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Grupo Zócalo
Publicado el lunes, 3 de noviembre del 2025 a las 14:59
Ciudad de México.- El lenguaje, la memoria y la historia con mayúsculas y minúsculas, son apenas algunos de los recursos que más ha explorado Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) a lo largo de su trayectoria como escritor.
A través de un repaso por seis de sus libros emblemáticos, te invitamos a descubrir las razones que motivaron al jurado del Premio Cervantes 2025, el más importante en nuestro idioma, a decantarse por el narrador y ensayista mexicano.
Amor propio es el debut en la novela de Celorio. A través de Ramón Aguilar “Moncho”, personaje al que sigue a través de quince cruciales años de su vida, Celorio se inmiscuye en la realidad social de México entre los años 1965 y 1980.
La novela cuenta las transformaciones de Ramón Aguilar, “Moncho”, a través de las celebraciones y los instantes decisivos que lo convirtieron en un adulto. La fiesta comienza en cada página en esta novela que comparte una mirada íntima sobre el movimiento estudiantil del 68 y ofrece una mezcla de ficción y canción, humor y manifiesto literario a través de una galería de mujeres y amigos inolvidables que decidieron apostarle todo a la utopía.
Tal vez la obra mayor de Gonzalo Celorio. Al menos, la más celebrada desde el punto de vista de su ambición en el estilo. En el centro de la trama se encuentra el catedrático Juan Manuel Barrientos, que arrastra una resaca insoportable.
Se dirige al Centro Histórico de Ciudad de México, donde ha quedado con los alumnos de su seminario en el célebre Salón La Luz para realizar una visita por los edificios coloniales más emblemáticos, pero descubre que no van a asistir.
Barrientos decide recorrer en solitario los hitos del paisaje artístico como si de las estaciones de un via crucis se tratara. Guía resignado de los fantasmas que lo atormentan y acompañan, va deteniéndose en diversas cantinas mientras desvela no sólo la arquitectura de la ciudad, sino también un desolado paisaje interior habitado por su padre, su hermanastro Ángel y Alejandra, su única y malograda pasión.
Entre la ficción y el testimonio, el ensayo y la memoria, este libro da cuenta de algunas facetas de la vida de varios escritores a quienes Gonzalo Celorio tuvo la oportunidad de conocer y de tratar: Arreola, Cortázar, Rulfo, Fuentes, Monterroso, García Márquez, Loynaz, Eco. Por encima de las indiscreciones, prevalece la admiración crítica que Celorio les profesa; por encima del yo del autor, el protagonismo de los escritores; por encima de la anécdota dolorosa, patética o irrisoria, la valoración de sus obras, las literarias y las de la vida misma, que se funden en este libro cargado de pasión literaria y también de humor y de ironía.
Rosita, Virginia y Ana María son esas “tres lindas cubanas” que protagonizan la segunda novela del autor mexicano. Se trata de su madre y sus dos tías, tres hermanas separadas por la Revolución cubana: una se exilia en Miami, otra en Ciudad de México y otra se refugia en La Habana.
La trama comienza en 1921, cuando el diplomático Miguel Celorio se enamora de la mediana, la madre del autor. A través de la peripecia de los personajes, Celorio va desgranando los años cruciales de la historia de Cuba en el siglo XX. Por sus páginas desfilan nombres como Lezama Lima, Carpentier o Dulce María Loynaz. Cercano al libro de viajes, al testimonio novelado y, por supuesto, al texto memorialístico, la obra del escritor inauguró una saga familiar al que seguirían dos libros más.
En esta ocasión Celorio emprende la titánica tarea de reconstruir la historia de su familia desde que su abuelo Emeterio salió de la aldea asturiana de Vibaño, siendo un niño, para embarcarse rumbo al Nuevo Mundo en busca de un porvenir mejor que el que le aguardaba junto a sus padres, explotando una granja que apenas daba los frutos necesarios para la subsistencia. El problema fue que sus hijos, los tíos del autor, despilfarraron su herencia en juego y alcohol. Solo uno se mantuvo al margen: su padre.
Celorio afrontó este desafío porque se trataba de una historia que le habían negado de pequeño. Al mismo tiempo, su propósito era exorcizar el miedo a perder la memoria individual, ya que su padre y su hermano padecieron Alzheimer. El autor, desde entonces, sintió la espada de la enfermedad pendiendo sobre su cabeza. Además, este libro vuelve a erigirse en retrato del México contemporáneo.
El escritor cierra su trilogía Una familia ejemplar que inició con Tres lindas cubanas y continuó con El metal y la escoria. Se trata del libro más espinoso de la saga, pues en él relata cómo denunció al amigo de su familia que abusó de uno de sus hermanos cuando era niño. “Maldita sea la hora en que se me ocurrió escribir esta novela”, escribe al inicio de la obra.
La admiración que el autor siente por sus dos hermanos mayores, Eduardo y Miguel, le lleva a investigar en sus vidas, desde la infancia hasta la madurez, y descubrir qué sucedió entonces y qué relación tienen los hechos de antaño con el presente, y cómo explican la propia historia familiar.
Miguel y Eduardo sintieron la vocación y se marcharon de casa para entrar en dos órdenes religiosas diferentes. Si en el caso de Miguel fue una vocación real, en Eduardo las razones de su marcha son de otra índole.
Gonzalo Celorio cuenta en Los apóstatas las vidas de estos dos hombres, con sus luces y sus sombras, primero desde su visión de niño —el pequeño de una familia de doce hermanos— y después, ya como adulto, buscando respuestas a las cuestiones que le han asaltado a lo largo de toda su vida.
Uno de ellos se decanta por la colaboración con los indígenas mexicanos y acaba alineado entre los nicaragüenses que derrocaron al dictador Somoza. El otro se entrega al estudio de la arquitectura barroca mexicana y pierde la cabeza en los últimos compases de su vida. Una novela demoledora que supuso el descenso a los infiernos del autor.
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