alto funcionario del Departamento de Estado y un informe confidencial. El informe pretende “alertar” a los países con elecciones en 2024 sobre una intromisión rusa. El documento asegura que, para generar desinformación y promover la agenda de su interés, el Gobierno ruso ha creado sitios de noticias y ha promovido a comunicadores que le sirven como propagandistas.
Tres semanas después, el Departamento de Estado hizo pública la investigación. Advirtió que Rusia ha financiado una campaña de desinformación en América Latina y que se apoya en medios que difunden noticias falsas, se enfocan en debilitar el apoyo internacional a Ucrania e “impulsar reacciones antiestadunidenses”. Según EU, el Kremlin usa medios locales para que la narrativa que promueven “parezca orgánica para las audiencias latinoamericanas”. En Washington, la embajada rusa dijo que las acusaciones son infundadas.
Los reportes de inteligencia dicen que las organizaciones rusas Agencia de Diseño Social (SDA), Instituto para el Desarrollo de Internet y Structura han cooptado a medios locales y a personas influyentes en América Latina. Unos meses antes, la Unión Europea sancionó a SDA, Structura, ANO Dialog y el Instituto de la Diáspora Rusa por crear propaganda falsa contra Ucrania. En otros reportes, se ha mencionado a Russia Today y su expansión latinoamericana como parte del mismo aparato de propaganda.
Tiene sentido que la propaganda se esparza usando redes sociales. En septiembre, una encuesta de la Unesco encontró, por ejemplo, que en México, 6 de cada 10 personas dicen que leen noticias a través de redes sociales, antes que en otro medio, incluso la televisión. Esto, a pesar de que 7 de cada 10 creen que es allí, además de los grupos de mensajería instantánea, como WhatsApp, donde se difunden más noticias falsas.
En noviembre, el Departamento de Estado desclasificó los nombres de dos medios que estarían operando parte de esta propaganda rusa en Latinoamérica. Son el sitio web Pressenza, registrado en Ecuador en 2014, y el portal El Ciudadano, con sede en Chile.
El rostro visible de este portal es un periodista chileno, que no respondió a mi solicitud de entrevista. El Ciudadano, en efecto, publica notas favorables a Putin y columnas con el mismo ángulo que el Presidente ruso usa para justificar la invasión a Ucrania: que hay nazis en Europa y él los va a combatir.
En México, El Ciudadano tiene una presencia discreta. Entre sus noticias, anuncian que “Sheinbaum buscará visitar todos los distritos electorales federales”, que “AMLO fortalece su popularidad” y que “Sheinbaum promete fortalecer sistema de búsqueda de desaparecidos”. Todas las columnas de opinión que hallé en este medio hablan sobre Sheinbaum. No encontré una sola historia en este portal sobre los otros candidatos presidenciales.
No podemos saber, sin embargo, si esta elección de historias se debe a un interés periodístico o de propaganda. El problema es que no hay investigaciones oficiales serias que confirmen los dichos de EU ni que rastreen el dinero ruso en la prensa -o en las páginas que se presentan como prensa- en América Latina. Hace poco, la compañía Meta (dueña de Facebook, WhatsApp e Instagram) admitió que sus equipos que detectan desinformación no tienen gran alcance en español.
En enero, el INE aprobó el Fondo de Apoyo a la Observación Electoral. La desinformación estará entre los temas que se observen, pero compartirá recursos con muchos otros. Estamos a un par de meses de las elecciones y la polarización es real. Sin embargo, no sabemos cuánto de esto se debe al curso normal del proceso democrático mexicano y cuánto a la propaganda rusa entre medios y periodistas.
El Gobierno de México debe hacer un esfuerzo para entender y explicar si existe esa intromisión. Nos toca a todos insistir en que esto suceda.
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