Arte
Por Christian García
Publicado el sábado, 17 de abril del 2021 a las 05:07
Saltillo.- Fue muy emocionante poderla ver, su figura, tamaño y porte fueron inconfundibles a la hora de identificarla. Fue algo fortuito, no lo habíamos planeado, simplemente sucedió. Sola, en aquel risco, sin inmutarse, el águila real nos miraba a todos. Ya que su extraordinaria vista le permite ver a su presa a 2 kilómetros de distancia, esto equivaldría a que un ser humano pudiera leer un periódico a 100 metros de distancia.
La inmovilidad que mostró en aquel alejado risco me hizo pensar que no se interesaba en nosotros. A esa distancia no le representábamos amenaza alguna pues eran varios kilómetros los que nos mantenían separados además de que nuestra intención no era molestarla.
En Saltillo es posible observarla, asociada principalmente a las colonias de perrito llanero, pues son su principal alimento, y también en sitios donde haya riscos altos, de difícil acceso. Estas zonas son las preferidas de las águilas reales.
Sin embargo, no basta con conocer estos datos para ir en su búsqueda, se requiere una buena visión y ojo entrenado para distinguirla, así como un profundo respeto hacia una de las aves rapaces más grandes e importantes en México.
Allá en lo alto, impávida, serena, puede permanecer durante horas sin hacer movimientos bruscos, sabe que cualquier movimiento no necesario resulta en la posibilidad de que sus presas puedan percibirla y con ello perder la sorpresa en sus ataques cuando se lanza en búsqueda de su alimento. Nosotros, con nuestros binoculares, la buscábamos y aunque en un principio no lográbamos distinguirla por el entorno en el cual se desenvuelve, arbustos, rocas y una gran altura, al final pudimos descubrirla.
Como si fuera una estatua, el águila permanecía en una sola posición, no se movía en absoluto. Por lo que cuando escudriñábamos el área para hallarla nos fue imposible ubicarla en los primeros intentos, ¡y vaya que estuvimos buscándole por varios minutos!
Aunque sabíamos que en ese risco podía encontrarse, no había certeza de que efectivamente a esa hora estuviera en su territorio. Por lo que haberla podido observar fue una verdadera suerte.
Espacios de libertad
Estábamos muy emocionados. Al mismo tiempo que la observaba, pensaba en qué se debe sentir vivir en las alturas, cerca del cielo, cumpliendo la función de ser mensajero entre el cielo y la tierra, entre el sol y la oscuridad, ¿qué se debe sentir ser un águila real?
Siento que podría viajar grandes distancias, empujado por el viento, apenas gastando energía por el batido de mis alas. Se sabe que pueden volar hasta mil 500 kilómetros: la libertad tiene rostro de ave, de águila real.
Me imagino el mundo a través de aquellos ojos castaños semihundidos con los que podría escudriñar el horizonte con suma facilidad. Con un pico ganchudo y los tarsos emplumados hasta la base de los dedos, en los cuales hay unas grandes garras color negro, puedo sentir la fuerza que ejercen al obtener mis presas. Las águilas reales son capaces de ejercer en sus patas una fuerza de 52 kilogramos por centímetro cuadrado.
Vuelvo de mi pensamiento absorto, solo para mirar a mi alrededor y darme cuenta que el águila real sigue inmóvil, mirándonos, sin ningún apuro a pesar de que nos encontrábamos en su territorio. Se sabe que son marcadamente territoriales, por lo que cualquier intrusión de otro individuo no es permitida. Buscan una pareja y la mantienen toda la vida hasta que alguno de ellos muera. Se calcula que en libertad pueden vivir más de 25 años. Se afirma también que el que sobrevive, permanece solo en el territorio que había conquistado con su pareja, y no vuelve a formar otra. Aunque esto no está probado, ciertamente la fidelidad de las águilas es única.
Su cortejo es una serie de hermosos vuelos en los que de vez en cuando una de las águilas pasa bajo la otra con sus garras hacia arriba y por unos instantes las entrelaza con su pareja, proyectándose después en una espectacular picada que termina en un vuelo ascendente vertiginoso que pasma y maravilla a quienes tienen el privilegio de presenciarlo.
Construyen un gran nido que usan año tras año si no son molestadas o ahuyentadas por los seres humanos. Para elaborar sus nidos utiliza ramas y hojas que acumula en una plataforma en la cual ponen de dos a tres huevos blancos manchados o moteados de color sepia y marrón.
Es curioso mencionar que la actividad se concentra durante las primeras horas del día y por la tarde. Quizás debido a que la velocidad del viento es mucho menor.
Protección de un icono
Los mexicanos tenemos el privilegio de contar con esta hermosísima ave en nuestra patria: en el escudo nacional, y desafortunadamente también la hemos puesto al borde de la extinción.
A pesar de ser uno de los grandes depredadores en el mundo de las aves, esta poderosa ave rapaz enfrenta amenazas. La desaparición de su hábitat, la perturbación de sus sitios de anidación, el robo de huevos o polluelos así como el electrocutamiento y envenenamiento, la mantienen en jaque.
Por todo lo anterior, amigo lector, usted comprenderá por qué no podemos develar el sitio exacto del avistamiento pues se corre el riesgo de ponerla en mayor riesgo. El Museo de las Aves de México desarrolla monitoreo de la actividad reproductiva del águila real, documentando a través de registros y fotografías la historia de los nidos y los polluelos de estas poderosas aves rapaces.
La investigación realizada por el Museo de las Aves de México permite conocer los sitios donde aún es posible encontrar al Águila Real en Coahuila. Así mismo lleva a cabo esfuerzos para la protección de su hábitat lo cual beneficia a otras especies que comparten su ambiente.
Es posible verla volar en el municipio de Saltillo y eso es motivo de esperanza y orgullo así como de compromiso.
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